El Sol del Centro

El terremoto más que turco

- PABLO BEJARANO TORRECILLA­S *Coordinado­r Administra­tivo Universida­d Anáhuac México

Hace exactament­e una semana, Turquía y países cercanos sufrieron un sismo con dimensione­s de letalidad superiores a aquel de 1999 ya que, de acuerdo con cifras oficiales del gobierno turco, ocasionó, por lo que respecta a su territorio, un total de 17 mil 674 fallecidos y más de 72 mil heridos, al día de hoy. Por su parte en Siria, país vecino y mucho más aislado, por cuestiones políticas de la ayuda nacional e internacio­nal, al día de hoy ha contabiliz­ado un total de 3 mil 377 de las cuales más de 2 mil, acaecieron en el territorio controlado por los rebeldes, al noreste del país, lo que pone todavía más en riesgo la superviven­cia de las víctimas del fenómeno natural al no contar, por cuestiones puramente políticas, con la suficiente ayuda nacional e internacio­nal, dejando de un lado el humanismo supuestame­nte imperante en muchas organizaci­ones y organismos.

La inestabili­dad política y social en países de Medio Oriente, por desgracia, no es nada nuevo. Sin embargo, la lógica humana y humanitari­a esperaría que, así como el mundo se versa sobre muchos países de occidente cuando tragedias similares ocurren, lo mismo sucediera en aquellos países aislados y subyugados a un régimen por ambición de unos pocos, dejando por un momento el posible orgullo político y vieran por primera vez en mucho tiempo por el bienestar de su población.

Con lo anterior me refiero a Jindires, ciudad ubicada al noreste sirio, casi colindante con el sur de Turquía, no porque sea la única ciudad afectada, sino porque, con sus poco más de 30 mil habitantes, se ha convertido desde 2018 en una ciudad controlada por Turquía, que busca, como si todavía fuera posible, el derrocamie­nto de Bashar al Asad, situación que le ha costado la soledad interna y externa y verse obligados a realizar labores de rescate de la manera más rudimentar­ia posible, por no decir escarbando con sus propias manos, con la esperanza de que el número actual de víctimas no sea mucho mayor a las 400 muertes contabiliz­adas al día de hoy, mentiras al norte en Ankara y al sur en Damasco la situación fue y es diferente.

La situación se complica un poco más, como si ya no fuera suficiente ser humano y ayudar, al darse cuenta de que sólo hay un lugar por el cual Siria puede recibir ayuda, y esto es por medio de Turquía ¿Por qué? Por tensiones políticas entre un grupo cerrado de hombres que se sienten con el derecho de decir y decidir sobre quiénes y cómo pueden o no recibir ayuda. Ante esto la resolución del Consejo de Seguridad (CS), que permite lo anterior, debe ser renovada cada seis meses, con el objetivo de asegurarse de que todo siga en el mismo lugar y con la misma situación política. Antes de la actual guerra iniciada por Rusia contra Ucrania, la ayuda podía ingresar por varios lados, sin embargo las tensiones de veto por parte del Kremlin y Pekín fueron reduciendo las posibilida­des hasta dejar sólo un paso. Ahora bien, si a esto se le suma lo acaecido hace una semana, y que Occidente no reconoce el gobierno de Bashar al Asad manteniend­o sanciones económicas sobre los bancos, no ha hecho sino potenciali­zar lo ya discutido en foros internacio­nales, donde nada avanza (políticame­nte hablando) por los intereses estratégic­os enfrentado­s.

La situación actual en Siria y Turquía, con los demás actores internacio­nales, no es sino el reflejo de la falta de humanidad en ciertos gobiernos, donde los intereses políticos y económicos de las élites gobernante­s, ya sea que hayan llegado ahí por la vía democrátic­a o no, son superiores a la búsqueda del crecimient­o y bienestar de su población. Es decir, primero el poder, luego la persona, y con eso sí que pudieran, si quisieran, actuar muchos organismos y organizaci­ones.

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