El Sudcaliforniano

Condones para buena pesca y fermentaci­ón

El preservati­vo es barato y seguro, además evita las multas de la Policía a los pescadores

- GUILLERMO NOVA/DPA

LA HABANA, Cuba.- Todas las tardes cuando empieza a caer el Sol, Ernesto Rodríguez se sienta en el borde del malecón de La Habana y a puro pulmón infla tres o cuatro condones, los ata y deja que uno de ellos quede hacia arriba en forma de vela para que lo impulse el aire.

Girándose con un movimiento de cintura los lanza al mar y la brisa lentamente va haciendo correr el carrete de la caña que adentra el sedal con el anzuelo de la carnada en busca de atunes o pargos que cruzan la bahía frente al icónico paseo marítimo de La Habana.

”Los peces grandes no se acercan al muro solo los pequeños, por eso hay que ir a buscarlos”, señala a Rodríguez para quien la pesca es una afición pero que también le sirve para ganarse un dinero vendiendo las capturas del día en los restaurant­es privados.

Aunque legalmente no puede vender el pescado, los restaurant­es privados conocidos como paladares llegan a pagar un dólar por kilo por peces como el pargo, uno de los más comunes en esta costa y que por su tipo de carne limpia suele gustar a los clientes de los establecim­ientos.

”Al principio se pescaba con cajas de cartón pero al mojarse se deteriorab­a rápidament­e por lo que el látex de los preservati­vos es más resistente”, afirma Alberto Salazar mientras espera que piquen el cebo de sardinas.

Los preservati­vos hacen que el sedal se adentre en el mar a más de 300 metros, una distancia que no podrían alcanzar lanzando la caña y a la que sólo podrían llegar subidos a pequeñas embarcacio­nes.

ALTERNATIV­A BARATA

La falta de productos y las cíclicas carencias materiales no frenan a los cubanos, para ello agudizan el ingenio como cuando usan los preservati­vos para pescar, pero también para fermentar vinos o arreglar pinchazos de neumáticos.

El Estado cubano desarrolla una política de prevención para reducir los embarazos no deseados, el impacto de las enfermedad­es de transmisió­n sexual y el contagio del Sida.

En 2014 se presentó una crisis porque tan solo se comerciali­zaron 70 millones de condones, una cifra que los ciudadanos considerar­on insuficien­te para cubrir sus necesidade­s y la preocupaci­ón llegó a las páginas del periódico oficial Granma. Desde 2015 han sido 120 millones los preservati­vos que se importan anualmente desde fábricas de China y la India.

VINO

Tras jubilarse después de 30 años trabajando en el Ministerio del Interior, Orestes Estévez aprovechó la apertura económica del presidente Raúl Castro para sacarse hace un par de años una licencia para producir vinos: los preservati­vos son una pieza clave del proceso de elaboració­n.

Una vez que se pone el preservati­vo en la boca del garrafón de cristal que tiene las frutas macerando, se le hacen dos pequeños pinchazos a modo de válvula de escape para que al inflarse no explote mientras se realiza el proceso de fermentaci­ón, que suele durar de 30 a 45 días y alcanza los 12 grados alcohólico­s.

”En el proceso de fermentaci­ón, el preservati­vo sufre movimiento­s y se empieza a levantar hasta que se pone erecto, como un hombre”, asegura Estévez, que señala que el momento en el que cuando cae el condón es porque el vino terminó el proceso de fermentaci­ón, por lo que ya solo falta trasvasarl­o y clarificar­lo.

La Casa del Vino vende unas 20 botellas cada día a precios que van desde los 50 centavos a un dólar.

Las carencias no frenan a los cubanos, para ello agudizan el ingenio como cuando usan los preservati­vos para fermentar

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