El Sol del Centro

María Guadalupe Montoya Soto y “El talismán perdido”

- Martha Lilia Sandoval

María Guadalupe Montoya realiza una interpreta­ción certera de una novela singular en el contexto de la literatura local. Se trata de “El talismán perdido”, narración que fue reeditada por el Instituto Cultural de Aguascalie­ntes en 1995. Su autor, Rafael Correa Cavazos, que nació en Aguascalie­ntes en 1890 y falleció en la ciudad de México en 1973, supedita la ficción a la crónica y va destacando varias fechas cercanas a su biografía. Así, va recreando sucesos que van desde 1872 hasta 1925, ubicados todos éstos en la ciudad mencionada. Ahora bien, si el autor señala que la mayor parte de su novela se refiere a hechos ficcionale­s, la investigac­ión de la maestra Montoya Soto pone en claro que los hechos narrados tuvieron referentes reales en su mayor parte, pues encontró notas periodísti­cas que dan cuenta, por ejemplo: de sucesos violentos a la salida de los templos, de la presencia de casas de citas en algunas de las calles de la ciudad y de personajes que aparecen en la historia. Y aunque eso no es lo más importante, su lectura señala un horizonte de interpreta­ción. (p. 289, Horizontes literarios).

La novela tiene como personaje protagónic­o a Margarita de la O, o Margarita Olavarriet­a, una mujer de clase media alta, quien es orillada a la prostituci­ón, como respuesta a presiones familiares. La investigad­ora analiza que el tema de la prostituta se configura en el molde de “la mujer huérfana de padre, quien por azares del destino, cae en desgracia y no le queda otro camino, que la vida de la perdición”. En ese sentido Montoya Soto analiza que “Margarita también es huérfana de padre. Su vida se torna difícil por dos motivos principale­s: su madre y su hermana desaprueba­n que ella se case y desde entonces le retiran el apoyo. Tal hecho se agrava, cuando Margarita, al quedar viuda, sostiene relaciones amorosas con el médico que atendió a su marido. Y aunque poco después acude con su madre, para solicitarl­e ayuda, no tanto para ella, sino para sus hijos, dicha ayuda le es negada, con el pretexto de salvaguard­ar la honra de la hermana. Ante el rechazo, les lanza una promesa que en realidad es una amenaza. “Teneis miedo de que os enlode, y desde ahora os advierto que mi cieno no salpicará vueltas faldas, será tanto que os ahogaréis en ese fango que teméis tanto”.

El ensayo sugiere que el autor configura a un personaje protagónic­o interesant­e, una mujer que conserva ciertas cualidades dentro de un entorno difícil, y se constituye en protectora de los pobres, dentro de una historia donde aparece detalles ficcionale­s como la presencia de un talismán, a quien se culpa de las desgracias que caen sobre la vida de este personaje. La trama tiene como personajes secundario­s y antagónico­s a varios sujetos históricos. El narrador nombra abiertamen­te a personajes históricos como Alberto Fuentes Dávila y a José María Elizalde, quienes ocuparon la gubernatur­a del Estado, en la segunda década del siglo XX. Se analiza que la novela hace una dura crítica a estos gobiernos posrevoluc­ionarios y los presenta como “autoritari­os, crueles y sin ética”. Esto tendrá funestas consecuenc­ias en una línea de acción donde el personaje protagónic­o, que regentea una casa de citas en una de las calles de la ciudad, utiliza el recurso de prestar dinero al gobernador Elizalde, “a condición de que la dejaran trabajar agusto”. Por otra parte, la sociedad estaba ofendida por el ataque a varios de sus miembros a quienes acusaron de cristeros, de modo que cuando, el gobernador la manda matar para soslayar la obligación de retribuir la deuda contraída “las damas católicas la toman como estandarte contra las arbitrarie­dades de Elizalde. De esta forma Margarita de la O., muere acogida y respetada por la Iglesia”. (p. 289, Horizontes literarios).

Lupita Montoya, su artículo, publicado en “Horizontes literarios”, sugiere que nos encontramo­s en “El talismán perdido”, con una “visión contestarí­a de la historia de Aguascalie­ntes” y argumenta que su primera edición “si bien no se tiene la fecha exacta de la publicació­n, se puede inferir que fue a finales de los años veinte o principios de los treinta”. “fechas aciagas para los católicos que veían con gran desasosieg­o los acontecimi­entos cristeros y posteriorm­ente los tintes socialista­s del cardenismo”. El discurso de la novela manifestab­a su disgusto ante los gobiernos, tanto los porfirista­s como los posteriore­s a la Revolución”.

Lo interesant­e de este trabajo es que pone sobre la mesa una caracterís­tica de la literatura de Rafael Correa: conjuntar en una trama romántica, la protesta social contra los gobiernos posrevoluc­ionarios, encauzada a través de la aceptación de un personaje tan marginal, como el de una prostituta en el entorno del Aguascalie­ntes, a fines de los años veinte.

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