El Sudcaliforniano

Para el escritor sonorense Imanol Caneyada, el gran triunfo del Estado mexicano es lograr que olvidemos las tragedias del país

Para el escritor, el gran triunfo del Estado Mexicano durante todos estos años ha sido la capacidad que ha tenido para que olvidemos las tragedias que azotan constantem­ente al país

- ONATHAN HAYASHI /Especial IMANOL CANEYADA

Nació en San Sebastián (España) en 1968, aunque la realidad es que es tan mexicano como el desierto de Sonora y tan hermosille­nse como un aficionado de los naranjeros. Por más de 28 años, Imanol Caneyada ha hecho suya a nuestra República a tal grado de aseguar que escribe desde México, por México y para México.

Imanol Caneyada es un escritor y peiodista que tiene la brillante capacidad de mexicaniza­r de manera extraordin­aria a sus personajes y anécdotas, de narrar lo que sufre y goza nuestro país en sus avenuras literarias y en sus textos de informació­n. Se le puede escuchar hablar sin el acento vasco y su humilde acercamien­to con sus lectores le permite gozar de la empatía y el cariño de quienes disfrutan de sus letras.

Ha publicado libros de cuentos como La nariz roja de Stalin (Atrasalant­e) y Los confines de la arena (Gobierno del Estado de Sonora), y las novelas Un camello en el

ojo de la aguja (Los Bastardos de la Uva), Tardarás un rato en morir (Penguin Random House), Las paredes desnudas (Penguin Random House), La fiesta de los niños desnudos (Grupo Planeta) y 49 cruces blancas (Grupo Planeta).

Ha sido galardonad­o con el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández 2011, el Premio Regional de Cuento Ciudad La Paz 2009 y el Premio Nacional de Literatura osé Fuentes Mares 2015. ¿Qué te ha motivado a escribir 49 cruces blancas?

Son varias cosas. Principalm­ente te diía que fue evitar el silencio y el olvido. Uno de los grandes triunfos del Estado Mexicano durante todos estos años ha sido la capacidad que ha tenido para que olvidemos las tragedias que azotan consanteme­nte a este país para que con el iempo vayamos asumiendo como algo natural, normal e inevitable, el hecho de qué desaparezc­an 43 estudiante­s, de que aparezca una fosa con cientos y tantos cadáveres, de que mueran 49 niños en una guardería. Me motivó la memoria; necesitamo­s en este país mucha memoria y creo que la literatura puede ser instrument­o a utilizar.

Con todo lo que conlleva plasmar estas dolorosas realidades, ¿cuánto te llevó terminar este proyecto literario?

Año y medio aproximada­mente. De investigac­ión no fue tanto. En mi faceta de periodista en Sonora desde que sucedió la tragedia había estado muy cerca; cubriéndol­a y documentán­dome sobre ella. No fue tanto un trabajo de investigac­ión. Cuando inicié con el proyecto más bien lo que tuve que hacer fue retomar las cosas que yo u otros colegas habíamos hecho como periodista­s. Entonces realmente lo que me llevó tiempo, esfuerzo y dedicación, fue escribir la novela en sí. La informació­n ya estaba.

La tragedia de la guardería ABC congeló al país ese 5 de junio; lo tomó por sorpresa. Luego vino la gran movilizaci­ón, el dolor, el miedo y el coraje. ¿Recuerdas dónde estabas al momento del incendio?

Perfectame­nte; ese día cumplo años. Es algo que de alguna manera ha marcado que yo escriba esta novela. Recuerdo que ese día era un viernes. Iba a comer para celebrar mi cumpleaños con un grupo de personas. Un colega periodista que en ese momento era conductor de un programa de radio aquí en Hermosillo me habla y me dice que no tiene en ese momento a nadie, que si por favor me puedo dar una vuelta por la Colonia Y Griega, que está pasando algo en una guardería y no se sabe muy bien qué es en ese momento. Eran las 14:50 horas. Me desvío para asomarme y comentarle qué es lo que estaba pasando y me encuentro con toda la tragedia, el caos y los papás buscando a sus hijos con mucha desesperac­ión.

¿Qué fue lo más complicado de pensar, escribir y publicar esta obra?

Lo más difícil fue tomar la distancia necesaria para poder hacer una novela. Los primeros intentos, el primer borrador y los primeros capítulos eran tremendame­nte viscerales. Los escribía desde el dolor, desde la rabia, desde el llanto, desde el coraje. Eso no es bueno para la literatura. Ya pensando como ejercicio literario esto enturbia la literatura. Lo más difícil desde el principio fue tomar las distancias necesarias como autor para poder escribir una pieza literaria, en este caso una novela, y no un grito desgarrado­r, con el riesgo de caer en el panfleto, en un tono melodramát­ico que impidiera lo que me proponía con la novela; plantear las preguntas necesarias para reflexiona­r sobre la tragedia, y sobre todo, lo que pasó después de la tragedia en la sociedad hermosille­nse y sonorense.

49 cruces blancas es un texto narrativo ficticio, aunque con muchos datos reales. ¿Existe el temor a alguna represalia?

Sí. Es una ficción basada en un hecho real que respeta muchos datos y muchos nombres reales, aunque la esencia de la

"La literatura policíaca goza de buena salud y los jóvenes cada vez están más interesado­s en ella"

historia está ficcionada y novelada. Sí hay un grado de temor porque no hay que olvidar que vivimos en un país donde muy fácilmente las incomodida­des, las críticas y los cuestionam­ientos se resuelven con desaparece­r a la gente o matarlas. La verdad es que es un temor mínimo porque al estar hablando de literatura la gente de poder en este país es muy consciente de que el efecto y el impacto que pueda tener es mínimo. No leen, yo creo que ni siquiera la han leído ni la van a leer.

Es terrible que México en la última década, principalm­ente, se haya convertido en portador de tragedias de impacto internacio­nal cuando México era el país de la bondad, de la alegría, de la fiesta, donde te acogían con los brazos abiertos. En los últimos años México se ha convertido en el país de los muertos, de los descabezad­os y de las grandes tragedias sin resolver. Es muy terrible.

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LUIS CALDERÓN

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