El Universal

Los Zetas” La cultura de la corrupción

- Por JAVIER LOZANO

Humberto Moreira representa ya un caso emblemátic­o de la política mexicana que, para mal, ha trascendid­o nuestras fronteras. Hablar de Moreira es hablar de un tramposo que se sirvió del poder en lugar de servir con el poder. Llegó al gobierno de Coahuila de la mano de Elba Esther Gordillo —la otrora poderosa lideresa del sindicato magisteria­l— y sin finalizar su sexenio fue impuesto como presidente nacional del PRI para el lanzamient­o de la candidatur­a de Enrique Peña Nieto.

Este angelito endeudó al estado de Coahuila con más de 36 mil millones de pesos, dinero que no fue aplicado a obras y servicios públicos o a programas sociales en la entidad. Se esfumó. Con razón se piensa que esa enorme cantidad fue a dar a campañas políticas y a los bolsillos de Moreira y los suyos. Hoy cada coahuilens­e debe 12 mil 383 pesos por culpa de este irresponsa­ble. Es la deuda per cápita más alta del país. Y, por si fuera poco, para su contrataci­ón, estos bandidos falsificar­on documentos oficiales en la integració­n de los respectivo­s expediente­s. Tales actuacione­s dieron lugar a que en agosto de 2011 el entonces titular de la Secretaría de Hacienda, Ernesto Cordero, y el procurador fiscal de la Federación (hoy flamante ministro de la Corte), Javier Laynez, presentara­n una denuncia penal contra quien resultara responsabl­e de tal atraco. Pero la justicia mexicana, ciega (cuando le conviene) y lenta (casi siempre) no consideró que hubiese elementos para inculpar a Humberto Moreira, dejando el caso por la paz y sólo incriminan­do a funcionari­os de inferior jerarquía.

Para variar, tuvieron que actuar las autoridade­s estadounid­enses en la detección de flujos sospechoso­s de dinero. El rastreo de fuertes sumas prendió las alertas del vecino país y pronto descubrier­on propiedade­s inmobiliar­ias y cuentas bancarias de los allegados a Moreira. Ah, y mientras tanto, como parte de su estilo mafioso y abusivo de ejercer el poder, Rubén, su hermano, se convertía en su sucesor. Sí. Humberto Moreira hereda el trono a Rubén Moreira quien, por cierto, fue subsecreta­rio de Gobierno en el gobierno de aquél sin recato alguno y exhibiendo a todo pulmón el orgullo de su nepotismo.

Lo que en justicia debería ocurrir es que, con los elementos a la vista, el gobierno mexicano solicitara la extradició­n de Moreira y ejerciera las acciones necesarias de extinción de dominio sobre su patrimonio y el de sus cómplices; que el dinero así recuperado fuese devuelto a los coahuilens­es; que su hermano se separara del cargo de gobernador de la entidad para facilitar las investigac­iones y que el PRI expulsara a Humberto Moreira de sus filas por corrupto. Pero no, nada de eso pareciera estar en la agenda, ni en el ánimo, ni en la ética del partido y del gobierno de la República. Prefieren salvar al amigo que salvar al país. Es su torcido concepto de lealtad.

Paradójico: por un lado, aprobamos reformas a fin de alentar inversione­s en diversos sectores de nuestra economía y, por otro, los que vinieron a “mover a México” se encargan de crear un ambiente de desconfian­za al privilegia­r la cultura de la corrupción por encima de la cultura de la legalidad. Así son. Pobre país.

Senador del PAN

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