Edificio, en manos de Consejo de Administración del INFONAVIT
A la entrada del terreno de 4 mil 500 metros cuadrados, sobre la calle de Campa, y junto al edificio principal del INFONAVIT, está desde hace más de un mes la base para poner la primera piedra del edificio anexo, concebido también por Teodoro González de León (quien había diseñado el primero en 1974 con Abraham Zabludovsky). Pero la obra, en un terreno que el INFONAVIT había adquirido, y que contempla área de oficinas, biblioteca, cocina, auditorio, estacionamiento y otros servicios, está parada.
“El proyecto sigue el esquema del edificio sede, que es una plaza que se prolonga adentro del edificio”, detalló Teodoro González de León. Ya se cuenta con autorización de construcción de cinco niveles; el anterior era de cuatro. Contará, como el primero, con un jardín arriba, y será de concreto blanco.
El edificio, dijo el arquitecto, fue solicitado por el anterior director general del INFONAVIT, Alejandro Murat Hinojosa: “El proyecto está completamente detallado a nivel ejecutivo. Pero Murat se fue. Está detenido el proyecto. Cuando salió Murat me hablaron del INFONAVIT: ‘No se preocupe, todo se va a hacer’. Eso fue en noviembre”.
Incluso, hace unos meses el propio Murat se reunió con el arquitecto y con el escultor Manuel Felguérez a quien pidió la propuesta de una gran escultura. “Manuel se puso a trabajar, trajo una maqueta. Se la llevamos a Murat; (él) no fue. También la escultura está lista”. González de León espera que se retome.
Ante las dudas del arquitecto, Vicente Mendoza Téllez Girón, subdirector general de Planeación y Finanzas del INFONAVIT dijo a EL UNIVERSAL que el diseño fue aprobado, que les encantó, pero que “el Consejo de Administración del INFONAVIT determinó que un exter-
Vno vuelva a validar los costos y a evaluar cuál será la mejor fórmula financiera”.
La obra está presupuestada en 480 millones pesos, cifra de finales de 2014, cuando se entregó el proyecto. El funcionario del Instituto recapituló: “Cuando llegamos, en diciembre de 2012, y durante algunos meses de 2013 nos enfocamos en hacer un diagnóstico de las necesidades de espacio físico. Tenemos cerca de 4 mil trabajadores, en las oficinas centrales se encuentran mil 200. Advertíamos límites de espacio. Trabajamos con Teodoro González de León en un proyecto que aprovechara el terreno de la calle de Campa”.
Contó que a finales de 2014 estuvo el proyecto ejecutivo y que en 2015 se presentó al Consejo de Administración. Sin embargo, aseguró el funcionario, “el proyecto, debe incorporar los elementos de profesionalización del proceso, de administración, de rendición de cuentas y transparencia que nos den la mejor fórmula de instrumentalización de construcción y la mejor fórmula financiera”.
Agregó que en los próximos meses es “muy probable” que se vuelva a presentar en el Consejo de Administración, con la ayuda de un experto externo, que acredite los costos que se calcularon en el proyecto ejecutivo de González de León”. Hay varias eamos si me puedo explicar. Nada que ver: definitivamente no puedo. ¿Quién puede explicarse ante tantos oídos sucios y sordos? Y cuando oso referirme a los “oídos sucios y sordos”, quiero decir “oídos normales”. Mis oídos también se ensucian a menudo. Lo que me habría pescado en estos tiempos de explicaciones deplorables es escuchar algunas ideas verdaderamente anormales e incoherentes, no “chapuzas baratas”, como le gustaba decir a mi abuela. Y para que tal cosa pueda suceder se requiere buscar las expresiones atinadas y no canjeables en el mercado de las referencias asimiladas. Tal vez intento decir, una vez más, que, en este momento, me convencen más los actos que las palabras. Los ladrones comunes usan las mismas palabras de siempre a la hora de asaltar a la gente: “Manos arriba.” ¿No podrían decir “Rodillas a los lados?” No, porque son ladrones comunes y corrientes que siempre dirán “Manos arriba.” Algo así como: “Estamos comprometidos con los más pobres.” O “La devaluación del peso es debida a factores externos.” De ese modo se expresan los malhechores. Y así hasta el infierno, la ignominia y el estercolero. ¿O será que habitamos un paraíso en donde asentimos a las explicaciones que se nos ofrecen aunque nuestra experiencia vaya en otro camino y nuestro olfato se retuerza de dolor? En el manifiesto dadaísta, Tristan Tzara—que he citado 436 veces en conversaciones, conferencias, artículos, y 6 veces cuando estaba dormido, según testigos íntimos— escribió: “Hay gente que explica porque hay gente que aprende. Suprimid a ambos y solo queda Dada.” Nuestra sociedad aprende a obedecer, a conformarse, es adicta a las explicaciones —no a las buenas acciones— aunque los individuos estén de acuerdo o no con ellas, eso no importa, incluso es mejor si están en desacuerdo, requieren un alud de explicaciones que se adapten a la imagen que ella misma, la sociedad, ha hecho de su derrota. Se me dirá: “Al final siempre se aprende algo”; pues no, no se aprende nada porque explicar hoy en día no representa ya casi nada en el mundo de lo real: es decir en el mundo del peso, la renta y la comida.
Antonin Artaud llegó a afirmar que toda escritura es una porquería, y que las gentes que opciones que se contemplan desde la Institución: “Puede ser que un externo lo construya; sacarlo del patrimonio, que se venda a un tercero y rentarlo en un periodo determinado, inclusive, con opción de compra. Se podría recuperar como patrimonio del Instituto. Estaremos en condiciones, probablemente en el segundo semestre, de dar el campanazo de salida si así el Consejo de Administración lo determina”.
Ante las dudas del arquitecto pues la Institución no le ha informado qué pasa, Mendoza respondió: “A nosotros no nos preocupa, tenemos que ir trabajando con los tiempos del Consejo de Administración. Tampoco es un proyecto que para el Instituto sea una urgencia de primer nivel. Se retomará cuando haya las condiciones”.
El funcionario indicó que sí es un problema económico pero también de definición integral de lo que más le conviene al Fondo Nacional de la Vivienda y que no implicaría cambiar el diseño arquitectónico. Explicó que se pensó en buscar un externo porque “no somos expertos en materia de construcción de edificios, no administramos proyectos de construcción de edificios ni somos expertos en hacer valoraciones de costos sobre un proyecto de 500 millones de pesos”. renuncian a la vaguedad con tal de intentar precisar las cosas que pasan en su pensamiento son unos cerdos. Artaud comprendía la libertad como un movimiento no localizable, ni formal o convencional, pero sí vital y genuino. Yo creo que Artaud tenía una idea demasiado convencional de la escritura, aunque sabía que tarde o temprano las palabras terminan organizando ejércitos que destruyen y lo convierten a uno en nadie, en bailarín inmóvil o en actor sin gestos. Yo no desconfío de la escritura que es vaguedad, complejidad y mundo impredecible, no lógica, eficiencia y explicación bruta. Pero ése soy yo: un escritor que habla dormido y que en sus mejores momentos también escribe dormido.
La alusión a Artaud ha sobrevenido aquí luego de la lectura del libro Pequeñas doctrinas de la soledad, de Miguel Morey, un estudioso de filosofía dotado de una temeridad lírica y docta al mismo tiempo cuando se trata de asir y describir a ciertos monstruos de la literatura. La sombra de Nietzsche recorre el libro y sabemos que esa sombra es luz oscura, radiante y fugazmente bella y tenebrosa. W. S. Burroughs, Malcolm Lowry, Samuel Beckett, Georges Bataille, Henri Michaux e incluso Walter Benjamin son tratados, insinuados y sobre todo inventados (en el mejor sentido de la creación) en este libro que me ha recordado a escritores y filósofos como Josep Casals y su libro Afinidades vienesas; o a Rüdiger Safranski y sus ensayos biográficos acerca de filósofos como Nietzsche y Schopenhauer; a José María Pérez Gay y El imperio perdido; e incluso a Stefan Zweig y su obra El legado de Europa en la que sus breves ensayos sobre Joseph Roth y Otto Weininger me sugieren al Lowry o al Artaud de Miguel Morey. Pero basta. No estoy aquí para hablar de otros libros que no sean los míos y de éstos no quiero hablar porque ya los escribí y apenas si recuerdo en qué consistían cuando fueron escritos. Al fin y el cabo algunos escritores actúan y laboran arduamente con el propósito de no estar y desaparecer: eligen la escritura como una hoguera y un medio de mutación y conocimiento extendido más allá de las convenciones de lo que significa el arte o la buena literatura. Hay quien no es así, claro: y han sido muy reconocidos, y están. Mas hoy no quiero explicar ni aprender, sino insinuar que… estamos fritos, pues las pésimas adicciones de nuestra sociedad —que evidentemente es la suya de usted— nos han fundido a casi todos, fritos, como millones de mojarras en el infierno. Adicciones terribles como el consumo de publicidad rufianesca; el deseo de ser reconocidos y a la vez humillados por las peores personas; la necesidad de que la política continúe siendo un sainete; la ansiedad de ser pisoteados sólo para gritar en silencio, y odiar; en fin, adicciones incurables. Como decididamente no estoy explicando nada, sino vagando, sólo diré algo más y espero que parezca contundente: en México las palabras y las “sabias” explicaciones que se sostienen en tales palabras se han esfumado. En el mundo de los pesos, la renta y la comida sólo confío en los actos, en la honestidad y en la renuncia a las riquezas que causan muertes. “Queremos bailar”. El grito de los 68 integrantes de la Compañía Nacional de Danza (CND), es unánime, como la exigencia de la destitución de Laura Morelos, directora de la agrupación por “incompetencia, abuso de poder y violación a los acuerdos”, así lo reiteraron ayer durante su protesta artística pacífica con danza en la explanada del Palacio de Bellas Artes.
Ante decenas de personas que se solidarizaron con sus firmas y muchos otros interesados en ver a los artistas interpretar fragmentos de: El lago de los cisnes y Sinfonía para nueve hombres , los bailarines tomaron la explanada y bailaron.
Mientras otros mostraban pancartas en las que señalaban: “Juzga por ti. Sucesión de hechos de la última semana”, “Queremos trabajar” y“Los bailarines de la Compañía Nacional de Danza pedimos la destitución de la directora Laura Morelos”; y unos más registraban en foto y video la protesta que incluyó un tapiz con la puntualización de hechos y negociaciones que han vivido desde la pasada semana, enmarcado con tutús, zapatillas de punta desgastadas y rosas rosas.
La petición volvió a ser unánime: “Pedimos la renuncia de la directora porque en realidad está saboteando la fructífera negociación con las autoridades del INBA”, señaló una de las bailarinas, quien dijo que todos sus compañeros no claudicarán y que están a la espera de que hoy lunes tengan la reunión con los directivos del INBA, como quedaron la noche del viernes.
En un comunicado que leyeron, los bailarines destacaron el contrato que lograron tras la semana de negociación con los directivos del INBA, pero que se desvirtuó con el atropello a dos de las compañeras a quienes no les quisieron dar el contrato porque están por arriba del peso, aunque el acuerdo anterior es que bajarían en tres meses a partir de enero. “Los bailarines queremos aclarar que no estamos en contra de que se nos evalúe de acuerdo a las cláusulas establecidas en nuestro contrato, estamos en contra de los atropellos que las direcciones de la CND han tenido a través de varias generaciones por no tener unos lineamientos claros y justos”, señalaron los 68 bailarines.
Luego de manifestar que están abiertos al diálogo y que la CND es patrimonio de todos los mexicanos, Gamaliel Flores Cervantes, secretario general de grupos artísticos de Bellas Artes, que ha estado en las negociaciones, dijo que llevarán la protesta a las diferentes presentaciones que tengan los grupos artísticos. Ayer, llevaron la protesta a la presentación del Coro de Madrigalistas en el Munal.
Los bailarines continuarán en su exigencia y este lunes acudirán, como lo han hecho, a su centro de trabajo y a esperar la reunión con las autoridades. Ve más fotos. Luisa Díaz cuenta el maltrato en la CND