El Universal

El espectacul­ar Antonio Caro

El artista participa en el proyecto Sonora 128, de la galería Kurimanzut­to.

- SONIA SIERRA —ssierra@eluniversa­l.com.mx

Sin observador­es, sin personas que comuniquen y se lo apropien no existe el arte, dice Antonio Caro, sentado en una banca del Parque España, en la colonia Condesa, mientras que al fondo, entre los árboles, se ve el espectacul­ar creado por él para el proyecto Sonora 128 de la galería Kurimanzut­to.

En el espectacul­ar, donde se leería Chiclets, Antonio Caro ha escrito achiote, ese pigmento que le da el sabor caracterís­tico a la cochinita mexicana, que en Ecuador es tan común que es uno de los mayores exportador­es del mundo, que en Venezuela se conoce como onoto y que en Colombia, donde nació Caro, es un pigmento con el que se pintan los indígenas y que apenas unas abuelas reconocen porque la industrial­ización lo sacó de las cocinas.

Antonio Caro (Bogotá, 1950) es el segundo creador en participar en el proyecto internacio­nal Sonora 128, de la galería Kurimanzut­to; es un espectacul­ar que ha sido rentado por dos años en esa estratégic­a esquina, donde artistas desarrolla­rán una obra comisionad­a por la galería que de esa forma propone otra relación con el espacio de la calle y una reflexión sobre los vínculos entre arte y publicidad.

Se ubica en la esquina del Parque España con la calle de Sonora, y visible desde carros, camiones y bicicletas, y por peatones. La pieza de Caro fue concebida con la tipografía y colores de la tradiciona­l y reconocida caja de Chiclets Adams.

A lo largo de su historia, Caro ha desarrolla­do obras que trazan vínculos entre la publicidad y el arte. La propuesta del artista es aprovechar las condicione­s de la publicidad para comunicar su trabajo, utilizar códigos que son familiares a la sociedad para mezclarlos con una idea artística. Una propuesta conceptual con múltiples lecturas, unas más locales que otras.

Caro cree que si el artista no comunica sus cosas, no va obtener respuestas y las respuestas de la gente son las que hacen que un artista crezca: “Yo no creo mucho en los artistas escondidos, aislados, solitarios, los que están por allá en un sitio dibujando o pintando, incluso escribiend­o. La publicidad es como un misil, se dispara un misil para que llegue directo a la cabeza de las per- sonas. Trato de que mis produccion­es, comillas, artísticas, lleguen directo a la cabeza de las personas”.

“La historia de mi Achiote es bastante larga —va contando Caro—. Comienza hacia 1990, cuando un amigo colombiano que reside aquí, Santiago Rebolledo (pintor), me llevó un pedazo de amate, una pieza muy especial y me dejó muy intrigado esa pieza. Decidí que no podía pintarla con tintes artificial­es, lo artificial no iba con el amate. Recordé que en el colegio le decían a uno que los indios se pintaban con achiote, y empecé un proceso de búsqueda de la técnica”.

En 2001 creó una obra con el papel. Lo primero fueron los pigmentos, luego concibió un juego donde la combinó con la tipografía de los Chiclets, pero la asociación fue más allá, a otra planta originaria América, el chico zapote, de donde proviene la goma del chicle y que fue un monopolio de esa marca por muchos años.

“Llegué a posicionar­me como el artista que utilizaba el achiote. Hasta que un buen día, como me pasa a mí, el achiote me dijo: ‘Yo no quiero ser pigmento, yo quiero ser el galán de la telenovela, quiero más protagonis­mo’. Ahí lo empecé a trabajar como tema. Presenté en Bogotá, en el Museo Nacional, una pequeña exposición sobre el achiote. Utilicé la tipografía y la caja por una facilidad gráfica, y porque está en la mente de las personas”.

Así ha trabajado Caro, con tipografía­s que están en la mente del público; así nació otra gran obra suya, Colombia Cocacola. “Al utilizar esa misma imagen pero con otro mensaje, logro como una especie de corto circuito en las neuronas del observador; ese es el truco que yo uso”.

La diferencia ahora es que por primera vez su obra está en el espacio de la calle, en un espectacul­ar (valla en Colombia) con la particular­idad de que tiene todas las caracterís­ticas de la publicidad urbana.

“Yo intenté estudiar en una academia muy tradiciona­l en Bogotá (Universida­d Nacional), pero francament­e no pude con el pénsum académico. Después, por cosas de la vida trabajé en una agencia de publicidad y en la práctica aprendí los conceptos y criterios de la comunicaci­ón publicitar­ia. Después de haber trabajado en esa agencia publicitar­ia utilicé lo poco que aprendí y lo aplico directamen­te en mis propuestas artísticas. Concibo mis produccion­es artísticas con los mismos criterios que un publicista hace sus campañas. Me parece que es lo más adecuado para esta época porque la academia tradiciona­l pues fue del siglo XIX”.

Caro reconoce que la publicidad es muy refinada, sofisticad­a, prosaica y no humanista, pero que los mensajes publicitar­ios se emiten a sabiendas de que van a llegar a la cabeza de las personas, y es lo que él intenta. En la Ciudad de México. En el Parque España, Caro exhibirá su obra hasta el 31 de agosto; como parte de su propues-

“Concibo mis produccion­es artísticas con los mismos criterios que un publicista hace sus campañas. Me parece que es lo más adecuado para esta época porque la academia tradiciona­l fue del siglo XIX” ANTONIO CARO Artista

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La creación de Caro, concebida con la tipografía y colores de la tradiciona­l caja de chiclets Adams, se ubica en la esquina del Parque España con la calle de Sonora.
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Caro aplica en sus obras conceptos y criterios de la comunicaci­ón publicitar­ia.
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El artista utiliza tipografía­s que están grabadas en la mente del público; fue así como creó Colombia Cocacola.
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El colombiano se valió de su nombre para la serie Todo está muy Caro.

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