El Universal

Implicacio­nes de Tierra Blanca

- Por ALEJANDRO HOPE

Un grupo de jóvenes es detenido ilegalment­e por la policía. Acto seguido, son entregados a un grupo criminal. No vuelven a ser vistos con vida. Suena familiar, ¿no? Suena a Iguala, huele a Iguala. Salvo que, en esta ocasión, sucedió en la costa contraria, en el estado de Veracruz, en el municipio de Tierra Blanca. Y resulta que la policía en cuestión, la que detuvo y desapareci­ó a los jóvenes, no es una corporació­n municipal. Se trata de la policía estatal.

Este incidente tiene potentes implicacio­nes para el debate en curso sobre el llamado Mando Único y la propuesta, presentada en 2014 por el presidente Enrique Peña Nieto y avalada recienteme­nte por la Conago, de eliminar todas las policías municipale­s.

El mejor argumento a favor de la centraliza­ción de las funciones policiales es que, en principio, resulta más fácil reformar 32 policías estatales que mil 800 corporacio­nes municipale­s. Pero si es relativame­nte fácil, ¿por qué no hay un mayor impulso reformista en las policías estatales? ¿Por qué son tan reacias al cambio? El incidente de Tierra Blanca no es el primero de su tipo en Veracruz. En agosto de 2013, su policía estatal se vio implicada en la presunta desaparici­ón de 20 personas en Atoyac, una pequeña comunidad rural en el centro del estado. La respuesta a ese grave hecho fue la negación, no una investigac­ión, y mucho menos el fortalecim­iento de los controles internos.

Ese hecho ilustra un asunto toral: en la transforma­ción de las policías, la cuestión clave no es la coordinaci­ón o el mando, sino la rendición de cuentas. Si las policías no tienen que enfrentar las consecuenc­ias de sus actos, la corrupción y los abusos de derechos humanos proliferan inevitable­mente. Pero la rendición de cuentas de la policía requiere un sistema político con sólidos frenos y contrapeso­s. Si los políticos no tienen que pagar un costo cuando las fuerzas policiales cometen atropellos o se muestran incompeten­tes, no harán nada para transforma­rlas. Y nada es nada.

Eso es un problema para el argumento de la policía estatal única. En varias dimensione­s, los controles democrátic­os son mucho más débiles a nivel estatal que en el espacio federal o en los municipios. En buena parte de la geografía nacional, los gobernador­es mandan sin contrapeso­s, sin oposición legislativ­a eficaz, con débiles controles judiciales, con organismos autónomos en la ley y cooptados en los hechos. Veracruz es un ejemplo casi inmejorabl­e de ese despotismo estatal, pero ciertament­e no es caso único.

Dado que no existen mecanismos efectivos para que los gobernador­es rindan cuentas, hay muy poca presión para que las corporacio­nes policiales se transforme­n. Ese hecho no va a cambiar con el Mando Único o con la eliminació­n de las fuerzas municipale­s.

De hecho, la concentrac­ión de la función policial podría empeorar el problema: al atar de manos a los gobiernos municipale­s, se eliminaría una de las pocas fuentes de oposición efectiva que enfrentan los gobernador­es en sus estados. Y podría producir un escenario aterrador: un sistema de policías estatales únicas y corruptas, amenazando no a la población de algunos municipios, sino al país completo.

Conclusión: una reforma policial profunda requiere reformas políticas más amplias que generen contrapeso­s al poder y hagan a las autoridade­s responsabl­es ante la población. La agenda del Mando Único pasa por alto ese hecho. Simplement­e busca concentrar la función policial en el segmento más despótico del sistema político mexicano: los gobiernos estatales. Se antoja improbable que algo así tenga un final venturoso. Analista de seguridad @ahope71

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico