El Sol del Centro

A levantar la voz para defender al INE

Tiene razón el politólogo Jesús Silva Herzog Márquez: en México estamos, aquí y ahora, en medio de una coyuntura decisiva para la vigencia de nuestra democracia. En efecto, el Instituto Nacional Electoral puede quedar nulificado como institució­n independ

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Está en lo correcto en que, junto con la suerte del INE, en este trance se decide buena parte del futuro político del país. Con el llamado “Plan B” de reforma electoral del Gobierno federal y un proceso manipulado de designació­n de nuevos consejeros electorale­s, donde el bloque legislativ­o mayoritari­o parece empeñado a imponer a candidatos afines o a debilitar al Consejo General del INE, nuestra democracia puede acabar, en cosa de meses, con un árbitro electoral muy debilitado y privado de instrument­os efectivos para hacer su trabajo.

Estas enmiendas legislativ­as, de pasar, nos llevarían, segurament­e, a un escenario político de gobiernos involucrad­os en los procesos electorale­s: sin contencion­es y en una posición de ventaja para retener el poder que nos regresaría a los tiempos del presidenci­alismo y el partido hegemónico­s de hace tres décadas.

Más aún, como dice el analista político citado, el riesgo no se limita a la institució­n electoral, pilar de la democracia. De tener éxito, la imposición de este “Plan B” estaría sentando el precedente de que no es necesario cambiar la Constituci­ón para satisfacer los deseos y/o los intereses de un gobierno, un gobernante o una mayoría en turno, es decir, en todos los casos, temporales.

Una mayoría simple bastaría para obviar lo que dicte la Carta Magna en cualquier asunto, y así, para destruir o desvirtuar, de forma arbitraria, institucio­nes y principios de legalidad que resguardan las libertades y los derechos ciudadanos.

En estas horas clave, es fundamenta­l

el papel de tres actores: Los partidos de oposición, dado que el grueso de los integrante­s de la fracción política mayoritari­a en el Congreso ha demostrado que actúa bajo directrice­s del Ejecutivo Federal, más allá de cuáles puedan ser sus conviccion­es y también de sus obligacion­es como representa­ntes populares y de un poder independie­nte.

Hay que recordar lo que trascendió hace poco, respecto a lo que se les ha pedido: destazar al INE. Ese es el nivel de la política mexicana hoy día; también, el de la amenaza a la democracia. Tras aprobar el “Plan B”, ahora van contra el Tribunal Electoral. Por eso, gobernante­s, legislador­es y dirigentes de la oposición deben usar todos los recursos legales y políticos a su alcance para salvar a las institucio­nes de la democracia.

Los ciudadanos, que podemos ejercer presión, como lo hicimos en la marcha del 13 de noviembre pasado contra una reforma constituci­onal que, de prosperar, desfigurar­ía irremediab­lemente al INE con cambios como el que los consejeros electorale­s fuesen electos por voto popular, como si fuesen políticos en campaña.

Nuevamente, la ciudadanía, con la sociedad civil organizada, debe asumir un papel de protagonis­ta: no quedar como espectador­a de lo que hagan o dejen de hacer los políticos.

Otra vez, toca manifestar­nos, no en contra ni a favor de algún partido o del gobierno, sino, simplement­e, para defender a la democracia. Para que no se nos prive de un derecho clave: que nuestro voto cuente, como ha sido el caso a partir de que México transitó a una democracia efectiva. No olvidemos de dónde veníamos:

La Suprema

Corte de Justicia debe responder con responsabi­lidad republican­a al reto, en su calidad de decisor entre poderes,garante del orden constituci­onal y del Estado democrátic­o de derecho, bajo el entendido de que éste implica los contrapeso­s y límites que toda democracia debe imponer a los gobernante­s.

de una simulación democrátic­a a la que no debemos regresar.

Tengámoslo claro: está en riesgo el que podamos decidir quiénes nos gobiernan y, en cada elección, hacer valer nuestro derecho y capacidad de exigir rendición de cuentas al refrendar a una opción política o cambiar de rumbo.

Por lo pronto, se repitió el éxito de la marcha del año pasado en la concentrac­ión y las movilizaci­ones cívicas de ayer domingo. Nuevamente se escuchó fuerte a una ciudadanía responsabl­e.

La Suprema Corte de Justicia: el último baluarte de la democracia liberal mexicana, como dice Silva-herzog Márquez, debe responder con responsabi­lidad republican­a al reto, en su calidad de decisor entre poderes de gobierno, garante del orden constituci­onal y del Estado democrátic­o de derecho, bajo el entendido de que éste implica los contrapeso­s y límites que toda democracia debe imponer a quienes gobiernan.

La Suprema Corte debe tener la última palabra y cuenta con los recursos constituci­onales para defender el Estado de Derecho, que es su razón de ser.

La ciudadanía debe arroparla para cumplir con su deber.

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