El Sudcaliforniano

La Animita es una leyenda que te atrapa

- HUGO FIMBRES

Una fecha que nunca se olvidará es el 11 de noviembre de 1866 cuando el niño José Lino es amarrado y arrastrado por donde había piedras, matorrales y choyales que se enterraban en su pequeño cuerpo ante los ojos de todos los prisionero­s, incluyendo a su pobre padre

Muchos se preguntan cada vez que pasan por la esquina de las calles General Félix Ortega y 5 de Febrero por qué hay una pequeña capillita ya abandonada, casi en ruinas y llena de basura a sus alrededore­s, pintarraje­ada por el vandalismo que a su vez transforma en “arte” las paredes de muchos sitios que se niegan a morir por el paso del tiempo, pero que están ahí cautelosos esperando ese momento que el mismo recuerdo les pone su nombre: La Animita, la historia de amor de un niño de tan solo 11 años que dio la vida por su padre, sacrifico su pureza e ingenuidad, pues la barbarie cobro caro un delito que hoy es una leyenda representa­tiva de La Paz, y en el libro de Leonardo Reyes Silva: Leyendas y Tradicione­s Sudcalifor­nianas nos cuenta la historia de José Lino de Jesús más apegada a la realidad.

José Lino de Jesús nació un 3 se septiembre de 1855 era un niño noble, fuerte y decidido, además de ser el tercer hijo del militar José Miguel Manríquez y de la señora Esperanza Martínez, el papá de pequeño José Lino ya había obtenido reconocimi­entos por su trabajo, pues había luchado contra Juan Napoleón Zerman cuando este mismo tenía sitiada a la ciudad de La Paz. Al paso del tiempo todo cambió cuando el gobernador Antonio Pedrín fue derrocado por el general Pedro María Navarrete quien al tener el mando abusó de su poder contra la ciudadanía y en el año de 1866 José Miguel Manríquez fue confinado a una celda de castigo.

José Lino -de tan solo 11 años de edadera quien le llevaba los alimentos a su padre que se encontraba ya en una pequeña celda en ese instante y ve cómo es azotado y golpeado su padre, no lo podía resistir gritó, lloró y al verse tan desconsola­do pidió al soldado algo inimaginab­le: que los papeles se intercambi­aran, que fuera él quien recibiera el castigo y no su padre, además de ofrecer su vida para que terminara el calvario para toda su familia.

Una fecha que nunca se olvidará ya que el 11 de noviembre de 1866 es cuando el niño José Lino es amarrado con una reata y arrastrado por toda la zona donde había piedras, matorrales y los choyales que poco a poco se enterraban en su pequeño cuerpo y ante tal barbarie todos los prisionero­s incluyendo al padre fueron llevados al lugar para presenciar el acto tan despreciab­le e inhumano que había tenido el Cabo Crispín pues su maldad no conocía límites, edades ni estratos sociales.

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/JOSÉ L. VILLAFUERT­E. En total abandono la capillita en honor al niño José Lino

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