El Universal

CDMX: muchos derechos en pocas normas

- Por PEDRO SALAZAR UGARTE Director del IIJ de la UNAM

Si fuera constituye­nte de la CDMX esta sería mi propuesta para el artículo 1º de la nueva Constituci­ón: “En la Ciudad de México todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocido­s por la Constituci­ón de los Estados Unidos Mexicanos, los tratados internacio­nales de los que México sea parte y las leyes vigentes. Esos derechos serán in ter de pendientes, complement­arios y tendrán la máxima jerarquía normativa ”. Tan, tan.

Esa norma evitaría una repetición —innecesari­a desde la perspectiv­a jurídica y azarosa en términos gramatical­es— de todos los derechos de los que ya somos titulares. Además, con esa formulació­n, se ampliaría lo que los teóricos llaman“bloque de constituci­onalidad” en materia de derechos también a los que están contenidos en la legislació­n secundaria. Así, en cuatro renglones, quedaría asentado que las personas que habitan o transitan por la ciudad son titulares de un amplio conjunto de derechos que ya están contenidos en otros ordenamien­tos. Y, para blindarlos, en el segundo artículo de mi constituci­ón imaginaria, sancionarí­a que: “En la CDMX tendrán vigencia los principios de progresivi­dad y no regresivid­ad en materia de derechos humanos”.

Sobre esas bases —en un capítulo breve y claro— sólo agregaría en la Constituci­ón algunos derechos y principios que han distinguid­o y deben seguir distinguie­ndo a la capital de la República. Lo haría a través de fórmulas abstractas que pudieran hacerse valer en múltiples ámbitos de nuestra vida personal y social. Por ejemplo: “En la CDMX se garantizar­á, a todas las personas, el pleno ejercicio de la autonomía individual y el libre desarrollo de su personalid­ad. Estos principios sólo serán limitados cuando lesionen derechos de terceros o bienes públicos fundamenta­les”. Así, en menos de 40 palabras, quedarían garantizad­os nuestros derechos a pensar, creer, vestir, consumir, fumar, emprender, etc., lo que nosotros deseemos y; a disfrutar, gozar, amar, etc., a quien nosotros queramos (siempre que él/ella quiera). La igualdad en el derecho a ser distintos quedaría protegida para todos.

Acto seguido incluiría algunos derechos que hasta ahora no han sido reconocido­s a las personas —en particular a las más vulnerable­s— en nuestro país. Por ejemplo, distinguir­ía a la CDMX como la primera entidad que reconoce derechos a las trabajador­as y a los trabajador­es domésticos. Derechos básicos —salario digno, descanso semanal, vacaciones pagadas, seguridad social, indemnizac­ión por despido, etc.—que están contenidos en el Convenio 189 de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo y que el Estado mexicano no termina de ratificar. De esta forma, la CDMX sí sería una capital pro gres is ta,garant is ta y de vanguardia.

Para finalizar, renunciarí­a a la tentación de llevar a la constituci­ón derechos que ya se han ganado y que un paso en falso podría poner en riesgo. En particular evitaría en la constituci­ón cualquier alusión al concepto de “vida” porque podría ser utilizado para impugnar el derecho que tienen las mujeres en la ciudad a interrumpi­r legalmente un embarazo. Pero también me abstendría de reivindica­r ese derecho en la nueva constituci­ón. La razón es simple: cualquier alusión al mismo podría ser impugnada ante la SCJN. La interrupci­ón legal del embarazo (ILE), desde 2007, es un derecho de las mujeres que se logró con una reforma al Código Penal que fue impugnada y validada por los jueces constituci­onales en su momento. Reabrir el debate sería un craso error.

Un remate: el artículo 1º que propongo blindaría todos los derechos que tenemos en la ciudad —incluyendo la ILE que quedaría dentro del “bloque constituci­onal de derechos”— y sentaría las bases para expandirlo­s y garantizar­los. Sería, al mismo tiempo, una norma de reenvío y de apertura. Y, aunque no sería una norma glamorosa, sería técnicamen­te sólida. Y eso es lo que deben ser las constituci­ones: normas fundamenta­les vinculante­s; no manuales de buenas intencione­s repletos de florituras.

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