Roberto Medrano
En julio de 2018 dimos una muestra de civilidad política que constituyó un ejemplo a nivel mundial, una que nos ganó el respeto de la comunidad internacional perdido desde hacía décadas; basta ver la declaración del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica la semana pasada en el marco de su visita al margen fronterizo con nuestro país, donde literalmente manifestó; contrario a su discurso de años, señaló “que él nunca había dicho que México le iba a dar un cheque para la construcción del muro fronterizo, sino que él se refería al hecho de que, a partir de la renegociación del tratado comercial, con las utilidades que está obteniendo su país, de ahí se habría de pagar éste”, o la declaracion del Fondo Monetario Internacional, también la semana pasada, que señala “que aplaude la política implementada por el gobierno mexicano para combatir el robo y distribución ilegal de combustibles”.
Ambos posicionamientos, sin duda, pesos pesados en la geopolítica mundial, constituyen algo así como la concesión de medallas en un cuadro de honor internacional al pueblo de México. Sin embargo, contrario a lo orgullosos que en teoría deberíamos sentirnos todos, no han faltado las voces, que soslayando la gravedad del problema que se está combatiendo, en un afán protagónico y oportunista, se han dedicado a exaltar las molestias que dichas políticas están ocasionando a la población.
La verdad, lo único que se evidencia, es la medida en que el combate a una de las principales fuentes de financiamiento ilícito no sólo del crimen organizado, sino de un sector de la población que se había mantenido en la penumbra hasta antes de esto, bajo el sobrenombre de pseudo empresarios, ahora que están viendo afectadas sus “utilidades”, ya que ahora tendrán que pagar dicho insumo en su precio real, lo que seguramente les está doliendo hasta la medula, acuden a la única medida que les queda para tratar de mantener su estatus, la exacerbación del ánimo de la población a partir de dichas molestias.
Por supuesto, la gran mayoría de los empresarios de nuestro país no encajan en este rubro, al contrario, éstos a quienes les ha tocado sobrevivir, luchando día a día contra la falta de créditos, la corrupción, la impunidad, etc., un golpe más como el que están sufriendo, les hacen todavía más difícil el camino para salir adelante; y de éstos también se han escuchados voces de molestia y hasta protesta en su legítimo derecho de libertad de expresión y disenso con el gobierno, lo que sin duda constituye también un avance democrático, sin embargo, a diferencia de los primeros, a éstos si se les ve la angustia, la desesperación de ver que sus empresas puedan quebrar ante otra eventualidad más, adicional a las que ya vienen padeciendo, mientras que a los otros (de diferentes calibres), se les ve en grandes mesas de juntas, con carísimos trajes, autos de super lujo, instalaciones millonarias, lo que hace difícil de creer que un retraso de dos horas en la carga de combustible, realmente los esté llevando a la quiebra, creo que ahí esta una de las claves para identificar a unos de los otros.
Y sólo para poder dimensionar de lo que hablamos, de manera muy simple, con los datos que son de dominio público, en nuestro país se robaban algo así como mil pipas diarias, por lo que si cada una en promedio trasportaba 10 mil litros de combustibles y a cada litro le ponemos un valor promedio de 19 pesos por litro, nos arroja un total de $190 mil millones de pesos por dia, saque cada quien sus conclusiones; por mi parte, creo que dos horas de cola para cargar gasolina es mi forma de contribuir al restablecimiento del Estado de derecho en mi país.