Tim Kaine, la huella que dejó por Centroamérica
El candidato a vicepresidente de Estados Unidos vio de cerca la pobreza en una región que hoy lo mira con ojos de esperanza
CSan José uando el joven estadounidense Tim Kaine, de 22 años, llegó en 1980 a Honduras a enrolarse como misionero jesuita, Centroamérica estaba hundida en la más grave crisis que enfrentó en el siglo XX, una mezcla de pugnas ideológicas, políticas, militares y socioeconómicas por impacto de la Guerra Fría, la prolongación de dictaduras castrenses derechistas y la irrupción de fuerzas guerrilleras izquierdistas.
Numerosas anécdotas de acercamiento a la pobreza durante su estadía juvenil en Honduras alimentan el expediente del ahora candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata y consolidaron lo que para Kaine fue una lección de humanismo. Pero más de 35 años después de haber laborado nueve meses con jesuitas en El Progreso, ciudad del norteño departamento hondureño de Yoro, la situación centroamericana es explosiva por añejas causas: pobreza y violencia como gérmenes de migración.
“Kaine tiene la gran oportunidad de que el humanismo que descubrió en El Progreso hace 36 años se convierta en política pública en favor de un proyecto que rompa el círculo infernal de desigualdad, miseria y violencia” en Honduras, Guatemala y El Salvador, dijo el sacerdote jesuita hondureño Ismael Moreno, director de Radio Progreso, en la ciudad hondureña.
En entrevista con EL UNIVERSAL, Moreno afirmó que “humanismo sin compromiso político firme es algo bastante superficial en una Centroamérica con los signos de mayor peligrosidad y criminalidad y mayor expulsión de migrantes del planeta. Kaine tiene la gran responsabilidad de que el gobierno de EU, en lugar de disparar con armas, con su sistema de seguridad y con dólares para querer detener la migración, ayude a un nuevo pacto social [en Centroamérica] que deje de fortalecer sólo a las élites y construya un Estado con participación de todos los sectores”, recalcó.
Los centroamericanos, añadió, “tenemos una gran oportunidad con un hombre que ha conocido la pobreza de cerca, mientras las élites buscan proteger sus intereses con una remilitarización más fuerte que en la década de 1980”.
Al llegar a suelo hondureño en 1980, Kaine se topó con un país que era una estratégica plataforma militar de EU en el área y que estuvo a punto de entrar a un choque bélico con su vecina Nicaragua, cabeza de playa de la expansión regional comunista de Cuba y de la desaparecida Unión Soviética. La insurgencia anticomunista de la “contra”, financiada por EU para atacar a Nicaragua, estaba en ciernes pero El Salvador y Guatemala ya sufrían guerras civiles de guerrillas comunistas y ejércitos anticomunistas.
Centroamérica firmó la paz en 1987, las guerras civiles finalizaron de 1990 a 1996, la expansión comunista dejó de ser la máxima inquietud de la Casa Blanca en la zona y la Guerra Fría mermó con la caída en 1989 del Muro de Berlín. Pero la principal preocupación de Washington en el istmo en el segundo decenio del siglo XXI es la masiva migración de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños a EU por inseguridad y pobreza.
Kaine “da esperanza”, dijo a este diario el sacerdote jesuita español Juan Hernández, profesor de teología de la Universidad Centroamericana, de El Salvador. “Nunca hemos tenido una persona que nos conozca tanto, a un nivel posible de gobierno tan alto. Kaine es una esperanza muy grande para nosotros en Centroamérica”, afirmó.