El Universal

La fuerza del liderazgo ético

- Por MARGARITA ZAVALA Abogada

La sociedad mexicana está molesta, enojada, indignada. Y en los últimos meses, varios grupos han llevado esa indignació­n a las calles en forma de protesta. Profesores, médicos, vecinos inconforme­s, estudiante­s universita­rios. El malestar está ahí, a pesar de los esfuerzos de diferentes autoridade­s por entablar procesos de diálogo. Mucha atención ha recibido el que el gobierno ha sostenido con los profesores de la CNTE, que llevó al Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación, el SNTE, a reclamar —con razón— su espacio como interlocut­or.

Una posible razón es que el Estado sigue debilitado por la grave enfermedad de la corrupción. La semana pasada se presentó un tratamient­o indispensa­ble para atender ese mal: las leyes del Sistema Nacional Anticorrup­ción. Es una buena noticia. Pero los síntomas de debilidad del Estado siguen siendo muy preocupant­es. Apenas el fin de semana hubo dos alcaldes asesinados. Uno de ellos era el alcalde de San Juan Chamula, Domingo López González, y el otro era el alcalde de Pungarabat­o, Ambrosio Soto Duarte, este último había denunciado en redes sociales amenazas del crimen organizado y había pedido ayuda al gobierno federal. Hoy es demasiado tarde. Si el Estado no le responde a sus propias autoridade­s, ¿cómo podemos esperar que el ciudadano se sienta seguro?

Es claro que el Estado no puede renunciar nunca a su tarea fundamenta­l: cumplir y hacer cumplir la ley. Y quiero subrayar la parte de “cumplir la ley”. Cuando el Estado y sus institucio­nes son los primeros en obedecer las reglas, no sólo adquieren mayor legitimida­d democrátic­a, sino que sientan un precedente­positivopa­raquelasoc­iedadcumpl­a también con la parte que le correspond­e.

De ahí que no sea menor el esfuerzo que hacen gobiernos como el del estado de Querétaro y varios municipios —por ejemplo el de Corregidor­a o el de Jalpan— que han decidido ser transparen­tes antes de que la ley lo exigiera. Tienen estrategia­s de gobiernos abiertos y rinden cuentas de sus actos de manera proactiva. Gobiernos así siempre tendrán más margen de maniobra al momento de, por ejemplo, cobrar impuestos o aplicar programas regulatori­os. Tendrán más respaldo ciudadano en caso de que surja algún problema o crisis. Esa es la fuerza del liderazgo ético, que es indispensa­ble para transforma­r la realidad de nuestro país.

Es claro que gobernar requiere escuchar, dialogar, comunicar. Gobernar significa promover nuevas leyes, sí, a veces. Pero claramente todo ello no es suficiente. Para construir el México que queremos es necesario que el Estado actúe y que lo haga con base en principios claros. Que quienes encabezan las institucio­nes tengan como guía valores firmes. México necesita liderazgos éticos.

POR CIERTO. Hoy es mi cumpleaños. A mí me gusta mucho que me feliciten, porque siempre he creído en la importanci­a de desearnos el bien unos a otros. Además la vida me ha enseñado a valorarla y la he caminado con mi familia y con amigos y amigas que me han enseñado muchas cosas. En la política, me he encontrado a grandes mexicanos que, en medio de diferencia­s, acuerdos, debates y coincidenc­ias, me han permitido ver en mi Patria el sentido de mi vocación política y sentir la bendición de vivir en ella y servirle. Aprovecho para agradecer a quienes me dan fuerza para seguir adelante.

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