Mujer gorda
El 4 de marzo se conmemora el Día Mundial contra la Obesidad, una fecha destinada a concienciar a las personas sobre los peligros de una dieta alta en grasas y azúcares para la salud. Esta fecha es convocada por la Federación Mundial de la Obesidad y sus miembros
Durante mucho tiempo me resultó difícil identificar cuándo tomé conciencia de mi feminidad. No sé si fue a través de un cuento que me contaron y acepté como propio, o si fue un descubrimiento personal. Los olanes de mi vestido, los moños en mi cabello y mis calcetas con encajes blancos se ajustaban perfectamente a esa posible primera sugestión.
"No se nace mujer, se llega a serlo" es la famosa frase de Simone de Beauvoir, la filósofa francesa, escritora y activista feminista, autora del multicitado libro "El segundo sexo" (1949).
El inicio de la vida escolar fue una prueba crucial en mi educación de género, la cual fue prácticamente inexistente durante mi paso por el jardín de niños, la primaria, la secundaria, la preparatoria y la universidad. Aunque suene arcaico, esto ocurrió durante los siglos XX y principios del XXI.
Recuerdo poco de mis dos años de preescolar. En un día de kermés, yo lucía como se le dictaba a una niña, con mi falda estampada, pulseras de colores y trenzas. Mientras tanto, él vestía un traje típico de charro mexicano, pero era solo un niño de cinco años. "Te ves gorda", me dijo mi compañerito de clase llamado Paquito. Ay, Paquito, cómo te recuerdo. Me reí y no le di importancia.
Mis años de primaria transcurrieron entre la sorpresa de aprender a leer, mi dificultad al escribir siendo zurda, mi amor por la poesía y mi casi odio a los problemas matemáticos. En aquel entonces, en los años ochenta y noventa, ser niño o niña no era particularmente complicado: si eras niña, te decían que podías jugar con muñecas y saltar la cuerda; si eras niño, el futbol, las luchas y las canicas eran tu territorio.
Sin embargo, te metías en problemas si intentabas traspasar las fronteras establecidas por género. No obstante, en juegos como "El Gato" y "Las Escondidas", esas reglas se diluían y ambos mundos se unían, lo cual resultaba muy divertido, y a nadie le importaban las etiquetas de género.
Todo parecía marchar bien, hasta que, nuevamente en la primaria, otro niño me llamó gorda, pero esta vez no fue sólo una vez, sino varias, para asegurarse de que nunca olvidara aquellos años.
Fue en ese momento cuando supe de mi feminidad... sí, lo que estoy diciendo es que sólo a las mujeres se les podía atacar con ese calificativo. Nunca se burlaban de los niños de la misma manera por su peso; aunque ocurría, nunca era tan frecuente ni tan cruel como con las niñas. En la mentalidad de la época, ser una niña o una mujer gorda era sinónimo de ser fea. Creo que habría sido más fácil ser un niño gordo en medio de la selva del aula.
A pesar de los esfuerzos, el panorama no ha cambiado completamente en este siglo XXI, en el año 2024. Existen miles de discursos a veces bien intencionados, pero en muchas ocasiones son sólo un doble mensaje que confunde a las audiencias.
Existe un movimiento internacional llamado body positive, que busca empoderar sobre la aceptación de que todos los tipos de cuerpo son dignos del respeto, lo cual es replicado por muchos y mal entendido por otros que toman el mensaje como la permisividad de no cuidar tu cuerpo de ninguna manera.
No se entiende que en realidad se busca lograr que todas y todos puedan caber en el derecho humano a ser ellos mismos o mismas en cualquier talla.
Ojalá que llegue un día en que los cuerpos de las personas gordas ya no sean escupidos desde la altura de la delgadez para que ese tipo de equidad sea resuelto de verdad: gordo o flaco, qué importa.
El inicio de la vida escolar fue una prueba crucial en mi educación de género, la cual fue prácticamente inexistente durante mis años de vida en todas las aulas
bcovarrubias@elsudcaliforniano.com.mx F. Brenda Covarrubias