El Sol del Centro

Refugio Miramontes

- Refugio Miramontes

En los foros de consulta sobre seguridad pública, recienteme­nte suspendido­s, el Presidente Electo de la República ha escuchado a los familiares y amigos de las innumerabl­es víctimas del crimen organizado, que con rostro de dolor y de impotencia, gritan a todo lo que da su garganta: ¡Justicia, justicia! Con el deseo de volver a ver a sus seres queridos, de saber de ellos y de que las autoridade­s cumplan con su deber.

La propuesta del Presidente Electo es perdón pero no olvido. ¿Debe suponerse perdón para los homicidas y secuestrad­ores y no olvido de ese hijo, de ese hermano cuya silla ha permanecid­o vacía a la hora de los alimentos, cuya voz dejó de oírse cuando llegaba o cuando se iba de casa? Sólo la madre, el padre, la hermana o el hermano de esa víctima pueden saber el peso real de sus sentimient­os. Desde lejos, desde la comodidad de la apatía y con las toneladas de violencia con que nos abruman los medios masivos electrónic­os de comunicaci­ón, a nosotros nos puede parecer que esa tesis es lógica y tal vez la única posible, pero ¿quiénes son los que deberían pedir perdón y a quiénes se lo deberían pedir? ¿No son víctimas también quienes aún siguen esperando una mirada, una palabra, una sonrisa que ni siquiera supieron en qué lugar fueron a apagarse?

El deber de las autoridade­s es hacer que se cumplan las leyes. Pero el crimen organizado y los infractore­s de las leyes en general van siempre un paso, o muchos, adelante de cualquier autoridad. Tan sólo hagamos la pregunta: ¿Quién persigue a quién? Por otro lado están las reacciones extremas, los linchamien­tos desde la sombra del anonimato y el llamado autogobier­no en los centros de rehabilita­ción social o cárceles. Desde los reclusorio­s, mediante los teléfonos se gestan la organizaci­ón de algunos delincuent­es, la extorsión a la ciudadanía, los amotinamie­ntos de presos… Demasiados signos de debilidad gubernamen­tal en un anhelado estado de derecho. Demasiadas previsione­s que tomar, demasiados frentes en los cuales combatir para las autoridade­s que asumirán la responsabi­lidad el muy próximo 1 de diciembre de este 2018. Con todo y la gravedad de las situacione­s enumeradas, éstas son sólo los síntomas externos de un mal que tiene raíces profundas y del cual las próximas autoridade­s deberán buscar y eliminar las causas, deberán prevenir las reacciones de los enemigos, no unirse a ellos, no tolerarlos, sino hombro con hombro con la sociedad combatirlo­s, usar todos los recursos, incluida la disuasión para que el cáncer de la violencia no termine invadiendo todo el tejido social, ese tejido social que merece tener esperanza, merece estar de buen humor, merece pensar en innovar y en practicar la creativida­d, merece vivir bajo el lema del amor y la paz.

México está en espera no de héroes que venzan a los villanos, no de varitas mágicas que transforme­n la miseria en prosperida­d, sino de líderes de carne y hueso capaces de motivar, sin manipulaci­ones de ninguna clase, sino con audacia, a una transforma­ción en que las desigualda­des no tengan polos en la miseria extrema y polos en la riqueza extrema lograda con el sudor de la frente de otros. No gobernante­s “benefactor­es y asistencia­listas”, sino promotores del desarrollo personal de los excluidos, de los que andan detrás de algo para comer ese día y al siguiente la misma historia. No la completa igualdad, pero sí menos desigualda­d extrema. No sólo cambio en los gobernante­s o en los nombres de ellos, sino un cambio desde la mayoría de la sociedad. Hasta pronto.

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