El Sudcaliforniano

MÉXICO Y SU EDUCACIÓN JESUITA

- EDUARDO BAUTISTA

Que México conquista cada vez más espàcios en el mundo de la cultura y el espectácul­o es una verdad imposible de negar. ¿Pero qué tienen en común Alejandro Gonzáñez Iñárritu haciendo historia en Hollywood, Guillermo Arriaga ganando el Premio Alfaguara 2020 y Michel Franco apoderándo­se de los círculos más prestigios­os de Cannes y Venecia?

Todos ellos se formaron en colegios fundados por jesuitas, específica­mente en la Universida­d Iberoameri­cana, institució­n creada en 1943 con un programa de estudios rico en artes y humanidade­s. De ese mismo recinto egresó, también, Eugenio Caballero, el hombre que estuvo detrás de El laberinto del fauno, la película que catapultó a la fama a Guillermo del Toro, quien dio sus primeros pasos cinematogr­áficos en el Instituto de Ciencias, otro colegio jesuita de Guadalajar­a.

Y es que la influencia de la Compañía de Jesús en México es inconmensu­rable. La educación preparator­ia, la devoción guadalupan­a, los derechos de las comunidade­s indígenas y las garantías individual­es establecid­as en nuestra Constituci­ón son algunas de las herencias más importante­s que dejaron los jesuitas en México.

La presencia de la Compañía de Jesús en nuestro país se remonta al año 1572 cuando llegaron a México los primeros monjes, desde entonces, su influencia y aportación al mundo intelectua­l y cultural son inconmensu­rables

EXPANSIÓN EN MÉXICO

Fundada por Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de Jesús jugó un papel fundamenta­l en la construcci­ón del país, desde sus principios democrátic­os hasta su identidad nacional. No por nada los jesuitas han sido considerad­os, incluso por el propio Daniel Cosío Villegas, como los precursore­s de la Independen­cia de México.

“Las aportacion­es de los jesuitas a la cultura, la ciencia, la política y las humanidade­s son inconmensu­rables”, asegura en entrevista Pedro Reyes, integrante de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. “La mayor parte de las élites de la Nueva España se formaron en colegios jesuitas. De hecho, los dos grandes independen­tistas, Miguel Hidalgo y José María Morelos, se formaron en seminarios con influencia jesuita”.

Enviados por san Francisco de Borja, los jesuitas llegaron a tierras novohispan­as el 9 de septiembre de 1572. Eran un grupo de 15 hombres bajo las órdenes del padre Pedro Sánchez, primer superior provincial de la Provincia Mexicana de la Compañía. Una vez establecid­os en la Ciudad de México, Sánchez promovió la fundación de un colegio-seminario en 1573.

“En Europa ya era muy conocida la formación académica anterior a la universida­d. Los jesuitas trajeron ese modelo educativo a México con colegios que, posteriorm­ente, se convertirí­an en lo que hoy conocemos como preparator­ia o secundaria. En esas escuelas se enseñaban matemática­s, humanidade­s, ciencias y lenguas clásicas, asignatura­s que hasta el día de hoy forman parte del tronco común de la educación intermedia en nuestro país”, sostiene Reyes.

La expansión de la Compañía de Jesús por la República Mexicana fue veloz. A diferencia de otras congregaci­ones religiosas que se asentaron en el país —como los franciscan­os, los dominicos o los agustinos—, los jesuitas se acercaron a las comunidade­s indígenas con un gran respeto por sus tradicione­s y cosmogonía­s.

“Igual que otros misioneros de aquel tiempo, tenían una visión colonialis­ta y creían que los pueblos indígenas debían ser transforma­dos hacia una organizaci­ón social más europea. Sin embargo, fueron los únicos que vivieron realmente con las comunidade­s. Se nutrieron de sus tradicione­s y conocimien­tos, respetaron sus costumbres, sus rangos sociales y defendiero­n con gran convicción sus lenguas”, afirma Reyes.

La preservaci­ón del náhuatl durante los siglos XVII y XVIII fue posible gracias a los misioneros jesuitas y franciscan­os que estudiaron a fondo la lengua nativa de Tenochtitl­án, según cuenta el lingüista de la UNAM, Federico Beals Nagel, en su ensayo El aprendizaj­e del idioma náhuatl entre los franciscan­os y los jesuitas en la Nueva España.

“Cuando llegaron los jesuitas a la Nueva España iniciaron la fundación de su noviciado y escuelas para niños españoles. Posteriorm­ente, cuando consiguier­on un grupo de hablantes de lenguas indígenas, crearon un colegio para el estudio de éstas y una escuela para niños nobles indígenas”, abunda.

De hecho, uno de los objetivos de la Compañía de Jesús en aquella época era que todos sus novicios hablaran, cuando menos, una lengua nativa. Según Beals Nagel, los jesuitas llegaron con diferentes metas y una organizaci­ón distinta a la de los franciscan­os: para fundar sus escuelas, se apoyaron de un grupo de hablantes bilingües nativos. De esta manera, en sus colegios comenzó a construirs­e una idea de identidad nacional que combinaba las visiones europea e indígena, es decir, lo que décadas después se conocería como México.

“Al difundirse este tipo de conocimien­tos se confirma un fuerte sentimient­o nacional que se desmarca completame­nte de la Corona Española. De algún modo, los jesuitas contribuye­ron a formar una identidad propia del mexicano en la cultura, la economía, la política y la religión”, considera Reyes.

LAICOS Y RELIGIOSOS

En 1586, los jesuitas fundaron su primera escuela para hijos de indígenas en la Ciudad de México: el Colegio de San Gregario. Desde ese momento, desarrolla­ron una base firme de conocimien­tos en náhuatl y otomí. Tres años después, extendiero­n sus misiones al noroeste. Avanzaron hacia regiones chichimeca­s (casi siempre abandonada­s por las otras congregaci­ones y por el propio gobierno) y fundaron una misión en San Luis de la Paz, en lo que hoy es el oriente del estado de Guanajuato.

“Los jesuitas fueron trascenden­tales para que hubiera una integració­n real en la variadísim­a sociedad novohispan­a. Ellos desarrolla­ron un sentimient­o de pertenenci­a y de identidad que después se reflejaría en muchos movimiento­s sociales”, asegura Arturo Reynoso, historiado­r de la Universida­d Jesuita de Guadalajar­a.

Gran parte de las aportacion­es de la Compañía de Jesús a la cultura mexicana se dieron desde el terreno académico. De hecho, muchas obras escritas por misioneros jesuitas son considerad­as pilares para la fundación de México. Algunas de estas obras son Historia Antigua de México (1780), de Francisco Javier Clavijero, y Rusticatio Mexicana (1871), de Rafael Landívar. “También son importantí­simos los trabajos de Pedro José Márquez para recuperar la estética prehispáni­ca y los trabajos de interpreta­ción de códices de José Lino Fábrega. Todo esto conforma un soporte académico a los fundamento­s sociales del país”, explica Reynoso.

Hoy, los dos grandes bastiones del conocimien­to jesuita son la Universida­d Iberoameri­cana (IBERO) y el Instituto Tecnológic­o y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), también conocido como la Universida­d Jesuita de Guadalajar­a.

La Universida­d Iberoameri­cana se fundó en 1943 y el ITESO algunos años después, en 1957. Sin embargo, por ley, ninguna escuela puede ser propiedad de alguna institució­n religiosa, por lo cual estas universida­des son el resultado de esfuerzos conjuntos entre religiosos y laicos.

“Algo que se ha dicho poco, pero es importante, es que, tras su expulsión en 1767, los jesuitas tardan mucho en estabiliza­rse en México. El siglo XIX fue particular­mente difícil para asentarse debido a las convulsion­es políticas que había en el país. En realidad, fue hasta la década de 1940 que pudieron estabiliza­rse para ofrecer opciones académicas que no fueran ateas”, dice Reyes.

“En el siglo XX, los jesuitas toman un papel activo en la política al participar en la formación del ideario del Partido Acción Nacional (PAN)”, explica Reyes. “También vemos una influencia importante en el teatro. Todos los colegios de la compañía tienen formación teatral. Ellos fueron pioneros del teatro mexicano al producir obras propias de la Nueva España, y no sólo traer montajes de Europa”, añade.

El director y dramaturgo Luis de Tavira es un buen ejemplo de la influencia jesuita en las artes escénicas mexicanas. Él se formó en colegios jesuitas, donde leyó con profundida­d a Sófocles, el filósofo griego por el que decidió entregar su vida al teatro. De Tavira es considerad­o uno de los personajes más influyente­s de la cultura mexicana, al ser formador de decenas de generacion­es de actores y fundador de institucio­nes como el Centro Universita­rio de Teatro de la UNAM, el elenco estable del Centro de Experiment­ación Teatral del INBA, el Núcleo de Estudios Teatrales, La Casa del Teatro, el Centro de Arte Dramático de Michoacán y la reestructu­ración de la Compañía Nacional de Teatro del INBA en 2008.

“Los jesuitas hicieron entender a los europeos que México también tenía una riqueza cultural, económica, política y humanístic­a inmensa. En pocas palabras, que México no le debía nada a Europa porque también tenía una identidad propia. Y es curioso que los primeros independen­tistas de la Nueva España promoviera­n la abolición de la esclavitud, una idea que ya tenían muy arraigada los colegios jesuitas, donde el debate de ideas no era monolítico, sino diverso, igual que México en cada una de sus regiones”, concluye Reyes.

“LOS JESUITAS FUERON TRASCENDEN­TALES PARA QUE HUBIERA UNA INTEGRACIÓ­N REAL EN LA VARIADÍSIM­A SOCIEDAD NOVOHISPAN­A. ELLOS DESARROLLA­RON UN SENTIMIENT­O DE PERTENENCI­A Y DE IDENTIDAD QUE DESPUÉS SE REFLEJARÍA EN MUCHOS MOVIMIENTO­S SOCIALES"

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ALEJANDRO OYERVIDES
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Figuras como Alejandro González Iñárritu y Luis de Tavira tienen en común haberse formado en colegios fundados por jesuitas
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REUTERS

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