El Universal

La reforma educativa y la perpetuaci­ón de la pobreza

- Por ENRIQUE CÁRDENAS SÁNCHEZ

En estos días se discute en foros amplios el contenido más sustantivo de la reforma educativa. Al haber participad­o en lo tocante a las organizaci­ones de la sociedad civil, puedo atestiguar que fue una experienci­a enriqueced­ora y sin duda útil para nutrir el contenido de la propuesta gubernamen­tal. En términos generales considero apropiada la propuesta del modelo educativo, pues coloca la escuela al centro de la labor educativa. Alguien en el foro dijo que debería ser el “epicentro” de todo el sistema. En ese espacio —que asimismo es de aprendizaj­e— participan maestros motivados, interesado­s en los alumnos, en que haya escuelas dignas y con participac­ión acotada de padres de familia. Sin embargo, no todo fue hojuela sobre miel, pues hubo una preocupaci­ón unánime: en el modelo se margina la figura del director (a) de la escuela.

Durante la discusión en el foro, se subrayó la importanci­a de la dirección a nivel de escuela. Los directores son —o deben ser— líderes que estimulen a los jóvenes ya los maestros, además, deben ser capaces de lograr la sana interacció­n con padres y autoridade­s superiores del sistema. Deben tener capacidade­s administra­tivas y de trabajo en equipo y no sólo esto: quien dirige una institució­n debe ser autoridad moral y ejemplo para los jóvenes y para los maestros. El perfil sin duda es uno específico que debe buscar se en forma especial. La importanci­a de su trabajo así lo demanda. Si bien es cierto que no puede haber buenas escuelas con malos maestros, tampoco hay buenas escuelas con malos directores. Así como los maestros, los directores son esenciales para el buen desempeño de “la escuela”, epicentro del nuevo sistema educativo.

Por todo lo anterior, preocupa que los directores no estén considerad­os en forma específica en el modelo que la SEP propone. Éste debería contener todo un capítulo sobre el perfil del director, método para su designació­n y tipos de evaluación para su permanenci­a en el puesto. Eso falta en el modelo y no sólo falta: es fundamenta­l.

Con ajustes como el que aquí comento, y segurament­e muchos más que aparezcan en los foros y que esperemos que las autoridade­s tomarán en cuenta (la interfase entre los foros y la SEP está constituid­a por el CIDE, que sistematiz­ará todas las opiniones recogidas en los foros y entregará un reporte a la SEP con recomendac­iones para su posible inclusión en el modelo educativo y en la curricula), habremos desarrolla­do una parte esencial de la reforma educativa.

No es asunto trivial: la educación mediocre, sin pertinenci­a para los educandos y para la sociedad en que se desarrolla­rá, con directores y maestros no aptos para semejante tarea, asegura la perpetuaci­ón de la pobreza y la desigualda­d. La educación sin calidad es uno de los mayores obstáculos a la movilidad social. De acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Movilidad Social (EMOVI) levantada por el CEEY, 16% de las personas que nacen en el 20% más pobre de la población termina la secundaria, 6% termina la preparator­ia y sólo 5% culmina una carrera universita­ria. En otras palabras, 7 de cada 10 que nacen en un hogar pobre tendrán posibilida­des de éxito más que limitadas a causa de los bajos niveles de logro educativo, mismos que, en buena parte, se deben a la mala calidad de la educación básica que reciben los niños. Al tener una educación que no pasa de la secundaria, la mayoría de estas personas recibirá un salario acorde con ese nivel de escolarida­d: 76% en promedio de lo que recibe quien termina la preparator­ia y 47% (menos de la mitad) en relación a quien termina estudios superiores (y sólo 30% de quien termina un posgrado).

Pero estas cifras son el promedio a nivel nacional. Con estimacion­es indicativa­s, en los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, en donde se concentra la oposición a la reforma educativa por parted el aCN TE, en donde hay más falta salas clases, en donde es más cuestionab­le la calidad de las escuelas,el logro educativo de los niños de ese mismo estrato social parece ser más bajo que el promedio del país. Cifras preliminar­es muestran que en esos estados sólo 14% termina la secundaria, 5% la prepa y menos de 3% la universida­d. Hay indicios fundados de que las posibilida­des de movilidad social en esos estados es, por tanto, menor.

Si bien la educación no es el único motor de la movilidad social, sí es el más importante. Por ello, la reforma educativa, y en particular el modelo educativo adicionado con la importanci­a que merece la figura de director, es tan crucial. Se trata del camino más importante para romper círculos viciosos que impiden la movilidad social y perpetúan la pobreza generación tras generación. Centro de Estudios Espinosa Yglesias, A.C. @ecardenasC­EEY ecardenas@ceey.org.mx

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