El Universal

Las ciudades y sus magnetos

- Por FELIPE LEAL

Por magnetismo nos referimos genéricame­nte a la fuerza de atracción de un imán, o al conjunto de fenómenos atractivos y repulsivos producidos por los imanes o corrientes eléctricas, pero más allá del rigor de las leyes físicas, también se refiere el término, metafórica­mente, a lo atractivo o capacidad de una persona, objeto o lugar para atraer y despertar potentemen­te el deseo o interés de alguien.

Resulta evidente que existen múltiples ciudades que despiertan interés por diversas razones, para ser visitadas o, en su caso, generan el anhelo de vivir en ellas, de habitarlas. Mas lo que las hace particular­mente atractivas son ciertas caracterís­ticas magnéticas, no necesariam­ente las relativas a los nocivos magnetismo­s ambientale­s en sus suelos y polvos urbanos, por el contrario, me refiero a lo que en ellas las huellas de la civilizaci­ón y la cultura han dejado, las de sus expresione­s tangibles e intangible­s.

Además de los edificios y monumentos, muchos sitios, lugares y tradicione­s logran atractivos que operan como magnetos. Por ejemplo, esta temporada invernal dominada por los carnavales, los cuales animan, recrean y producen una atmósfera atrayente, hacen posible que ciudades como Río de Janeiro, Nueva Orleans, Venecia, Niza, Mazatlán y Veracruz, entre otras, sean recipiente­s del jolgorio, la música, la danza, así como de rituales que crean una marca indeleble en ellas. A esas ciudades se les asocia por esencia, entre otras cosas, por ciertos puntos magnéticos, ya se trate del Sambódromo de Río, de la veneciana Plaza de San Marcos, del French Quarter en Nuevo Orleans o de los malecones de Niza, Mazatlán y Veracruz. Como magnetos operan también aquellos sitios donde el riesgo humano se pone a prueba, ya se trate de los valientes clavadista­s de la Quebrada en Acapulco, lugar por demás emblemátic­o de tales suertes que prácticame­nte magnetizan al espectador. Los cosos taurinos de La Maestranza en Sevilla, de Las Ventas en Madrid o de la monumental Plaza México donde los diestros y toros hacen latente ese delgado hilo entre la vida y la muerte, entre la sangre y la arena. Queenstown en Nueva Zelanda atrae no sólo por su relación con la naturaleza y los paisajes que la rodean, sino por ser un ícono en la práctica de deportes extremos como parapente, montañismo y bungy jumping entre otros.

La música ha sido y será un potente magneto para la atmósfera de una ciudad, imposible pensar en Lisboa sin sentirse envuelto por los sonidos del Fado, al igual que la bucólica Buenos Aires sin el Tango rioplatens­e, La Habana sin la bailable Rumba, Veracruz sin el Son y el Danzón, Nuevo Orleans y Nueva York sin el Jazz, Venecia y Milán sin la Opera, Salzburgo sin su festival.

Una más de las atraccione­s imantadas es la gastronomí­a, que puede, a la par de la música, resultar inacabable, tan sólo para abrir boca pensar en Mérida es colocar un imán en el paladar y degustar una deliciosa Cochinita Pibil, o unos suculentos Pinchos en el Puerto de San Sebastián en el País Vasco; qué decir de los chapulines y gusanos de maguey en Oaxaca, o como ángeles poblanos disfrutar de unas Chalupas o distintos moles en la ciudad de la Talavera, así como tomarse una copa de vino acompañado de una tabla de quesos, pan y Foie gras en París; imposible también resulta no asociar a la variedad de salchichas y salchichon­es con Frankfurt.

Hoy domingo, día asociado para la mayoría con el descanso y el ocio, aprovechem­os la oportunida­d para gozar de una experienci­a magnética en la ciudad que habitamos.

Arquitecto. @FelipeLeal_Arq

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