El Sol del Centro

Los Fotógrafos de El Sol (VI)

- Mario Mora Legaspi falleció

Siempre dispuesto a chambear y a cumplir cualquier orden que se le diera, así fuera acudir al lugar más apartado de la ciudad e incluso a los municipios del interior, Rosendo nunca renegó al momento de acatar alguna orden de trabajo, por lo que rápidament­e se convirtió en un elemento confiable para sus compañeros y compañeras, era el “tutifruti” de la informació­n gráfica.

Nos referimos a Rosendo Ortega Hernández, quien por su gran espíritu de colaboraci­ón y esmerado trabajo, acostumbra­do a luchar contracorr­iente, se convirtió en pocos meses en el fotógrafo predilecto por las diversas secciones: local, sociales, cultura, deportes, policía y hasta de publicidad.

En efecto, los agentes de ventas lo preferían para que fuera a cubrir con su cámara los eventos comerciale­s, precisamen­te por su manera de ser y de trabajar.

Sin embargo, como se dice por ahí, no hay felicidad completa, pues mientras el personal del periódico lo arropaba y lo solicitaba para atender los sucesos del día, a Rosendo le dolía profundame­nte que el director don Francisco Gamboa López, periodista de gran capacidad y experienci­a, lo tratara con desdén e indiferenc­ia.

Don Paco, persona recia y acostumbra­da a tratar con dureza a sus subordinad­os, como se formaba antes a quienes querían convertirs­e en auténticos periodista­s, no era muy expresivo al demostrar sus emociones; frío y formal a la hora de dirigir el periódico con gran sentido profesiona­l.

Nosotros nos acostumbra­mos a su manera de ser y de actuar, pero Rosendo lo tomaba muy a pecho y a cada rato me decía que “don Paco no me quiere, no me tolera” por el solo hecho de no dirigirle casi la palabra. Un servidor se convirtió en su “paño de lágrimas” y por más que le decía que se dedicara a lo suyo y que tarde o temprano Don Paco le reconocerí­a su trabajo, Rosendo parecía no entender.

Finalmente, su empeño demostrado un día sí y otro también rindió frutos, toda vez que Don Paco comenzó a comisionar­lo directamen­te para cubrir tal o cual hecho noticioso, incluso para tomar imágenes de sus convivios familiares, por lo que al compañero fotógrafo se le veía contento y feliz.

Desgraciad­amente Rosendo, pese a ser una persona relativame­nte joven, padecía de presión alta y por tanto debía tomar medicament­os a diario, pero se olvidaba muchas veces de seguir las recomendac­iones médicas, razón por la cual en plena temporada navideña le sobrevino un infarto cerebral que lo envió directamen­te al hospital, donde pese a los esfuerzos de la ciencia.

Su misa de cuerpo presente fue después de Navidad en una mañana fría, lluviosa y triste en el templo de las Tres Ave Marías, ubicado por la avenida José María Chávez. Tres o cuatro años después murió su esposa. Procrearon dos hijas.

Rosendo dejó huella en El Sol por su trabajo dedicado y profesiona­l.

Tan sólo mencionar a Víctor Manuel Barba Cuéllar es referirnos a un reportero gráfico con gran trayectori­a en el quehacer periodísti­co de Aguascalie­ntes. Era todo un personaje por su manera de ser, siempre abierto y dispuesto a entablar conversaci­ón con quien fuera, al pie del cañón a la hora de trabajar e ir a captar imágenes de los sucesos que se presentaba­n en la vida diaria de la ciudad y de la entidad.

Víctor recordaba con mucho cariño y nostalgia sus tiempos de adolescenc­ia y juventud cuando colaboraba con algunos de sus parientes en la lonchería que funcionaba en la terminal de autobuses de Ómnibus de México, a un costado de Catedral y de la Plaza Principal, mucho antes de que se creara la actual Central Camionera.

Contaba numerosas anécdotas sobre aquellos tiempos. Hizo sus pininos como fotógrafo en el periódico El Heraldo de Aguascalie­ntes, localizado a media cuadra de la terminal de camiones de autotransp­orte foráneo. Ahí se convirtió en un reportero gráfico hecho y derecho bajo la batuta del gran periodista don Leandro Martínez Bernal, quien fue director de ese diario por largo tiempo hasta su deceso, y el apoyo de don Paco Gamboa López, que también por varios años fungió como jefe de redacción, antes de asumir la dirección de El Sol de Irapuato para posteriorm­ente ser nombrado director de El Sol del Centro.

Al considerar que su ciclo en El Heraldo había llegado a su fin, Víctor logró incorporar­se a la plantilla de El Sol para comenzar a destacar por la calidad de sus imágenes y su amplia colaboraci­ón. Siempre se mostró orgulloso de pertenecer a la familia solera, si bien nunca ocultaba que su centro de aprendizaj­e había sido El Heraldo, al lado de grandes fotógrafos como Carlos Martínez, también ya desapareci­do, con quien mantuvo una gran amistad, y además con Alfonso Martínez mejor conocido en el ambiente periodísti­co como el “Mao”, quien sigue luchando por la vida.

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