Nivel superior
“La única herencia que te
podemos dejar es una carrera universitaria”: sentencia y consigna de muchos padres y madres cuando sus hijos egresan de la preparatoria. Decisión y sacrificio. No pocos recursos se destinarán a ello, pero poco importa si son el crisol de sus aspiraciones y de las simientes voluntariosas de sus estirpes que no tuvieron la oportunidad de estudiar, pero que aun así subsistieron dignamente.
Vislumbrando futuras oportunidades, tener un título universitario y llamarse con justicia y rigor “profesionista”, da culminación a una etapa personal colmada de retos (y de años de “quemarse las pestañas”), que forman parte de una inversión individual para formarse en la academia, con o sin apoyo de por medio; sin embargo, esta no es la meta de muchas personas. La dinámica de las sociedades y sus entornos socioeconómicos ineludibles conducen al empleo, haciendo inviable la asistencia a las aulas.
Si Steve Jobs, creador del emporio McIntosh, así como otros exitosos visionarios y empresarios que no terminaron la universidad, brindan elementos para afirmar que concluir una carrera no es la panacea para tener un futuro brillante.
En cada grado escolar se nos inculca la competencia, sacar puntaje alto, alcanzar el cuadro de honor, etc. El grueso de la población que egresa del nivel medio superior y aspira a continuar estudiando, debe competir por un espacio en alguna institución. Quedar o no, disyuntiva feroz. Este es un proceso por el que nuestros jóvenes transitan cada año para ingresar a las universidades públicas. Esto se vive en México y en otros países del mundo, excepto en Finlandia, un referente educativo mundial.
En este país nórdico han aplicado las mejores prácticas pedagógicas en cada nivel educativo retomándolas de países como Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. La mayoría de los estudiantes hablan cuatro idiomas y encontrar cupo en sus universidades no es una situación que les preocupe, lo que los lleva a dedicarse al aprendizaje. En un país donde se le ha dado gran importancia a las personas y a su educación desde hace muchos años, no es casualidad que tengan este grado de avance (www.washingtonpost. com).
Hablar sobre este tema me llevaría a emitir juicios de valor basados en mi observación y mi experiencia, pero los datos estadísticos sustentan mejor. El más reciente es del 2015: el 18.6% de los mexicanos de 15 años y más tienen educación superior, pero por otro lado, el 21.7% de la población cuentan con nivel medio superior. Otro aspecto es el grado promedio de escolaridad que es de 9.2 años. Dicho de otra manera, el promedio educativo de los mexicanos alcanza para cubrir la secundaria (www.inegi.org.mx).
Esto no es suficiente para lo que indica la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en la que está integrado México, ya que según sus análisis, el promedio debería ser de 14.8 años, es decir, los años sumados desde el nivel básico hasta licenciatura. Por otro lado, también observa que en personas de 25 a 64 años de los 37 países integrantes, el 36% de las mujeres obtiene un título universitario, en comparación con los hombres cuyo porcentaje es de 33%. Indica además que las competencias necesarias del mercado laboral se basan cada vez más en el conocimiento, haciendo que el requisito mínimo para encontrar empleo sea un título de educación media superior, por tanto las tasas de graduación de ese nivel son un buen indicador de que un país está preparando a sus estudiantes para cumplir con los requisitos mínimos del mercado laboral (www.oecdbetterlifeindex.org).
Las cifras del ciclo escolar 2016-2017 en Baja California Sur informan que egresaron 4,224 estudiantes de preparatoria, la mayoría provenientes de planteles de los municipios de La paz y Los Cabos. Del nivel educativo superior egresaron 3,627 alumnos. 2,956pasantes se titularon, siendo más las mujeres. Las matemáticas son frías e infalibles. El artículo 250 del Código Penal Federal vigente indica que se sancionará con prisión de uno a seis años y multa al que sin tener título profesional o autorización para ejercer alguna profesión reglamentada, expedidas por autoridades u organismos legalmente capacitados para ello, se atribuya el carácter de profesionista. Esto me recuerda que hay albañiles con mayor conocimiento y experiencia que un arquitecto, plomeros que saben más que un ingeniero civil… No es suficiente parecer un profesionista, hay que serlo. Y más allá, ser un profesional.