mexicanos van a recibir con las manos
Una nueva tendencia del cine hecho fuera de Hollywood es el subgénero cristiano. De corte panfletario, plantea tramas demasiado simplistas donde la probable duda sobre la existencia de Dios se resuelve, antes que recurriendo a la dramaturgia, confiando exclusivamente en la ideología cristiana. Es el Deus ex machina tomado literalmente.
O sea, la trama se resuelve en cuanto aparece Dios en forma de discurso mareador —un sermón en realidad—, con visos de espectacularidad dignos de ciertas sectas protestantes, para lograr el contrapunto ideal, se revisa la filosofía occidental y se extraen frases de pensadores notables que se toman como ejemplos de un ateísmo supuestamente evidente. Para rebatirlos basta la biblia. Por supuesto, tras llevar a juicio la idea de Dios y obtener así una dramática victoria de la fe.
El cultivador principal de este cine neomístico es Harold Cronk, autor de God is not dead! (2013), rehecha como Dios no está muerto (2014) y ahora su secuela Dios no está muerto 2 (2016).
Su esquema propone una situación inverosímil o demasiado maniquea o sacada de la manga, que se exagera para que suceda un enfrentamiento legal y conseguir así una victoria que reivindique lo que no puede reivindicarse de esta forma. Porque la fe es incuestionable. Pero a Cronk no le interesa la coherencia narrativa ni si es absurdo llevar a juicio a una maestra por sus opiniones sobre Dios.
Como se trata de un panfleto, que busca un impacto emocional sobre el espectador, prefiere que la trama se desarrolle con la exclusiva lógica de la fe. Este tipo de subcine es demasiado irracional por ideológico, poco creativo, y representa una pasión religiosa que no funciona más allá de la exposición hecha con mínimos recursos fílmicos (ante el exceso de los omnipresentes efectos especiales como que es demasiado insípido hacer un filme sin mayor inventiva que sólo ilustrar el nada brillante argumento de Chuck Konzelman y Cary Solomon).
La apuesta es que conforme avance el siglo y los conflictos religiosos se agudicen, este subcine será militante de una idea sobre Dios bastante superficial ajena al arte cinematográfico. Mismo estilo presenta Milagros del cielo (2016, Patricia Riggen), donde una niña enferma, que morirá porque la medicina no puede ayudarla, de súbito sana milagrosamente. El médico Nurko (Eugenio Derbez) tan sólo confirma que carece de capacidad para resolver el tema (“dígame que es un milagro”; “en mi profesión se le llama remisión espontánea a lo que no tiene explicación”). En efecto, la única explicación es que Dios intervino. De nuevo se atenta contra toda lógica dramática en este melodrama familiar, convencional, “de la vida real” que funciona con lo sobrenatural. El Deus ex machina crea un producto tan banal en su propuesta y solución fílmicas como el enfrentamiento verbal del que hace gala Dios no está muerto 2.
Los hermanos Coen, por su parte, le dan un giro al fabuloso tema de la nostalgia por el Hollywood de los años 50, la llamada época de oro donde el cine era una industria controlada por sólo unos cuantos, los que crearon las bases de esa ideología-espectáculo dominante durante el siglo XX (que aún sigue siéndolo, aunque en términos diferentes). Como contraparte a su filme Barton Fink (1991), en ¡Salve César! (2016) los Coen visitan de nuevo un Hollywood idealizado —con la imagen del estudio Capitol Pictures-, y captan los giros coloquiales de esos años, las formas de comportamiento, las rutinas y los protocolos de un cine que se hacía bajo control absoluto. La comedia surge ante la pérdida de ese control. Filme lleno de referencias al crepúsculo de aquellos dioses y a un estilo cinematográfico actualmente inexistente, deja para la historia los códigos aquí detallados (los nombres espectaculares —Baird Whitlock, Laurence Laurentz, DeeAnna Moran—, el trasfondo de los “10 de Hollywood” & el senador McCarthy, las revistas de chismes, la estrella embarazada soltera, el jefe de estudio católico en busca de recuperar la moral), códigos desactivados que aún sirven en este homenaje al viejo Hollywood visto con ironía y tristeza.