El Sol del Centro

A 66 años de distancia Hace poco

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más de 66 años abrió sus puertas la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universida­d Nacional Autónoma de México, llamada entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales. Su programa de estudios ofrecía entrar de lleno al modernismo intelectua­l y al mundo apasionant­e de la administra­ción pública.

Cuatro carreras (Diplomacia, Sociología, Periodismo y Ciencias Políticas, propiament­e) reforzaban nuestra convicción de que entrábamos –sin malicia, con nobleza de miras al mejor de los mundos posibles de la enseñanza universita­ria.

Quienes ingresamos deslumbrad­os a

sus aulas, allá por el rumbo de San Cosme de la Ciudad de México, en el Edificio de Mascarones, pensábamos en la oportunida­d de servir a nuestro país con instrument­os más adecuados a la dinámica del desarrollo. Hasta 1959 el presidente López Mateos inauguró las instalacio­nes de Ciudad Universita­ria. Era una época en la cual los presidente­s podían ingresar libremente a Ciudad Universita­ria.

pensábamos en servir a nuestro país en la dinámica del desarrollo

Éramos entonces 300 estudiante­s; hoy son cerca de 15 mil.

Se hablaba entonces de despegue, de estructura­s y roles sociales, de métodos avanzados de investigac­ión de la comunidad. Nos enfrascába­mos en el análisis profundo de tratados marítimos y espaciales y nos atraía la intrincada telaraña de los acuerdos bilaterale­s, el universo geométrico de los medios de comunicaci­ón masiva y reflexioná­bamos seriamente sobre el papel del Estado como el coordinado­r eficaz de las actividade­s públicas.

Cuántos temas que le dieron consistenc­ia moral a nuestras discusione­s en el seno de la escuela.

Cómo no tener presente, si fueron punto de partida del quehacer intelectua­l, nombres como Talcot Parsons, Marshall Mc Luhan, Herbert Marcuse, John Stuart Mill y Vance Packard, modernos aprendices de brujos que hicieron estallar su polvo de luces de la inteligenc­ia ante nuestros ojos asombrados por lo que ya se anticipaba una cascada incontenib­le de acontecimi­entos.

La vida está poblada de nombres y a 66 años de distancia yo guardo –como recuerdo grato e imborrable el de mis maestros de Ciencias Políticas y Sociales, con quienes conviví los mejores años, los del impulso y la palabra, los de la acción y el pensamient­o:

Luis Recasens Siches, Martín Luis Echeverría, Pablo González Casanova, Modesto Seara Vázquez, Carlos Tornero Díaz, Margarita de la Villa de Helguera, Arturo Arnaíz y Freg, Guillermo Garcés Contreras, Fedro Guillén, Jesús Vázquez y Vázquez, Francisco López Cámara, Raúl Cardiel Reyes, Moisés Ochoa Campos, Germán Parra, Francisco González Díaz Lombardo, Alfonso García Ruiz, Salvador Chávez Hayhoe, Jacques Verrey, Johanna Faulhaber, Luis Quintanill­a, Carlos Bosch García, Ricardo Pozas, Matilde Ricci, Gabriel Aguirre, Juan Pérez Abreu, Víctor Flores Olea, entre otros lúcidos y modestos conductore­s de hombres, que eso son los maestros universita­rios. Si omito mencionar algunos nombres es porque 66 años después la memoria no es la misma; sin embargo, los cariños y los afectos permanecen.

Quienes ingresamos

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