LOS RIESGOS DE NUESTRA DEMOCRACIA
En un entorno adverso hacia la democracia liberal, es oportuno mencionar y enumerar peligros evidentes para el futuro de ésta en el país
Anivel global, la democracia liberal, la forma de gobierno en la que los representantes electos están sujetos a controles, pesos y contrapesos legales y a partir de la participación ciudadana, enfrenta grandes riesgos por las crecientes prácticas autoritarias, populismos, noticias falsas, corrupción política y un desánimo generalizado por su funcionamiento.
Los últimos años hemos visto un retroceso en el número de países plenamente democráticos, así como en las prácticas democráticas de integridad electoral y respeto a las libertades y derechos políticos ciudadanos.
De acuerdo con el Informe 2017 de la revista The Economist, el número de países plenamente democráticos es de sólo 19, y representan menos del 5% de la población mundial. La mayoría de las personas en el mundo viven en regímenes autoritarios, 32.3%; o en regímenes híbridos, 17.7%. En estos países el respeto del Estado de Derecho, la competencia electoral, y el respeto al voto son más la excepción que la regla. (Ver Mapa y Tabla 1)
Cuando en 1989 inició el colapso de los regímenes prosoviéticos y totalitarios de Europa del Este, parecía que el consenso en torno de la economía del mercado y la democracia liberal, en tanto sistemas económicos y formas de gobierno, habían logrado no prevalecer al enfrentamiento de la Guerra Fría, sino que habían logrado generar un consenso en torno de su inevitabilidad.
Francis Fukuyama, incluso llegó a establecer el fin de la historia, en tanto que la combinación de la economía capitalista y la democracia liberal eran la convergencia inevitable de los afanes de prosperidad de la humanidad.
Sin embargo, los últimos años estos consensos se han roto y fracturado: la crisis financiera global del 2008 evidenció las fallas del capitalismo a ultranza, y la falta de mejoras en la calidad de vida de las personas permitieron una reciente oleada de populismo y nativismo en los países occidentales, y el retorno de práctica autoritarias y clientelares en varios países de ingreso medio y bajo. La corrupción económica y política que provocó el desenfreno capitalista, y la falta de regulación eficaz de los mercados financieros, han provocado un desencanto generalizado sobre el desempeño de las democracias liberales.
Muchos académicos sostienen que la democracia no es suficiente para generar prosperidad y buen gobierno: afirman que la democracia debe ser procedimental, y enfocarse a garantizar la competencia de élites que compiten por el control de los puestos públicos. Este enfoque establecido por Joseph Schumpeter en su clásico Capitalismo, Socialismo y Democracia genera insatisfacción ante las crecientes desigualdades sociales y demandas de prosperidad económica. Más aún, en un estudio en varios países realizado por el Pew Research Center, se establece que una clara minoría de personas confían que el gobierno nacional hace lo correcto para el país: 2% en México, 2% en Brasil y 7% en Colombia. Estos resultados son similares en democracias establecidas como Estados Unidos, y sólo en algunos pocos países, como Suecia y Canadá más de la mitad de los encuestados confiaban en que sus gobiernos hacen lo correcto para su país. (Ver Gráfica 2).
La democracia liberal, que significa el respeto a las libertades políticas y económicas, la vigencia de la ley y el respeto a los derechos humanos, la creación de pesos y contrapesos, la vigencia de un sistema de pesos y contrapesos así como la división de poderes ha dejado pues de contar con un consenso y una percepción de inevitabilidad.
Varios países han optado por modelos que van desde la combinación de la economía de mercado con control político, como es el caso de China, hasta distintos regímenes híbridos de prácticas autoritarias, con la celebración de elecciones.
Estos sistemas han recibidos diversos nombres: autoritarismo competitivo, según Steven Levistky y Lucan Way; democracia iliberal, según Fareed Zakaria, o kakistocracia (el gobierno de los peores) de Michelangelo Bovero. Este enfoque ha- ce énfasis en la coexistencia de elecciones periódicas, pero sin el pleno respeto a la imparcialidad del gobierno nacional o la validez plena del sufragio ciudadano. Todas ellas, resaltan que los gobernantes, buscan controlar el proceso electoral limitando la competencia y excluyendo opositores, apelando directamente al “pueblo” o a tradiciones usualmente nacionalistas.
Así, es el pueblo vuelto muchedumbre a quien se apela para legitimar el acceso al poder. Polibio llamada oclocracia al gobierno de la muchedumbre, y la reconocía como una degeneración de la democracia.
SATISFECHOS
En medio de este desánimo democrático global, México en 2018, atravesó exitosamente por un proceso electoral inusualmente pacífico que permitió hasta el momento una alternancia política sin con-
flicto político de mayor relevancia. En la encuesta a población abierta, representativa a nivel nacional, del día de la elección realizada por el proyecto Voto Informado de la UNAM, más de la mitad (53.2%) de los encuestados se sentían satisfechos con la forma en que funciona la democracia en México.
Esta medición arrojaría un crecimiento inusual con mediciones previas, que mostraban una fuerte insatisfacción, superior al 93% con el funcionamiento de la democracia. Cabe destacar que aún así, 15.4% de los encuestados mencionaron estar nada satisfechos, y 27.8% poco satisfechos con el funcionamiento de la democracia en México.
En tanto, cuando se preguntó a los candidatos a puestos de elección popular, sobre la satisfacción con el sistema democrático, sólo 7.2% dijeron estar muy satisfechos, en tanto que 23.1% se dijeron algo satisfechos, 48.2% poco satisfechos y 19.7% dijeron estar nada satisfechos. (Ver Gráficas 3 y 4).
El incremento de la satisfacción con el funcionamiento de la democracia por parte, tanto de la población en general, como de candidatos a puestos de elección popular no puede ser resultado únicamente del resultado de la elección, sino de la realización del proceso en general. Es decir, la democracia no es sólo el resultado de la contienda electoral, sino la realización del proceso en su totalidad, que permite el reconocimiento de la pluralidad política y el reconocimiento del triunfador, así como la aceptación generalizada de quienes compitieron y perdieron.
En un entorno adverso hacia la democracia liberal, es oportuno mencionar y enumerar riesgos claros y evidentes para el futuro de la democracia mexicana. Sin que la lista sea exhaustiva o definitiva, se pueden mencionar estos siete riesgos para nuestra democracia:
1.- Corrupción.- La apropiación de los bienes públicos para fines privados, el no castigo de los delitos y sobre todo, el fenómeno generalizado de que la corrupción es el mayor problema que enfrenta México es sin duda el mayor reto que enfrenta nuestra democracia. La desconfianza es el valor imperante en el sistema político mexicano: hay una percepción entre la población y entre los propios candidatos en 2018 que los topes a los gastos de campaña no se respetan, y sobre todo, hay un descrédito y rechazo hacia las instituciones y élites políticas de nuestro país. No es casualidad que exista una desconfianza generalizada hacia los políticos.
2.- Populismo y clientelismo electoral.Las prácticas clientelares que implican el intercambio de bienes durante las campañas electorales, o para la creación de clientelas electorales a partir del uso ilegal de padrones de beneficiarios o de programas públicos es de una larga historia en México. Debemos reforzar los controles y sanciones al uso condicionado de los bienes y programas públicos, evitando y sancionando a los servidores públicos que utilicen los recursos públicos para fines electorales, políticos o de lucro personal.
3.- Captura de instituciones electorales.Las autoridades electorales deben tener una autonomía real, y no sólo de nombre. Las cuotas partidistas o de grupo para la integración de órganos colegiados daña la confianza en las instituciones y sólo incrementa la desconfianza entre los propios partidos políticos, candidatos y sociedad civil al momento de interactuar con las autoridades durante los procesos electorales. Se debe transparentar no sólo la integración sino también los procesos de deliberación que llevan a integrar a los cuerpos electorales autónomos.
4.- Polarización política.- Las redes y plataformas sociales no sólo eliminan los intermediarios informativos, y facilitan la comunicación directa. La verdad de las cosas es que las redes sociales también han fomentado y facilitado la radicalización de posturas y comentarios en torno de temas políticos y electorales. En los últimos años, las redes sociales como Facebook y Twitter han fomentado la disminución del diálogo y la creación de acuerdos, y han fomentado la radicalización y polarización de comunidades cerradas que no promueven el diálogo democrático. Esta ausencia de debate constructivo no es culpa de las redes sociales, sino de la ausencia de valores cívicos y los bajos niveles de educación cívica entre políticos y ciudadanos.
5.- Postverdad y noticias falsas.- La distorsión deliberada de la realidad con el fin de influir en la opinión pública, fenómeno conocido como postverdad, la proliferación de noticias falsas y la intensidad de información no verificada en redes sociales ponen en riesgo la democracia, al no existir fuentes veraces de información. El periodismo de investigación y los propios periodistas y medios de comunicación enfrentan el gran reto de enfrentar la inmediatez, la pasión de los comentarios y la poca disposición al diálogo. Ninguna democracia liberal es viable sin una prensa activa y dinámica que realice investigaciones de largo aliento. La prensa no es un enemigo del pueblo, como a veces lo ha mencionado el presidente Trump. La prensa, y particularmente los periodistas de investigación, al verificar información, comprobar dichos y explicar con claridad temas complejos, como dice la periodista de CNN Christiane Amanpour son los mejores amigos de los ciudadanos.
6.- Ciudadanos Imaginarios.- Fernancontestardo Escalante tiene un libro extraordinario que describe la ausencia de participación, diálogo y activismo de parte de los ciudadanos mexicanos. La ciudadanía no se limita a la participación electoral, sino también incluye a las acciones de cultura cívica, tales como firmar peticiones, informarse, dialogar con familiares y amigos de temas políticos y participar activamente en actividades políticas. La democracia requiere no sólo de buenos políticos y periodistas, sino ante todo, de ciudadanos activos.
7.- Poca tolerancia a la falta de resultados sociales.- Los crecientes niveles de desigualdad, incertidumbre económica y falta de empleo son retos sociales presentes cotidianamente en la vida de los ciudadanos mexicanos. Las urgentes necesicontestardades sociales debilitan el tejido social, y hacen a los ciudadanos proclives a ser víctimas de la desesperación y el retiro de apoyo a la democracia. Si bien es verdad que la democracia no garantiza el desarrollo ni la prosperidad, si es cierto que los ciudadanos esperan que la democracia genere una mejora en su nivel de bienestar.
Los mexicanos merecemos y exigimos una mejor democracia pero ésta no puede ser creada ni otorgada. Se requiere de un proceso de apropiación social de la democracia por todos y cada uno de los ciudadanos mexicanos. Los riesgos que enfrenta la democracia mexicana serán salvables vía la participación activa, constante y frecuente de los ciudadanos y la existencia de medios activos que garanticen el funcionamiento autónomo de las instituciones electorales. La participación cívica es el remedio y la garantía del futuro promisorio de la democracia mexicana.