El Sol del Centro

Allende marcó a tres generacion­es

LA VENGANZA PERPETRADA POR LOS ZETAS ARREBATÓ A UNA HIJA, UNA HERMANA Y A UNA MADRE DE UNA FAMILIA

- Sol de La Laguna

Olga Lidia, Olguita y Samanta son tres mujeres de Allende. El fin de semana en el que Los Zetas sembraron el terror en la ciudad, Olga Lidia había ido a una fiesta familiar a un rancho y regresó hasta el domingo 20 de marzo.

ALLENDE, Coah. Olga Lidia,

Olguita y Samanta son tres mujeres de Allende. El fin de semana en el que Los Zetas sembraron el terror en la ciudad, Olga Lidia había ido a una fiesta familiar a un rancho cercano y regresó hasta el domingo 20 de marzo, cuando encontró escenas de miedo y muerte, sin pensar que meses después su familia enfrentarí­a una situación similar.

Adanary era hija de Olga Lidia, hermana de Olguita y madre de Samanta. Ella y su esposo desapareci­eron el 18 de diciembre del 2011 en Piedras Negras, víctimas de la venganza que los hermanos Treviño Morales desencaden­aron contra todo aquel que tenía nexos con los hombres que los traicionar­on con la DEA y que inició en Allende el 18 de marzo de 2011.

Las mujeres todavía muestran secuelas de esta tragedia luego de 10 años, pero también les dio motivacion­es. Olga Lidia sobrevivió a una trombosis por la tensión de no saber nada de su hija, pero también creó la asociación civil Alas de Esperanza, que ayuda a familiares de desapareci­dos.

Olguita estudia Derecho para ayudar de igual forma a su madre y otras familias que no saben nada de sus seres queridos desde que Los Zetas arrasaron con su pueblo.

A Samanta le robaron su infancia; ahora tiene 12 años y cuenta que no se siente bien emocionalm­ente, sin embargo, se hace la fuerte para no preocupar a su hermano Patricio, que apenas tiene nueve años.

CORAJE

A sus padres se los llevaron 11 días antes de que Samanta cumpliera dos años de edad y su hermano casi acababa de nacer. Cuando cuenta su historia, sus ojos se llenan de lágrimas; agacha la mirada y raspa el esmalte de brillos multicolor que lleva en sus uñas. Sus palabras demuestran dolor y una profunda tristeza.

Por lo que pasó con su familia se acostumbró a estar sola; veía que la atención era para su hermano, a quien dice que ama y que daría la vida por que esté bien.

“Ahora que crecí quieren estar conmigo, pero yo ya no quiero, porque me acostumbré a estar sola y me siento mal, o sea, ya enfóquense en los más pequeños que sí lo necesitan”, pide Samanta.

Ella no entendía por qué no tenía papás. La curiosidad la llevó a observar a su abuela, Olga Lidia, mientras lloraba, le preguntaba el motivo de su llanto; no obtenía respuestas. No fue hasta después de cinco años que le contaron lo que había pasado con sus papás.

Desde entonces, en algunas ocasiones cuando duerme, sueña que todo está oscuro, excepto por un sendero de luz, en donde al final hay tres personas, dos hombres y una mujer: su madre, su padre y su abuelo.

Dice que son sus ángeles, al igual que tres estrellas que se ven desde la ventana de su recámara que comparte con su hermano y su tía Olguita.

A ella le hubiese gustado salvar a sus padres, para que así su hermano, al que le hacen bullying por no tenerlos, al igual

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ALEJANDRO OYERVIDES
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