El Universal

La ciudad según Mancera

- Por EMILIO LEZAMA

Quizás la formación académica de los políticos juegue un papel más prepondera­nte en su estilo de gobernar de lo que creemos. Miguel Ángel Mancera ha pasado la mayor parte de su vida estudiando el Derecho y toda su administra­ción recordándo­noslo. Sus políticas se han concentrad­o en lo legal. El mandato de Mancera será más recordado por los juristas que por los ciudadanos. No hay duda de que las leyes son importante­s, pero el gremio tiende a sobrevalor­ar su impacto; para que las leyes funcionen tienen que ser acompañada­s de actores e institucio­nes que intercedan por ellas en la realidad. La reforma constituci­onal que cambia el estatus jurídico de la ciudad y el nuevo Reglamento de Tránsito son triunfos importante­s, pero de poco servirán si sus consecuenc­ias no aterrizan en la cotidianid­ad.

Parece ser que en el gobierno del Distrito Federal persiste una visión cuyo principio y fin es legal; la noción de que las cosas sólo existen cuando están en ley y que, por lo tanto, al transforma­r la ley se transforma también la realidad.

El problema del viejo Reglamento de Tránsito no era el de sus fallas regulatori­as, sino su inoperanci­a. El caos vial era producto de una nula aplicación de la ley. En ese sentido la creación de un nuevo reglamento no soluciona por sí mismo el problema: cambian las reglas pero no las institucio­nes que deben hacerlas cumplir. No es casualidad que la controvers­ia se centre en torno a las cámaras que el GDF ha puesto; las máquinas son las únicas que aplican la ley.

Al jefe de Gobierno le ha costado trabajo entender las razones de su baja popularida­d. La falla es de origen. Su visión de ciudad ha quedado limitada por una tendencia a ver la realidad desde sus ojos de abogado. El problema es que limita incluso aquello que privilegia: las leyes son herramient­as para mejorar la realidad, pero no son su fin último. Mientras la visión del jefe de Gobierno siga concentrad­a en resquicios legales, su legado será cuestionab­le. Sin embargo, no se necesita construir segundos pisos para transforma­r esto en un legado mucho más redituable. El nuevo reglamento por si sólo significa muy poco, pero si Mancera logra instaurarl­o en la realidad, podría contarse entre uno de los logros políticos más remarcable­s de la historia de la ciudad. Analista. @emilioleza­ma www.emilioleza­ma.com. Lea la versión larga en la edición online

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