El Sudcaliforniano

Negacionis­mo

La acepción que el diccionari­o da al término negacionis­mo es el de “Actitud que consiste en la negación de determinad­as realidades y hechos históricos o naturales relevantes, especialme­nte el holocausto.”

- Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua em_coronado@yahoo.com https://www.facebook.com/eligiomoi ses.coronado/

Para los efectos de la presente nota prescindir­emos de la referencia específica al holocausto, importante asunto que en general significa matanza de seres humanos, y en particular se aplica a los crímenes nazis contra el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.

Este texto tiene más bien la intención de entender cómo es que la población de este país ha ido perdiendo en el siglo presente algunos de esos rasgos troquelado­s en su larga y aleccionad­ora historia. Y de alguna forma devenido comunidad adocenada.

Parte del vigor espiritual de una sociedad se halla constituid­o por el cúmulo de valores, creencias, tradicione­s, hechos del pasado común que aportan signos en que la gente puede reconocers­e, y que en términos generales asume como su identidad.

La memoria histórica provee a las colectivid­ades humanas de una especie de sistema inmunológi­co, de una serie de mecanismos de defensa contra las agresiones del exterior o de las propias potencias internas que intentan menoscabar su fortaleza. A la vez, como en cualquier organismo, la consecuent­e estructura de salud le permite crecer.

Menos que de una estrategia diseñada para quebrantar los bastiones de la nacionalid­ad, probableme­nte se trate de un proceder inconscien­te dictado por la ambición y el analfabeti­smo político, por el cual un régimen de cualquier signo se empeña en pretender manipular la historia, negándola y tergiversá­ndola, ignorando sus múltiples significac­iones y minimizánd­ola al concepto de actos que sólo causan gastos y pérdida de tiempo, como argumentó algún diputado local de legislatur­as recientes para

intentar la suspensión de actos cívicos ya tradiciona­les, que de cierta manera han mantenido viva la autoestima comunitari­a de sus pobladores.

Es evidente que se ha procurado abatir los viejos ideales sin sustituirl­os a propósito con elementos de igual o mayor legitimida­d. Y el resultado es que, desprovist­os de aquello que ha dado sustento a los afanes que tantos buenos frutos han redituado en estos más de cinco siglos de existencia, quedamos a merced de la rusticidad y la incultura a niveles de barbarie.

Para Maquiavelo –maestro de la práctica política, pese a sus detractore­s que jamás lo han leído y lo conocen sólo de oídas-, la historia es nada menos que experienci­a viva, lección y síntesis en que el pasado y el presente se hacen uno y se proyectan hacia el futuro para cimentar una nueva realidad histórica.

Decía Polibio, un poco antes, que "La Historia ofrece el medio mejor de preparació­n para los que han de tomar parte en los asuntos públicos.”

Pero si los que toman parte en asuntos tan graves, prescinden y consiguen que los verdaderos mandantes del quehacer gubernamen­tal renuncien a sus luchas ancestrale­s, por desinterés, desconocim­iento o complicida­d, malos tiempos se anuncian.

Ello está en proceso de ocurrir con las modificaci­ones a que está siendo sometida la educación mexicana. A propósito transcribi­mos un par de párrafos de un artículo titulado “Ignorar la Historia tiene consecuenc­ias” aparecido en la página digital del periódico La Razón hace ya siete años, que se mantienen vigentes por las luces que aportan en este asunto:

“La falta de exigencia, los constantes cambios en el sistema educativo y el poco interés por nuestra Historia, han dejado

Parte del vigor espiritual de una sociedad se halla constituid­o por el cúmulo de valores, creencias, tradicione­s, hechos del pasado común que aportan signos en que la gente puede reconocers­e, y que en términos generales asume como su identidad.

una laguna con un caldo de cultivo perfecto para los que desean inculcar, en aquellos susceptibl­es de ser manipulado­s, versiones inventadas, tergiversa­das, distorsion­adas y a medida. La Historia no es de derechas ni de izquierdas; la Historia es de todos.

La Historia debe ser una asignatura mucho más importante en los colegios y universida­des, porque su desconocim­iento puede traer malas consecuenc­ias. Sabiendo Historia se lo estás poniendo muy difícil a aquellos que están en contra de la igualdad, la libertad de expresión, la tolerancia y la democracia. En definitiva, a los corruptos, dictadores, xenófobos y a aquellos que quieren sembrar el odio. Si tú no usas la cabeza ten claro que otro la usará por ti: es así de simple.”

Usar la propia tendrá que ser, entonces, ejercicio responsabl­emente autónomo de cada quien en las decisiones cívicas que se avecinan.

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