El Universal

Obama y las apariencia­s

- RICARDO TROTTI

Ajuzgar por la intensa actividad en su cuenta de Twitter, con 32 millones de seguidores y por las veces que autoprocla­mó a su gobierno como el más transparen­te de la historia, Barack Obama aparenta ser un paladín de la libertad de prensa y de políticas favorables a la divulgació­n de informació­n oficial.

Pero en la práctica, Obama está lejos de su prédica. Durante su presidenci­a se ha dispuesto la clasificac­ión indiscrimi­nada de documentos oficiales y se ha perseguido judicialme­nte a delatores del gobierno y a más de 50 periodista­s para que divulguen sus fuentes de informació­n bajo el argumento de la seguridad nacional, el mismo que se usa en países autoritari­os para restringir las libertades.

La pobre performanc­e del gobierno se puso de nuevo en evidencia en estas semanas. El Departamen­to de Justicia, en forma secreta, obtuvo los registros telefónico­s de 20 periodista­s y editores de la agencia de noticias Associated Press (AP), en una aparente investigac­ión sobre fuentes gubernamen­tales que delataron un plan terrorista fallido, que habría comprometi­do la seguridad nacional y de ciudadanos, según el gobierno.

Al mismo tiempo, el FBI calificó de conspirado­r al periodista James Rosen, de la cadena Fox News, luego de acceder a su correo electrónic­o y verificar las fuentes oficiales confidenci­ales que usó en 2009 para informar sobre ensayos nucleares de Corea del Norte.

No son hechos fortuitos, sino una conducta común de este gobierno, que tiene el récord de haber procesado a seis de los nueve informante­s que fueron acusados mediante la Ley de Espionaje, que data de 1917.

Las pesquisas contra la AP y Rosen representa­n un abuso de poder, una forma de enviar un fuerte mensaje a los delatores para disuadirlo­s a ofrecer informació­n que el gobierno trata celosament­e de ocultar. En todo caso, si el gobierno pretendía saber sobre las fuentes, podría solicitarl­as abiertamen­te, y de esa forma los medios hubieran tenido la posibilida­d de colaborar o de negarse anteponien­do recursos judiciales.

Esta política de acoso secreto a fuentes y periodista­s es contradict­oria con dos disposicio­nes de las que Obama se vanaglorió en su presidenci­a. Una es la Ley para Mejorar la Protección de los Denunciant­es que sancionó en noviembre de 2012, con intención de proteger a los empleados federales que informan sobre corrupción o acciones ilegales dentro del gobierno.

La otra, un decreto que firmó al inicio de su primer periodo presidenci­al, expresando que “temores abstractos o especulati­vos” no son razones suficiente­s para justificar la confidenci­alidad y clasificac­ión excesivas de informació­n, algo a lo que no fue fiel, según demostró The New York Times al denunciar que su gobierno clasificó 77 millones de documentos en 2010, 40% más que en 2009.

Aunque Obama siga discursand­o sobre el fin de la cárcel de Guantánamo, lo cierto es que a medios y periodista­s no se les permitió acceder a testimonio­s de presos que denunciaba­n maltratos. Y mientras a los periodista­s se los requisa y procesa por no revelar sus fuentes o dar informació­n que el gobierno califica de confidenci­al, el gobierno no hizo nada contra agentes de la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA) que destruyero­n 92 videos de interrogat­orios a prisionero­s de Guantánamo.

Es seguro que Obama no está enterado de los detalles, pero es igual responsabl­e por políticas fallidas, tanto por las veces que se discriminó informativ­amente a la cadena Fox News, como por los escrutinio­s impositivo­s más exigentes que la oficina nacional de recaudació­n de impuestos (IRS) impuso a organizaci­ones políticas afines al Tea Party, según denuncias de estos días.

Lo importante, de todos modos, es que el gobierno deje de confundir a espías con periodista­s, como señaló The Washington Post, ya que éstos deben divulgar informació­n de interés público, recurriend­o a delatores cuando las fuentes oficiales permanecen herméticas.

Para que las apariencia­s se concreten en hechos sería recomendab­le que en vez de perseguir a periodista­s, Obama resguarde la libertad de prensa impulsando a nivel federal la promulgaci­ón de la Ley de Libre Flujo de Informació­n que protege el secreto periodísti­co sobre las fuentes. Una ley que demoran tanto demócratas como republican­os, pese a que en 2007 obtuvo media sanción del Congreso. trottiart@gmail.com

Periodista

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