El Universal

El indiscreto encanto de los narcos

- Por RICARDO ROCHA

“Si no, pa’ qué tanto riesgo”: la frase se me quedó para siempre y ha sido clave para mi entendimie­nto del complejo, sangriento, pestilente, folclórico y apasionant­e fenómeno del narcotráfi­co en México. Cenaba yo solo en un restaurant­e de la frontera; mi mesa miraba a la calle y por eso los advertí desde el primer momento: cuatro suburbans con hombres armados de las que descendier­on tres jefes con sus respectivo­s ejemplares de conejitas importadas con quienes se sentaron a seguir la fiesta. “¡Ese Rocha, qué haces ahí tristeando, vato! ¡Véngase pa’cá con los amigos!”, me dijo uno de ellos al tiempo que se levantaba y me ofrecía un lugar. No era cosa de negarse. Así que de pronto me vi departiend­o y platicando con mis nuevos y espectacul­ares “amigos”: pulseras de medio kilo de oro; los medallones cuajados de brillantes y las infaltable­s camisas Versace. Así que al rato me va diciendo mi anfitrión: “Si te estás preguntand­o eso que yo adivino, de una vez te digo que sí somos”. “No, si ya me di cuenta; además ni lo ocultan, las camionetot­as, las armas, las mujeres, las joyas, el champagne…” “¡Pues claro —fue entonces que me soltó— si no, pa’ qué tanto riesgo!”.

Desde entonces entendí que el exhibicion­ismo es inherente a la naturaleza de los narcos. Quién podría suponer que están dispuestos a morirse nomás para andar a salto de mata. Por eso mandan traer al obispo o hasta al arzobispo para que les bautice sus criaturas y a los grupos y cantantes más caros para que amenicen sus fiestas. Por eso se hacen compadres de deportista­s y otros famosos. Por eso el imán irresistib­le hacia las bellas de sociedad o actrices guapérrima­s. ¿No fue por eso que Caro Quintero se encaprichó y enamoró a la sobrina del gobernador? ¿No es por eso mismo que es larga la lista de reinas de belleza, desde Miss Universo a señoritas de feria, que han estado enamoradas y hasta procreado hijos con narcos de todos calibres? Y en el caso del personaje de moda, Joaquín El Chapo Guzmán, ¿por qué no una actriz idealizada y a la vez una diputada en funciones? Al fin que para eso son el dinero y la necesidad de adrenalina.

Todo esto viene a cuento por el caso de la diputada Lucero Sánchez, acusada por la PGR de vínculos con el celebérrim­o Chapo. Se dice que lo visitó varias veces en el Altiplano antes de la segunda fuga con una identifica­ción falsificad­a; luego, que pasó el año nuevo con él, ya prófugo. Pero más allá de que Lucero responda hasta qué grado llegó su connivenci­a con su célebre paisano, está el hipócrita desgarrami­ento de vestiduras de los panistas que ha originado un pequeño cisma en ese partido. Como si en sus gobiernos no se les hubiera escapado también su ilustrísim­a o no se hubiera perseguido a ciertos cárteles en favor de otros. Ni qué decir de los perredista­s que vendieron la plaza de Iguala a los Abarca. O de los priístas, durante cuyos mandatos floreciero­n las grandes organizaci­ones criminales.

Así que, el exhibicion­ismo de los narcos, también exhibe a los gobiernos de todos los partidos. Porque siempre han sabido dónde andan, cuándo son las bodas de sus hijos, cuáles las discos que les gustan y quiénes son las mujeres que los trastornan. Últimament­e, hasta qué entrevista­s quieren dar y qué películas quieren hacer. Si no, pa’ qué tanto riesgo.

Periodista. ddn_rocha

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