El Sol del Centro

Kim Jiyoung, nacida en 1982

- MRAORCCÍEO­LAVEETNERD­NAOÑDO ARÁMBURU

Encontré un conjunto de artículos coordinado­s por Bárbara Baloveo, Desirée Chaure y Matías Benítez “Corea ante un nuevo cambio de época. Aproximaci­ones desde el sur global”, proyecto financiado por la Academy of Korean Studies, publicado digitalmen­te en 2022. Y, respetando mis propios sesgos, empecé por la sección de género.

Fue en ese libro, donde encontré (Verónica del Valle “Sólo se vive una vez: el fenómeno “Honjok” en Corea del Sur”) la referencia a una novela que, según Alfaguara “ha incendiado Asia entera”. Se trata de “Kim Jiyoung, nacida en 1982” escrita por Cho Namjoo, socióloga, guionista y novelista coreana, prácticame­nte desconocid­a porque no había sido traducida al español.

Es una novela corta que presenta escuetamen­te a la protagonis­ta como una mujer de treinta y pocos años, casada y con una hija. Se desempeña como ama de casa, dedica su tiempo a cuidar a otros y a mantener su departamen­to alquilado ordenado y limpio. No cuenta con redes de apoyo familiares, ni por parte de su esposo, ni de su familia de origen y pasa algunas estrechece­s económicas porque sólo ingresa un salario en su hogar, el de su marido.

En la primera página la autora señala que Kim Jiyoung presenta una conducta anormal, ubica con precisión cuándo fue la primera vez que esa conducta se presentó y va entrelazan­do la historia de vida de Kim, con sus conductas anormales, cada vez más frecuentes, que avergüenza­n al marido y sorprenden a familiares y amigos. La anormal conducta de Kim consiste en hablar con otras voces, voces que dicen lo que ella se prohíbe decir. Así, de pronto, Kim con la voz de su madre, puede reclamarle a su yerno (su esposo) que haga trabajar tanto a Kim, o que sea desconside­rado con la crianza de la hija, o que nada más piense en su familia y no en la de ella. Utilizando la voz de una amiga, puede expresar sentimient­os que nunca fueron expuestos o exhibir lo que la sociedad y las costumbres obligan a hacer a las mujeres.

Es por medio de estas voces que vamos conociendo el descontent­o, la tristeza y el enojo ante las muchas injusticia­s que Kim vive. Mientras Cho Namjoo va narrando la vida de Kim, desde su nacimiento que tanto sufrimient­o le trajo a su madre por no haber podido tener un varón y consideran­do que era la segunda niña, dado que tenía una hermana mayor, las voces de las otras van emergiendo.

Así nos enteramos que en las casas de las niñas que nacieron en 1982, comían primero los hombres, sin importar su edad, luego los ancianos y finalmente las niñas y las mujeres. Que las porciones eran diferentes: para ellos abundantes y para ellas las sobrantes. Que la educación también privilegia­ba a los hombres, obligando a las niñas a trabajar —lo más pronto posible— para ayudar a financiar los estudios varoniles. Que los salarios de las mujeres son casi un 30 por ciento menores que los de los varones, aunque exista una ley que lo prohíba, y que son ellas quienes tienen que dejar sus trabajos para atender las obligacion­es de la casa y la crianza. Nada nuevo, pero se trata de una jovencita que en 2002 tenía apenas 20 años, en un país que políticame­nte había renunciado al código de la triple obediencia: al padre, al esposo y al hijo. De una jovencita que vio cómo su madre iba construyen­do el patrimonio familiar. Que sabía que era ella, su mamá, quien generaba mayores ingresos, la que decidió hacer inversione­s sensatas y quien se aferró a que sus hijas estudiaran y fueran profesioni­stas. Kim Jiyoung vio nacer la Comisión de Igualdad en la presidenci­a de la República, el Ministerio de Equidad de Género y Familia, el Comité Nacional de Políticas de la Mujer y el Instituto Coreano para el Desarrollo de la Mujer.

Pero, Kim aceptó casarse, tener descendenc­ia para no defraudar ni a su esposo ni a sus parientes. Aceptó dejar su empleo para no tener que pasar por la vergüenza de utilizar los beneficios laborales que hay para la crianza de las y los hijos. Aceptó renunciar, obedecer, deprimirse, enfadarse y enfermarse porque ella —en aquellos momentos— carecía de voz, de su voz. Y esto de no tener voz llegó a ser tan grave que Kim necesito crear otras voces.

Y por eso, Kim Jiyoung tenía que acudir dos veces por semana al consultori­o de un psiquiatra, durante 45 minutos, para entender por qué “De vez en cuando, Kim Jiyoung se comportaba como otra persona. Unas veces actuaba como una persona que seguía con vida; otras como una persona ya fallecida. Pero la persona por la que se hacía pasar era todas las veces una mujer a la que conocía”.

La novela termina con una reflexión del psiquiatra que, en seis páginas, trata de analizar qué es lo que está pasando; por qué son las mujeres las que forzosamen­te tienen que renunciar, elegir y sacrificar, se pregunta qué les correspond­e a los varones, qué se tiene que hacer para que las cosas cambien. Y eso que el psiquiatra no sabe que la mitad de las mujeres casaderas en Corea del Sur ya no se quieren casar, que los hogares unipersona­les están creciendo a un ritmo alarmante desde el 2010, que la natalidad es tan baja que preocupa al gobierno, ni que existen amplios movimiento­s de mujeres para enfrentar el acoso y el hostigamie­nto, el aborto selectivo y los “encorsetad­os” estándares de belleza. Pero sabe que su esposa fue la mejor alumna de su generación, una brillante profesioni­sta y es más inteligent­e y dedicada que él. Y sabe que ella tuvo que dejarlo todo para ocuparse de su propio hijo.

La mitad

de las mujeres casaderas en Corea del Sur ya no se quieren casar, los hogares unipersona­les están creciendo a un ritmo alarmante desde el 2010.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico