AAE: entre lectores indiferentes y apasionados estudiosos
En el ámbito de la cultura literaria de Aguascalientes destaca con luz propia la apasionante trayectoria de Antonio Acevedo Escobedo, quien nació en esta ciudad el 23 de enero de 1909 y falleció en la ciudad de México en 1985, a los 76 años. A su muerte, y cumpliendo con su voluntad expresa, se hizo entrega a la ciudad de un singular legado: más de 11,000 volúmenes, entre libros y revistas y un gran número de cajas con recortes de periódicos y revistas, cuyo contenido ha permitido a los estudiosos reconstruir el itinerario intelectual del escritor aguascalentense como lo hace la Dra. Dayna Díaz Uribe, postularlo como escritor, periodista e impulsor de cultura, según la Mtra. María del Carmen Arellano, analizar sus cualidades como maestro de periodismo cultural, al decir del Dr. Arturo Gutiérrez Luna y estudiarlo en relación con el arte del libro, tema de la tesis de Sara Beatriz Padilla Núñez, joven licenciada en Historia. Este panorama nos permite preguntarnos por qué los lectores comunes hemos ignorado al autor de un libro de relatos singular, situado estilísticamente entre la tradición y la vanguardia como es Sirena en el agua, libro que cuando apareció en 1935 mereció criticas halagadoras de escritores de la talla de Salvador Novo y Jaime Torres Bodet ¿Por qué desatendemos las varias compilaciones de sus textos periodísticos, los cuales tienen las cualidades de ser ingeniosos, reflexivos, breves, al estilo de Baltazar Gracián, donde “su erudición y su sentido del humor resplandecen en “Puertas a la curiosidad” y “Letras de los 20”, que reúnen regocijantes anécdotas sobre nuestros genios, ingenios y malos genios”? (Gutiérrez Luna). Si bien en nuestro ámbito se le reconocen sus cualidades de compilador en sus libros “Letras sobre Aguascalientes” “Los días de Aguascalientes”, estudiosos como Gutiérrez Luna destaca que AAE es “un ensayista al estilo de Michel de Montaigne, quien indaga en sí mismo, en su experiencia, en sus lecturas, incluso en sus propias dudas, siempre a favor de sus lectores”.
Antonio Acevedo Escobedo, quien no tuvo una preparación académica regular, que no asistió a las aulas después del quinto año de primaria, pues renunció a una escolaridad que se ajustaba poco a su espíritu ingenioso y rebelde, a su disciplina autodidáctica, muy pronto consiguió empleos, primero en
Aguascalientes y luego en la ciudad de México, que lo formaron a través de sus trabajos como tipógrafo y reseñista de libros. Su singular formación se forjó a través de la Universidad de la imprenta y por medio de su trabajo en la Biblioteca Nacional como reseñista de novedades bibliográficas. Esto lo hizo detentar una generosidad espiritual que fue manifestando en diversos momentos, uno de los cuales se presentó en 1970 cuando ingresó en la Academia de la lengua y su discurso de entrada lo dedicó a resaltar la obra de “Cinco escritores mexicanos en el olvido”. Para algunos, éstos llevarían el mote de “escritores menores”, pero AAE tuvo la gallardía de presentarlos al ámbito académico. Asimismo, su compilación de semblanzas de escritores titulada “Rostros en el espejo, es “una obra de madurez, que se inscribe en el discurso de indagación de la literatura mexicana emprendida con una gentileza y un esmerado tino en el acercamiento a los autores y a las obras de que se ocupa”. (AG). En la brevedad de este artículo, destaco estos aspectos, pero hay otros muchos igualmente interesantes. Menciono su obra para teatro guiñol “¡Ay viene Gorgonio Esparza, el matón de Aguascalientes”, que redactó basándose en anotaciones de Francisco Díaz de León y el libro de lectura para niños “El caballito blanco”, ¡realizado junto con su gran amigo Miguel N. Lira! ´Porque para hacer amigos Don Antonio se pintaba solo. Y para demostrarlo, allí, en el Pabellón que lleva su nombre, están los miles de libros autografiados, las cartas que le dirigieron sus amigos, guardadas en las cajas donde los investigadores se han echado clavados por años enteros.
Con todo esto se podría pensar en una propuesta editorial. Una edición de sus obras completas sería un material muy apreciado por las generaciones venideras…y por las actuales, porque como expresara el Dr. Alberto Vital: “Antonio Acevedo Escobedo no tuvo hijos consanguíneos, por lo que su legado depende de los hijos del espíritu, de los hijos electivos, de los hijos que son también hijos de sus obras”.
Este Pabellón está celebrando sus primeros XXXV años de estar en esta ciudad, anexo a la Biblioteca Jaime Torres Bodet, y su titular Alejandra Chávez ha preparado un Conversatorio con algunos de los estudiosos que menciono párrafos arriba.