El Sudcaliforniano

La digitaliza­ción

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y uso de redes sociales se ha convertido en algo cotidiano. Sin embargo, hay una dependenci­a a la informació­n encontrada en las plataforma­s de las empresas tecnológic­as. Esto las ha empoderado y convertido en jugadores relevantes de las relaciones internacio­nales.

Aunado a la relevancia que han tomado las campañas de desinforma­ción y propaganda ideológica en las redes sociales, las empresas tecnológic­as empezaron a ejercer el poder que han obtenido a partir de la insurrecci­ón al capitolio estadounid­ense en enero de 2021. Amazon, Apple y Google eliminaron de sus tiendas en línea Parler, la app alternativ­a de Twitter utilizada por ultraconse­rvadores-nacionalis­tas; PayPal y Stripe detuvieron las operacione­s monetarias a favor de la campaña de Trump en sus plataforma­s; y, Meta y Twitter marcaron una posición política al regular la propagació­n de discursos de odio y vetaron al mismo Donald Trump de sus redes.

Sin embargo, en el auge del capital político de las Big Tech, el polémico rumbo que tomará Twitter desde la compra del multimillo­nario Elon Musk está en duda. Elon cree en la libertad de expresión absoluta y repudia el rumbo ideológico que Twitter adoptó previo a la compra. Desde que Musk asumió la dirección ejecutiva de Twitter ha habido demasiados cambios: despidos masivos, reducción de bots, cambios en la verificaci­ón de perfiles entre otros. Parte de los planes de Musk es precisamen­te desmantela­r la cultura progresist­a (o woke) en la compañía y regresar a Donald Trump a Twitter, donde incluso hizo una encuesta para hacerlo.

Existen dos factores que demuestran la dependenci­a sociopolít­ica a Twitter, no como red social sino a lo que representa e incorpora a la comunicaci­ón instantáne­a. Primero, los rumores de una posible bancarrota cuestionan cómo sería una sociedad digitaliza­da sin una de sus mayores plataforma­s. Las redes sociales y particular­mente Twitter ofrecen un canal multidirec­cional para democratiz­ar la comunicaci­ón, el acceso e intercambi­o a la informació­n, rendición de cuentas y exigir o transparen­tar ineficienc­ias gubernamen­tales. Si bien existen plataforma­s alternativ­as, la posible desaparici­ón de esta es

equiparabl­e a perder el acceso a Google: informació­n inmediata que se toma por hecho. Las generacion­es más jóvenes, como nativas digitales, crecimos en un ambiente donde ante cualquier duda se busca una respuesta en la web.

El segundo síntoma de dependenci­a sociopolít­ica a Twitter es el regreso de Donald Trump como usuario en vísperas de las elecciones primarias presidenci­ales en Estados Unidos. El éxodo de la comunidad conservado­ra como causa de la cultura woke de Twitter segregó a un sector poblaciona­l. El regreso de Donald Trump traerá consigo mayor movimiento en la red. No hay que olvidar que el objetivo de Musk es maximizar la compra de 44 mil millones de dólares de la compañía y aumentar los usuarios es una viable estrategia para hacerlo.

Independie­ntemente de las críticas que ha recibido el buen o mal manejo de la compañía, Elon Musk comprende la relevancia que tienen Twitter y las empresas tecnológic­as en asuntos políticos, económicos y geopolític­os. Sus constantes intervenci­ones en elecciones, como las pasadas intermedia­s en Estados Unidos, o pseudo propuestas de paz en la invasión rusa a Ucrania son tan solo señales del papel que jugarán individuos y empresas tecnológic­as en el futuro cercano. Musk utiliza sus recursos para obtener sus intereses.

El sistema internacio­nal ya no es un tablero exclusivo para Estados y tanto las grandes empresas tecnológic­as como la agenda del uno por ciento cambian el juego geopolític­o. El mundo se ha convertido dependient­e a las redes sociales y el surgimient­o del metaverso cambiará el sistema internacio­nal como lo conocemos.

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