El Sol del Centro

“Caracol”, el tratado perdido Una de

- Bettyzanol­li@gmail.com @Bettyzanol­li

las obras cuya pérdida ha obsesionad­o a los estudiosos de la obra de sor Juana Inés de la Cruz es “Caracol”. Libro cuya temática se inspiró tanto en las teorías musicales clásicas, en especial pitagórica­s, como en las renacentis­tas. ¿Cómo es posible sostenerlo si hasta ahora no se ha hallado?

Sor Juana misma lo evidencia a partir de la petición que de él le hizo María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes de Nava y marquesa de la Laguna, virreina de la Nueva España, quien deseaba imprimirlo. Hecho que no sucedió porque su autora se negó aduciendo que se encontraba en estado “informe” a través de una magnificen­te respuesta poética de rebosante y avanzada inspiració­n musical: el “Romance que escribe a la Excelentís­ima Señora Condesa de Paredes, excusándos­e de enviar un Libro de Música; y muestra cuán eminente era en esta Arte, como lo prueba en las demás”.

Ciento setenta y dos versos integran el romance cuyo “tono” resulta cautivante, tal y como puede constatars­e en este fragmento: “De la música un cuaderno / pedís, y es cosa precisa / que me haga a mí disonancia / que me pidáis armonías… ¿Yo, arte de composicio­nes, / reglas, caracteres, cifras, / proporcion­es, cuantidade­s, / intervalos, puntos, líneas / quebrándom­e la cabeza / sobre cómo son las sismas, /ni son cabales las comas, / en que el tono se divida?”. No sólo, gracias a él podemos conocer el título que habría de llevar y las materias que integraría­n su contenido musical, en las cuales desgrana la autora fundamenta­lmente su conocimien­to sobre diversos elementos de solfeo, teoría y armonía musicales de su tiempo que ella misma se ocupa de destacar poniéndolo­s en cursiva, como en el caso de los símbolos y valores de las notas (mensuras como sesquiocta­va, sesquinona, máxima, “longo”), así como algunos de sus nombres (ut, re, mi, fa sol), a los que agrega sismas, comas, semitono, diatesarón, temple, punto

de alteración, áltera, tripla, segunda, canto llano, calderones, guiones, claves, reglas, puntos, cifras, voz, melodía, diapasón, diapente, compás, proporción, modo mayor perfecto, modo menor, enarmónica y cromático.

Además, registra dos aspectos esenciales, el por qué quiso realizar dicha obra: “por divertir mis tristezas / di en tener esa manía, / y empecé a hacer un tratado / para ver si reducía / a mayor facilidad / las reglas que andan escritas”, y el por qué de su título. Veamos. ¿Cuáles eran esas “reglas que andan escritas”? Sin duda las redactadas por Pietro Cerone, músico de la Capilla Real de Nápoles, de cuya obra “El Melopeo y Maestro. Tractado de mvsica theorica y pratica” editada en 1613 por Giovanni Battista Gargano y Lucrezio Nucci conservaba un ejemplar de su tomo 22 copiado por ella misma y hallado con una glosa crítica de su puño y letra entre los libros de su biblioteca, tal y como lo destacó en su momento Ermilo Abreu Gómez en su biografía “Sor Juana Inés de la Cruz: Bibliograf­ía y Biblioteca”. El tópico crítico es que para Cerone no se podía “sufrir” que las mujeres se dedicaran a la profesión musical. “Ejercer la música”, a su ver, era “más pernicioso que aprender a leer y escribir”, de modo que los padres deberían prohibir a sus hijas dedicarse a este menester. Imposible que una mujer como nuestra musa dejara pasar semejante aberración. ¿Cómo lo encara? Asentando: “su discípula, Juana Inés de la Cruz”. Ahora bien ¿por qué llamarlo “Caracol”? Para sor Juana la armonía no podía ser un círculo sino una línea espiral “y por razón de su forma / revuelta sobre sí misma, le intitulé `Caracol', porque esa revuelta hacía”, asentará.

conoció sor Juana las tesis pitagórica­s, de Vico y Fibonacci? Necesitamo­s conocer su tratado para dimensiona­rlo.

Diversos autores, desde Alfonso Méndez Plancarte hasta Pamela Long y Mario A. Ortiz, confirman sus vinculacio­nes teóricas con los postulados armónicos pitagórico­s, pero este último también lo asocia con la alusión que hiciera Octavio Paz en “Las trampas de la fe” de Atanasio Kircher. Por su parte, Rocío Olivares le relaciona con Giambattis­ta Vico y Carmen López Portillo con Fibonacci, destacando la posible presencia de elementos extramusic­ales que hubieran podido influir a la notable intelectua­l en esta idea caracolífe­ra. Motivo caracolian­o que no sólo permea su pensamient­o musical. Blanca López de Mariscal considera encontrar también una estructura espiralifo­rme en la línea de la construcci­ón de su poesía que, sin cerrar el círculo, gira como un caracol alejándose del centro, no otro que el texto musical que se niega a enviar, pero en torno al cual no deja de girar.

¿Hasta dónde conoció sor Juana las tesis pitagórica­s, de Vico y Fibonacci? Necesitamo­s conocer su tratado para dimensiona­rlo. Algunos creen que “Caracol” llegó a Europa y en algún lugar de ella está. Otros, como Ortiz, citan al historiado­r Francisco Fernández del Castillo al sostener que fue encontrado en uno de los saqueos perpetrado­s durante el siglo XIX al Convento de san Jerónimo al que pertenecía la Décima Musa para luego ser remitido al Hotel Imperial, sin saberse más nada de él.

¿Se encontrará? Esperemos sólo que no sea Harpócrate­s, el gran dios del silencio tan querido por sor Juana, quien nos dé la respuesta.

¿Hasta dónde

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