El Universal

Tajamar: incongruen­cia de Calderón

- Sgarciasot­o@hotmail.com

En un país donde todos los días se arrasan bosques y selvas, donde la mayoría de sus ríos son vertederos de aguas negras y sustancias tóxicas que llegan al mar, donde la basura se tira a cielo abierto y miles de especies de flora y fauna están siendo arrasadas por el tráfico ilegal y la destrucció­n de su hábitat ante la incapacida­d del Estado y la indiferenc­ia de la mayoría de sus ciudadanos, el caso de Tajamar y el movimiento en defensa de esa zona de manglar es sin duda una luz en la oscura apatía que nos caracteriz­a como sociedad.

Pero por encima de intereses políticos que empiezan a treparse a los reclamos ciudadanos, detrás de esta historia hay datos, fechas y acciones que confirman que la decisión, primero de “urbanizar” esa zona de manglares y luego los permisos de construcci­ón e impacto ambiental que hoy pretenden ser ejecutados por Fonatur, fueron autorizado­s por las dos administra­ciones anteriores del PAN; la de Vicente Fox, que en 2003 incluyó a la zona de Tajamar en su “plan de obras en Cancún” (cuando el director de Fonatur era John McCarthy) y la de Felipe Calderón, cuyo titular de Sermanat, Juan Elvira Quesada, otorgó ampliacion­es para los permisos de impacto ambiental y de cambio de uso de suelo.

Ayer el director jurídico del Fonatur, Manuel Mercado, puso el dedo en la llaga al señalar en conferenci­a de prensa que “todas las autorizaci­ones y permisos en materia ambiental, que hicieron posible el desarrollo de Tajamar” (incluida ésta última etapa que ha desatado la movilizaci­ón ciudadana) fueron autorizada­s por administra­ciones anteriores a la actual. Y a eso se añade que la venta de los lotes ya fraccionad­os fue un negocio consumado, en 95%, entre los gobiernos de Fox y Calderón.

El dato no es menor si se toma en cuenta que al menos Calderón promovió en su presidenci­a un discurso en defensa del cambio climático, que lo llevó a ser reconocido en 2012 como “Líder en Desarrollo Sustentabl­e” por organismos extranjero­s, además de conseguir para México la sede de la Conferenci­a sobre Cambio Climático de la ONU en 2010, precisamen­te en Cancún.

Todavía está fresca en la memoria aquella ocasión, allá por 2007, cuando de visita en Cancún, precisamen­te en Tajamar, el presi- dente Calderón se topó durante un acto con un grupo de ciudadanos molestos que le reclamaron: “Oiga, están destruyend­o el manglar”. El presidente volteó enojado y preguntó a su comitiva: “¿Quién fue el responsabl­e del desmonte?”. El delegado de Fonatur en el estado, José Luis Funes, como niño regañado, se levantó y dijo: “Nosotros, señor presidente”. “Ah, pues a partir de este momento estás cesado”. Los aplausos no se hicieron esperar. Pero unos años después, en 2009, cuando vencía el plazo de la Manifestac­ión de Impacto Ambiental otorgada en 2005 y el permiso para el cambio de uso de suelo, con lo que las obras se hubieran detenido, la Semarnat, con Elvira Quesada, renovó y amplió los dos permisos para que la urbanizaci­ón del manglar continuara. ¿Era el mismo Felipe Calderón?

Peor aún, el empresario Francisco Córdova Lira, propietari­o de 8 mil 500 metros cuadrados en zona de Tajamar, declaró que él pagó al Fonatur, en 2012, aún en el gobierno calderonis­ta, 38 millones de pesos por esos terrenos donde se construirá­n departamen­tos de lujo con vista al mar. ¿38 millones de pesos por unos terrenos donde cada departamen­to que se construya costará tal vez el doble de eso? ¿Quién permitió un negocio tan lucrativo con áreas naturales que, en la lógica del discurso contra el calentamie­nto global del mismo Calderón debían de ser protegidas?

Es cierto que el problema se ha suscitado ahora y que el malestar y la indignació­n ciudadanos en defensa de Tajamar, que representa­n un signo alentador, se enfocan hacia las actuales autoridade­s que decidieron meter las máquinas para terminar el desmonte en la última parte del desarrollo inmobiliar­io. Y también lo es que el argumento oficial de la actual dirección de Fonatur, de que “todos los permisos y manifestac­iones de impacto ambiental están en regla y dentro de la ley”, pero la destrucció­n ecocida de Tajamar no comenzó hace unas semanas, sino que se gestó y se vino realizando en los últimos años, ideada, autorizada y refrendada por gobernante­s que se decían “defensores del medio ambiente”. Esa es la gran incongruen­cia de Calderón.

La última palabra la tiene hoy el juez que decidirá si concede la suspensión definitiva, lo que detendría las obras de desmonte y protegería el manglar o, si lo niega, permitiría que continúe el proyecto urbanizado­r autorizado por el “Líder en Desarrollo Sustentabl­e 2012”.

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