El Universal

¡¡¡Guardiasss­s!!! La generación emperador

FÁBULA PERRUNA

- POR CAROLINA ROCHA MENOCAL

Mi padre cuenta la anécdota con añoranza. Los tiempos del norte próspero, de los empresario­s recios y regios, de la verdadera distancia entre los hombres del hacer y los hombres del poder. Relata que en épocas de Lázaro Cárdenas, arisco, admirador del socialismo soviético y padre de la enraizada doctrina de odio en contra de los obcecados en crear y/o acumular riqueza, ocurrió el incidente. Ubica como protagonis­ta a su abuelo: Joel Rocha Barocio. El abuelo era un hombre de moral protestant­e, obsesionad­o con el trabajo, con el ahorro – el prejuicio de que los regios son codos aplica con tino de águila en este caso-, formado en una escuela normal de Nuevo León y, a sus veinte años, emigrado a l os Estados Unidos como obrero en Chicago. En cuanto volvió de su odisea americana, fundó, en los primeros fulgores del siglo pasado, junto con su cuñado, una fábrica de camas.

Ironías, dirá usted estimado fabuler@, este Joel no era un hombre de quedarse en cama, ni mucho menos de historias de cama, pero sí de sueños. El mío, mi abuelo Pa - pagrande, fue la antípoda de su padre, pero eso lo dejamos para otro cuento.

Corrían los años treintas, palabras más, palabras menos, así discurrió un intercambi­o entre Rocha Barocio y el entonces Presidente Cárdenas que se encontraba de gira por Monterrey. Cortante, molesto incluso, el General, infestado de ideales de izquierda y reclamos fácticos ya desde un siglo atrás, envistió:

-Me llegan rumores a la Ciudad de México de que acá en el norte, ustedes los empresario­s, hablan mal de mí.

El abuelo, cuya parsimonia abarcaba hasta sus chispazos de habilidad verbal, respondió certero, no obstante.

-Nuestras máquinas, con todo respeto señor Presidente, trabajan 24 horas al día. No nos permiten ni oír ni mandar mensajes.

Traducido a mi español: a diferencia de ustedes (¡bolsones!) aquí sí trabajamos, no grillamos. Así fue por años. No supe nunca qué ocurrió tras este esgrima heroico con el General Cárdenas. Lo que me queda claro es que de aquella lejanía entre figuras públicas y los hombres del dinero no queda casi nada. Tampoco de la austeridad y del recato de los poseedores de las ‘grandes’ fortunas de antaño ( de hecho e r a n muy chicas si se miden contra las del presente).

Se gestó un amasiato cuasi obsceno, por descarado, en el sexenio salinista –creó su propia casta de empresario­s, banqueros y anexos- que vino a coronarse como orgía, en cuanto al affaire empreso-político le entró en forma de ménage a trois la artisteada.

Explico: La membresía a la fraternida­d de los juniors e hijos de papi ya no se limitó a los nuevos ricos y ricos, sino a los novelisimo­s millonario­s de la política. Así que Hanks, Alemanes , Salinas Occelis desfilaban en fiestas de alcurnia (en estricta teoría) con los Sánchez Navarro, Limantoure­s y demás apellidos que algún día fueron popofs en México. A este coctel se adicionaro­n los matrimonio­s con reinas de bellezas (Christian Martel/ Viviana Corcuera) , artistas (empezando por

Justicia imposible. Y volvemos al principio. No, no es culpa del hijo de papi, sino de quienes lo hicieron compadre

Sasha Montenegro) y ¡qué viva la verdadera revol-tura!: reinas de novela y presidente­s, actrices de los noventas con jefes de gobierno, Ludwickas Paletas con crecidos en Los Pinos, niños verdes hechos a la política, Kahwagis en revistas del corazón, notas de escándalo y, en limitadas ocasiones, en San Lázaro, Cesarillos y Patislus … Un caldo de cultivo perfecto para crear un Frankenste­in: los mirreyes y mireinas que han tomado por asalto la esfera pública nacional.

Y ahí es dónde esta Adelita quería llegar. Juniors siempre han existido. Lo mismo políticos sacados de algún borrador de Luis Estrada autor de la película La ley de Herodes. Pero la mezcla es mortal. Se traduce en ‘Ladies Profeco’, nietos incómodos y los ‘yo soy aquel’ con alcances reales.

A todos nos llegan nuestros 3 minutos de ofuscamien­to, confusión, ‘emocionali­dad’ como dice el ministro Góngora Pi-m(i)ente-l y hasta ebriedad. Pero muy pocos tenemos la capacidad de llevar a la realidad nuestras fantasías de te pongo en tu lugar. Ahí la perversida­d de los hijos de papi en política.

Uno, Juan Pueblo, observa la publicidad de las galletas Emperador y disfruta. El juniorete y padre histórico de los mirreyes , junto con Luis Miguel, el diamante negro y cuasi presidente municipal de Tulum, Roberto Palazuelos mofándose de una jovencilla que quiere dormir y trabajar. Él se opone a bajarle a su música (son vecinos) y le clava la espada del desdén: ‘ o’seaaa yo no tengo la cuuuuulpa de que trabajes’ ¡zas! Ella grita ¡¡¡Guardiasss­s!!! Y que se llevan al arrogante mamucón.

Justicia imposible. Y volvemos al principio. No, no es culpa del hijo de papi, sino de quienes lo hicieron compadre.

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