ENRIQUE BOBADILLA
SOMBRERERO
No ha habido competencias de charrería y eso nos ha pegado duro. Trabajo no nos ha faltado, poco, pero hay”
SOMBRERO: CASCO PROTECTOR Así como los motociclistas se ponen un casco para cuidarse la cabeza en caso de sufrir alguna caída, los charros utilizan el sombrero para protegerse tanto de los rayos del sol y de la lluvia como de contusiones cuando los tiran los caballos en las faenas del campo o en las charreadas. Por si fuera poco, es un símbolo de autenticidad nacional, un sombrero charro identifica a México universalmente.
La copa o corona, la parte de arriba del sombrero, es muy dura, y tiene unas “pedradas” que forman un vacío de aire entre la cabeza, que es lo que amortigua los golpes en las caídas y protege hasta de los cascos de los caballos. También el borde o ala tiene su función para aminorar los golpes. Y el barbiquejo sirve para fijar el sombrero a la cabeza y que el charro tenga las manos libres.
Así lo explica Enrique Bobadilla, encargado de la sombrerería Bobadilla, un negocio familiar que comenzó hace 80 años su abuelo don Macario, siguió su papá Raúl, ahora él y ya está en su cuarta generación con sus hijos Enrique y Ricardo. Con orgullo cuenta que su abuelo hizo sombreros para artistas famosos como Pedro Infante, José Alfredo Jiménez, Javier Solís, Luis y Antonio Aguilar y al Charro Avitia, entre otros.
Aquí, ellos reparan y elaboran sombreros, que pueden ser hechos con pelo de conejo, fieltro de lana, paja, palma de soyate o trenza de piña. Los precios oscilan desde los mil 500 hasta los 10 mil pesos, dependiendo del material que se use y de los adornos que quiera el cliente.
El tiempo de fabricación fluctúa de cinco a 20 días, según también la decoración que lleve y tomando en cuenta que se hacen artesanalmente, a mano y no con máquinas. Hay distintos estilos de sombrero, entre ellos Cocula, San Luis, Pachuca, poblano, zapatista, jarano y vaquero.
En la sombrerería Bobadilla se confecciona el producto utilizando hormas de madera, según la medida de la cabeza del cliente; se cortan las piezas del material que se vaya a utilizar, se engoman, se dejan secar al sol para luego darles forma
de fabricación fluctúa de cinco a 20 días, según también la decoración que lleve con una plancha especial; se ponen las “pedradas” a la copa, se le da rigidez al ala, y se adorna con ribete de gamuza, cuero, bordado en canutillo o galoneado, que es lo más fino y costoso.
Enrique Bobadilla asegura que su oficio es muy bondadoso, ya que gracias a él, su familia ha podido vivir decorosamente, aunque sin duda en el último año, como todos los negocios, se han visto afectados por la pandemia de Covid-19.
“No ha habido competencias de charrería y eso nos ha pegado duro. Trabajo no nos ha faltado, poco, pero hay”, señala.
DE FAENA, GALA O ETIQUETA