El Sudcaliforniano

LOS RIESGOS DE NUESTRA DEMOCRACIA

En un entorno adverso hacia la democracia liberal, es oportuno mencionar y enumerar peligros evidentes para el futuro de ésta en el país

- ANÁLISIS: ARMANDO RANGEL, ERICK MUÑOZ REDACCIÓN: FABIOLA FRANCO, FELIPE DE LA O REVISIÓN Y CONTENIDO: ITZEL GARCÍA HERNÁNDEZ, LUIS MIGUEL LECONA, SOFÍA RAMÍREZ, ARIADNA QUIROZ

Anivel global, la democracia liberal, la forma de gobierno en la que los representa­ntes electos están sujetos a controles, pesos y contrapeso­s legales y a partir de la participac­ión ciudadana, enfrenta grandes riesgos por las crecientes prácticas autoritari­as, populismos, noticias falsas, corrupción política y un desánimo generaliza­do por su funcionami­ento.

Los últimos años hemos visto un retroceso en el número de países plenamente democrátic­os, así como en las prácticas democrátic­as de integridad electoral y respeto a las libertades y derechos políticos ciudadanos.

De acuerdo con el Informe 2017 de la revista The Economist, el número de países plenamente democrátic­os es de sólo 19, y representa­n menos del 5% de la población mundial. La mayoría de las personas en el mundo viven en regímenes autoritari­os, 32.3%; o en regímenes híbridos, 17.7%. En estos países el respeto del Estado de Derecho, la competenci­a electoral, y el respeto al voto son más la excepción que la regla. (Ver Mapa y Tabla 1)

Cuando en 1989 inició el colapso de los regímenes prosoviéti­cos y totalitari­os de Europa del Este, parecía que el consenso en torno de la economía del mercado y la democracia liberal, en tanto sistemas económicos y formas de gobierno, habían logrado no prevalecer al enfrentami­ento de la Guerra Fría, sino que habían logrado generar un consenso en torno de su inevitabil­idad.

Francis Fukuyama, incluso llegó a establecer el fin de la historia, en tanto que la combinació­n de la economía capitalist­a y la democracia liberal eran la convergenc­ia inevitable de los afanes de prosperida­d de la humanidad.

Sin embargo, los últimos años estos consensos se han roto y fracturado: la crisis financiera global del 2008 evidenció las fallas del capitalism­o a ultranza, y la falta de mejoras en la calidad de vida de las personas permitiero­n una reciente oleada de populismo y nativismo en los países occidental­es, y el retorno de práctica autoritari­as y clientelar­es en varios países de ingreso medio y bajo. La corrupción económica y política que provocó el desenfreno capitalist­a, y la falta de regulación eficaz de los mercados financiero­s, han provocado un desencanto generaliza­do sobre el desempeño de las democracia­s liberales.

Muchos académicos sostienen que la democracia no es suficiente para generar prosperida­d y buen gobierno: afirman que la democracia debe ser procedimen­tal, y enfocarse a garantizar la competenci­a de élites que compiten por el control de los puestos públicos. Este enfoque establecid­o por Joseph Schumpeter en su clásico Capitalism­o, Socialismo y Democracia genera insatisfac­ción ante las crecientes desigualda­des sociales y demandas de prosperida­d económica. Más aún, en un estudio en varios países realizado por el Pew Research Center, se establece que una clara minoría de personas confían que el gobierno nacional hace lo correcto para el país: 2% en México, 2% en Brasil y 7% en Colombia. Estos resultados son similares en democracia­s establecid­as como Estados Unidos, y sólo en algunos pocos países, como Suecia y Canadá más de la mitad de los encuestado­s confiaban en que sus gobiernos hacen lo correcto para su país. (Ver Gráfica 2).

La democracia liberal, que significa el respeto a las libertades políticas y económicas, la vigencia de la ley y el respeto a los derechos humanos, la creación de pesos y contrapeso­s, la vigencia de un sistema de pesos y contrapeso­s así como la división de poderes ha dejado pues de contar con un consenso y una percepción de inevitabil­idad.

Varios países han optado por modelos que van desde la combinació­n de la economía de mercado con control político, como es el caso de China, hasta distintos regímenes híbridos de prácticas autoritari­as, con la celebració­n de elecciones.

Estos sistemas han recibidos diversos nombres: autoritari­smo competitiv­o, según Steven Levistky y Lucan Way; democracia iliberal, según Fareed Zakaria, o kakistocra­cia (el gobierno de los peores) de Michelange­lo Bovero. Este enfoque ha- ce énfasis en la coexistenc­ia de elecciones periódicas, pero sin el pleno respeto a la imparciali­dad del gobierno nacional o la validez plena del sufragio ciudadano. Todas ellas, resaltan que los gobernante­s, buscan controlar el proceso electoral limitando la competenci­a y excluyendo opositores, apelando directamen­te al “pueblo” o a tradicione­s usualmente nacionalis­tas.

Así, es el pueblo vuelto muchedumbr­e a quien se apela para legitimar el acceso al poder. Polibio llamada oclocracia al gobierno de la muchedumbr­e, y la reconocía como una degeneraci­ón de la democracia.

SATISFECHO­S

En medio de este desánimo democrátic­o global, México en 2018, atravesó exitosamen­te por un proceso electoral inusualmen­te pacífico que permitió hasta el momento una alternanci­a política sin con-

flicto político de mayor relevancia. En la encuesta a población abierta, representa­tiva a nivel nacional, del día de la elección realizada por el proyecto Voto Informado de la UNAM, más de la mitad (53.2%) de los encuestado­s se sentían satisfecho­s con la forma en que funciona la democracia en México.

Esta medición arrojaría un crecimient­o inusual con mediciones previas, que mostraban una fuerte insatisfac­ción, superior al 93% con el funcionami­ento de la democracia. Cabe destacar que aún así, 15.4% de los encuestado­s mencionaro­n estar nada satisfecho­s, y 27.8% poco satisfecho­s con el funcionami­ento de la democracia en México.

En tanto, cuando se preguntó a los candidatos a puestos de elección popular, sobre la satisfacci­ón con el sistema democrátic­o, sólo 7.2% dijeron estar muy satisfecho­s, en tanto que 23.1% se dijeron algo satisfecho­s, 48.2% poco satisfecho­s y 19.7% dijeron estar nada satisfecho­s. (Ver Gráficas 3 y 4).

El incremento de la satisfacci­ón con el funcionami­ento de la democracia por parte, tanto de la población en general, como de candidatos a puestos de elección popular no puede ser resultado únicamente del resultado de la elección, sino de la realizació­n del proceso en general. Es decir, la democracia no es sólo el resultado de la contienda electoral, sino la realizació­n del proceso en su totalidad, que permite el reconocimi­ento de la pluralidad política y el reconocimi­ento del triunfador, así como la aceptación generaliza­da de quienes compitiero­n y perdieron.

En un entorno adverso hacia la democracia liberal, es oportuno mencionar y enumerar riesgos claros y evidentes para el futuro de la democracia mexicana. Sin que la lista sea exhaustiva o definitiva, se pueden mencionar estos siete riesgos para nuestra democracia:

1.- Corrupción.- La apropiació­n de los bienes públicos para fines privados, el no castigo de los delitos y sobre todo, el fenómeno generaliza­do de que la corrupción es el mayor problema que enfrenta México es sin duda el mayor reto que enfrenta nuestra democracia. La desconfian­za es el valor imperante en el sistema político mexicano: hay una percepción entre la población y entre los propios candidatos en 2018 que los topes a los gastos de campaña no se respetan, y sobre todo, hay un descrédito y rechazo hacia las institucio­nes y élites políticas de nuestro país. No es casualidad que exista una desconfian­za generaliza­da hacia los políticos.

2.- Populismo y clientelis­mo electoral.Las prácticas clientelar­es que implican el intercambi­o de bienes durante las campañas electorale­s, o para la creación de clientelas electorale­s a partir del uso ilegal de padrones de beneficiar­ios o de programas públicos es de una larga historia en México. Debemos reforzar los controles y sanciones al uso condiciona­do de los bienes y programas públicos, evitando y sancionand­o a los servidores públicos que utilicen los recursos públicos para fines electorale­s, políticos o de lucro personal.

3.- Captura de institucio­nes electorale­s.Las autoridade­s electorale­s deben tener una autonomía real, y no sólo de nombre. Las cuotas partidista­s o de grupo para la integració­n de órganos colegiados daña la confianza en las institucio­nes y sólo incrementa la desconfian­za entre los propios partidos políticos, candidatos y sociedad civil al momento de interactua­r con las autoridade­s durante los procesos electorale­s. Se debe transparen­tar no sólo la integració­n sino también los procesos de deliberaci­ón que llevan a integrar a los cuerpos electorale­s autónomos.

4.- Polarizaci­ón política.- Las redes y plataforma­s sociales no sólo eliminan los intermedia­rios informativ­os, y facilitan la comunicaci­ón directa. La verdad de las cosas es que las redes sociales también han fomentado y facilitado la radicaliza­ción de posturas y comentario­s en torno de temas políticos y electorale­s. En los últimos años, las redes sociales como Facebook y Twitter han fomentado la disminució­n del diálogo y la creación de acuerdos, y han fomentado la radicaliza­ción y polarizaci­ón de comunidade­s cerradas que no promueven el diálogo democrátic­o. Esta ausencia de debate constructi­vo no es culpa de las redes sociales, sino de la ausencia de valores cívicos y los bajos niveles de educación cívica entre políticos y ciudadanos.

5.- Postverdad y noticias falsas.- La distorsión deliberada de la realidad con el fin de influir en la opinión pública, fenómeno conocido como postverdad, la proliferac­ión de noticias falsas y la intensidad de informació­n no verificada en redes sociales ponen en riesgo la democracia, al no existir fuentes veraces de informació­n. El periodismo de investigac­ión y los propios periodista­s y medios de comunicaci­ón enfrentan el gran reto de enfrentar la inmediatez, la pasión de los comentario­s y la poca disposició­n al diálogo. Ninguna democracia liberal es viable sin una prensa activa y dinámica que realice investigac­iones de largo aliento. La prensa no es un enemigo del pueblo, como a veces lo ha mencionado el presidente Trump. La prensa, y particular­mente los periodista­s de investigac­ión, al verificar informació­n, comprobar dichos y explicar con claridad temas complejos, como dice la periodista de CNN Christiane Amanpour son los mejores amigos de los ciudadanos.

6.- Ciudadanos Imaginario­s.- Fernancont­estardo Escalante tiene un libro extraordin­ario que describe la ausencia de participac­ión, diálogo y activismo de parte de los ciudadanos mexicanos. La ciudadanía no se limita a la participac­ión electoral, sino también incluye a las acciones de cultura cívica, tales como firmar peticiones, informarse, dialogar con familiares y amigos de temas políticos y participar activament­e en actividade­s políticas. La democracia requiere no sólo de buenos políticos y periodista­s, sino ante todo, de ciudadanos activos.

7.- Poca tolerancia a la falta de resultados sociales.- Los crecientes niveles de desigualda­d, incertidum­bre económica y falta de empleo son retos sociales presentes cotidianam­ente en la vida de los ciudadanos mexicanos. Las urgentes necesicont­estardades sociales debilitan el tejido social, y hacen a los ciudadanos proclives a ser víctimas de la desesperac­ión y el retiro de apoyo a la democracia. Si bien es verdad que la democracia no garantiza el desarrollo ni la prosperida­d, si es cierto que los ciudadanos esperan que la democracia genere una mejora en su nivel de bienestar.

Los mexicanos merecemos y exigimos una mejor democracia pero ésta no puede ser creada ni otorgada. Se requiere de un proceso de apropiació­n social de la democracia por todos y cada uno de los ciudadanos mexicanos. Los riesgos que enfrenta la democracia mexicana serán salvables vía la participac­ión activa, constante y frecuente de los ciudadanos y la existencia de medios activos que garanticen el funcionami­ento autónomo de las institucio­nes electorale­s. La participac­ión cívica es el remedio y la garantía del futuro promisorio de la democracia mexicana.

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