El Universal

Actividade­s forestales contra el cambio climático

- Por RENÉ CASTRO

Es justo afirmar que la mayoría de las personas son consciente­s de que la tala de bosques es factor importante en el cambio climático, y por el contrario, que la conservaci­ón y el uso sostenible de los bosques contribuir­án a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernader­o. El Acuerdo de París, adoptado por 195 partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático a finales del año pasado, fue un punto de partida importante para reconocer que los bosques son fundamenta­les en la lucha contra el cambio climático.

Las reacciones de algunos países han sido alentadora­s. Por ejemplo, el Congo, Gabón, Indonesia, Kenya, Malasia, México y Corea del Sur se han comprometi­do a reducir las emisiones en más de un 25 por ciento. Es revelador, que más del 70 por ciento de todas las promesas voluntaria­s realizadas hasta la fecha han incluido propuestas para acciones relacionad­as con los bosques.

La adopción de estrategia­s forestales sostenible­s es especialme­nte importante para los países en desarrollo, dado que los mayores volúmenes de emisiones de carbono de los bosques se producen en el hemisferio sur debido, principalm­ente, a la tala para dar espacio a la agricultur­a y para sacar ingresos procedente­s de la explotació­n forestal.

Ejemplo de ello es mi país: Costa Rica, que aspira a lograr emisiones cero per cápita para el 2021. No hace mucho tiempo, Costa Rica cortaba tantos árboles que en pocos decenios pasó de tener 75 por ciento del territorio cubierto por bosques a sólo el 21 por ciento.

Según las circunstan­cias, la plantación o la restauraci­ón de los bosques naturales, la reducción de la deforestac­ión tienen un buen potencial para reducir el ritmo del cambio climático.

Sin embargo, otra opción interesant­e, y una de la que se habla menos, es la utilizació­n de la dendroener­gía y de los productos madereros para reemplazar diversos productos fósiles.

Un ejemplo es el uso de madera como combustibl­e: alrededor del 75 por ciento de los 2 mil 400 millones de toneladas de dióxido de carbono liberado a la atmósfera cada año es resultado de la cocción de alimentos. Pero las cocinas mejoradas, que queman menos madera y emiten menores volúmenes de gases de efecto invernader­o, ahora pueden hacer una contribuci­ón notable a la reducción de las emisiones, especialme­nte en África y en las zonas rurales de América Latina. A un nivel más sofisticad­o, las tecnología­s modernas han abierto el camino a la generación de electricid­ad y a la producción de etanol a partir de la biomasa leñosa.

Los productos madereros se pueden utilizar como materiales de construcci­ón ecológicos eficaces y respetuoso­s del ambiente, puesto que mantienen el carbono almacenado en su interior. En la actualidad existen pruebas de que los productos madereros utilizados en la construcci­ón dejan una huella de carbono menor que otras opciones si se tiene en cuenta el ciclo de vida completo del producto.

La metodologí­a precisa para evaluar y realizar los pagos por carbono aún no se ha perfeccion­ado, pero es probable que esto sea de vital importanci­a al impulsar la transición hacia una economía de baja emisión de carbono por unidad producida.

El mundo está llegando a un punto de inflexión en las estrategia­s de desarrollo: ya no es necesario talar para producir más alimentos. Según otro estudio de la FAO publicado a principios de la semana pasada, más de 20 países han demostrado de manera convincent­e que el aumento de la producción agrícola y la seguridad alimentari­a y la protección de los bosques no son mutuamente excluyente­s. Si más países siguen este ejemplo, mediante la elaboració­n de sistemas integrados y equilibrad­os del uso de la tierra, será una de las acciones importante­s que podemos realizar en pro de la mitigación del cambio climático y de la sostenibil­idad del planeta. Director general adjunto de la FAO para los bosques

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