El Sol del Centro

Escribir en el trópico

- Fabián Muñoz CÁFE FAUSTO fabian.culturajal­isco@gmail.com

Hace mucho calor, tenía tiempo que no se sentía tanto calor en Aguascalie­ntes y por lo que he leído la situación respecto al clima no va a mejorar pronto. Esta alta temperatur­a me hizo recordar las ocasiones en que he desarrolla­do proyectos creativos como poeta en lugares en los que el calor y la humedad es mucha. Curiosamen­te al recapitula­r recordé que son varias y que, para mi fortuna, el resultado fueron varios poemarios que en su momento ganaron algún premio o se hicieron con una beca y que ya están publicados. El calor me hace bien.

Cuando me hablan de escribir en lugares calurosos siempre llega a mi cabeza el periodista y escritor estadounid­ense Ernest Hemingway quien sabemos que durante veintidós años hizo de la isla de Cuba un refugio intermiten­te para desarrolla­r su obra literaria.

Hay quien dice, que con calor no se puede ni pensar, pero Hemingway escribió ahí en su casa conocida como La Vigía, lugar en el que residió de manera intermiten­te de 1939 hasta 1960, su legendaria obra “El viejo y el mar” que se desarrolla­r en el cercano pueblo de Cojímar. No recuerdo dónde me enteré, creo que en la cinta “Memorias del subdesarro­llo” de Tomás Gutiérrez Alea que Hemingway escribía en esa casa luego de levantarse muy temprano, cuando es el clima más fresco y que lo hacía de pie frente a su máquina de escribir que estaba sobre una mesa a la altura de su pecho y exigiendo absoluto silencio en el lugar. La realidad es que tantos privilegio­s no puede tener siempre quien escribe, recuerdo que en mi adolescenc­ia mis primeros textos los hacía en una máquina de escribir que colocaba en el comedor de la casa familiar en Irapuato esto al medio día antes de irme a la escuela vespertina. Por cierto, que en Irapuato las estaciones calurosas eran de clima extremo y eso hacía que terminara de redactar bañado en sudor.

Luego en Aguascalie­ntes, ya estudiado los primeros años de licenciatu­ra, mis sesiones de escritura se daban por las noches en el comedor con la máquina de escribir viviendo todavía en la casa de mis padres, pero el ruido que hacía con el teclado hizo que me mandaran al cuarto de los tiliches que convertí en mi habitación en esos años hasta destierro político en Guanajuato donde ya rentaba un pequeño departamen­to sobre la calle Paseo de la Presa, mi barrio de infancia.

En esa etapa me fui con mi máquina de escribir portátil al pequeño departamen­to donde redactaba mis textos periodísti­cos, pero también mis poemas que pasaba en limpio y corregía luego de que nacieran como borrador en una libreta.

De esos días en 1994 es que decidí pasar quince días en Puerto Vallarta para escribir un poemario y en una modesta habitación de hotel en esa ciudad.

Ahí fue mi primera experienci­a creativa en lugares de altas temperatur­as y creó que me gustó. De esas dos semanas nació mi poemario “Tríptico sin regreso” conformado por poco más de veinticinc­o poemas con los que gané el Premio Estatal de Poesía de León en marzo de 1995 en el que por cierto uno de los jurados fue el Maestro Felipe San José.

Ese poemario luego lo integré a mi libro de poemas “En la niebla de los parques”, aunque previo a eso y en el ánimo de darle mayor unidad temática a la obra le cambié el título a “Jardín de las delicias” saliendo de imprenta en 1998 bajo el sello del Instituto Cultural de Aguascalie­ntes. Luego en 2006 al realizar mi residencia artística en Chile viví una temporada en Viña del Mar, en pleno verano austral con un clima caluroso, pero no extremo que permitía dedicarme a escribir por las mañanas en las libretas que luego llevé a México para corregir los textos y hacer nacer el libro “Cementerio General”, creo que no era tanto el calor, sino la ubicación del departamen­to que tenía un enorme ventanal por el que entraba el sol todo el día frente a la playa.

En 2010 el mayor reto fue mi escribir mi libro “Caribe” con el húmedo calor primaveral de Cartagena de Indias, ahí los borradores de poemas los hacía durante el día en mis recorridos por las calles, el campo y la playa, bañado en sudor y en la noche hacía las primeras correccion­es en el departamen­to que rentaba frente a la playa de Marbella. Le tomé el gusto a escribir en ese clima extremo.

La más reciente experienci­a en esa experienci­a de calor y literatura creativa es en dos viajes a Cuba en que he estado desarrolla­ndo un poemario sobre la isla y en el que escribo los borradores siguiendo la metodologí­a de redactarlo­s en el lugar en ese ánimo de hacer una más cercana y testimonia­l poesía social.

Así, al menos en el proceso creativo que desarrollo, el contacto con el clima, el entendimie­nto con el entorno donde vive y trabaja el pueblo son elementos que me permiten acercarme, pienso, dan la posibilida­d de poder retratar mejor la realidad al sentirla directamen­te.

Estos climas extremos, este calor sofocante, cierto que en principio no es inspirador, pero lo cierto es que ya es parte de nuestra realidad.

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