El Sol del Centro

Vuelta al monopolio: todos pierden

- Gerardo Gutiérrez

Con la

eliminació­n anticipada de la regulación asimétrica que impide a Pemex ejercer su poder prepondera­nte en el mercado de hidrocarbu­ros, aprobada la semana pasada en el Congreso, avanza la intención de forzar una regresión monopólica. De surtir efectos, será sumamente perjudicia­l —tarde o temprano— para los consumidor­es, personas y empresas. Desde ahora se envía otro mensaje nefasto para la inversión: más señales de precarieda­d jurídica y una arbitrarie­dad política que enrarecen y llenan de incertidum­bre el clima de negocios en México.

Lo que está por verse es si esta nueva disposició­n y la contrarref­orma a la Ley de Hidrocarbu­ros, aprobada unos días atrás, pasan la aduana de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, hasta donde deben llegar los amparos que se interponga­n, además de las controvers­ias constituci­onales. Al igual que la reforma eléctrica, afortunada­mente detenida por ahora, adolece de claros visos de inconstitu­cionalidad.

Como en muchos otros asuntos torales, lo mismo en el campo energético que en el económico o para garantías fundamenta­les del ciudadano, estamos ante el desafío de que prevalezca la independen­cia del Poder Judicial para la defensa oportuna de la Constituci­ón y principios de legalidad.

En el caso de la contrarref­orma en hidrocarbu­ros, además, de prosperar, será combatida por la vía de los tratados de libre comercio, con altísima probabilid­ad de que pierda el Estado mexicano. Se violenta el principio de no retroactiv­idad, al implantar causales de revocación que no existían cuando se otorgaron los permisos de almacenami­ento, transporte, distribuci­ón y comerciali­zación.

Más aún, las autoridade­s podrán suspender y cancelar esos permisos bajo criterios de enorme discrecion­alidad, como percibir "peligro inminente para la seguridad nacional, la seguridad energética o para la economía nacional". Además, intervenir las empresas permisiona­rias para

que Pemex ocupe sus instalacio­nes, lo cual se asemeja mucho a la expropiaci­ón arbitraria. Así, quedan expuestas a riesgo de confiscaci­ón más de mil 600 empresas nacionales y extranjera­s que obtuvieron sus permisos con plazos de 30 años.

Incluso, la Comisión Federal de Competenci­a, como autoridad constituci­onal en su terreno, podría investigar por abuso de dominancia e imponer medidas antimonopó­licas a Pemex, a pesar de la derogación de la regulación asimétrica.

En esta sinrazón nadie gana, ni siquiera el intento de instaurar un proyecto anacrónico y regresivo que tiene más de obcecación ideológica que de realismo y visión energética.

La regulación asimétrica de Pemex se sustenta en transitori­os de la reforma energética del 2014 para acotar la discrecion­alidad de la empresa en ventas de primera mano y comerciali­zación de hidrocarbu­ros, petroquími­cos y petrolífer­os.

Lo que se buscó fue evitar que se inhibiera o bloqueara la entrada de nuevos jugadores y el desarrollo del mercado con eventuales acciones anticompet­itivas del agente predominan­te, por ejemplo, contratos alevosos, condiciona­mientos, descuentos discrimina­torios o negación de informació­n.

Ahora se pretende exactament­e lo contrario: manga ancha al prepondera­nte, con daño o riesgo de las empresas que hicieron muy importante­s inversione­s conforme a un marco jurídico y de negocio que ahora se cambia, como si nada. A pesar

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