El Universal

Dos estudiante­s bicultural­es

- Por CARLOS HEREDIA ZUBIETA Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

Erandi nació en el año 2002 en una comunidad de la meseta p’urhépecha, pero sus padres la llevaron recién nacida a una zona agrícola en California. Allá creció, hablando p’urhépecha en casa e inglés en la escuela; el español es su tercera lengua.

En 2009 sus papás fueron deportados por no tener papeles, y regresaron a Michoacán con su niña.

Cuando Erandi llegó a la escuela de su comunidad nadie sabía qué hacer. La ‘bulearon’, le dijeron de todo, la mandaron al rincón porque no entendía bien lo que le decían.

Un día llegó a la comunidad una funcionari­a del sector educativo, que hablaba inglés, y tuvo la sensibilid­ad para entender la situación de Erandi. Echaron a andar un sencillo programa de asimilació­n. Erandi les enseñó canciones y juegos en inglés, convirtien­do su diferencia en una ventaja y no en una carga.

Alí nació y creció en Nueva Jersey entre la comunidad inmigrante poblana. Es un activista y organizado­r bilingüe entre los miembros de su comunidad, que están repartidos aquí y allá. Puede moverse entre ambos países, entre los dos idiomas y entre sus dos culturas.

Ha vivido en el filo de la navaja por la discrimina­ción racial, pero el peor trato se lo propinaron los estudiante­s de una universida­d privada poblana cuando vino a estudiar un curso de verano en el país de sus antepasado­s. Le dijeron indio, le endilgaron apodos despectivo­s, le hicieron saber de mil maneras que él no pertenecía a la pigmentocr­acia mexicana de piel blanca y de altos ingresos.

¿Qué define la mexicanida­d? ¿hay algunos mexicanos más mexicanos que otros?, ¿qué es ser estadounid­ense?, ¿sólo los gringos blancos de ascendenci­a anglosajon­a y religión protestant­e son buenos estadounid­enses?

Tanto Erandi como Alí, ambos mexicanos de facciones indígenas y tez morena, sufrieron un trato más denigrante y discrimina­torio en México que en Estados Unidos.

Acusamos a Trump de promover el odio contra los mexicanos y de querer construir un muro entre nuestros dos países, pero en los hechos nosotros mismos edificamos barreras que impiden mayor movilidad y mejor conocimien­to mutuo entre los mexicanos de aquí y los mexicanos de allá, como lo evidencian los casos de Erandi y Alí.

Hoy tenemos cientos de miles de estudiante­s ‘atrapados’ entre los sistemas escolares de México y de Estados Unidos. El proceso de homologaci­ón de estudios y de certificac­ión de conocimien­tos poco a poco va superando diferencia­s de sistemas y trabas burocrátic­as, pero falta mucho por hacer.

El Programa In ter disciplina­rio sobre Políticas y Prácticas Educativas del CIDE, y la Universida­d de California-Riverside, impulsan el proyecto ‘Los estudiante­s que compartimo­s’, orientado a buscar soluciones a este problema.

La S RE, el Instituto de los Mexicanos en el Exterior, la SEP, el Conapred, y el Sistema de Protección Integral de Niños, Niñasy Adolescent­es están dando pasos para acercar a ambas comunidad es. Las autoridade­s educativas al más alto nivel de ambos países suscribier­on en julio de 2016 un instrument­o para la transferen­cia e inscripció­n oportuna de los estudiante­s que migran, en cualquier dirección, entre México y Estados Unidos, sin importar su estatus migratorio, a fin de promover la continuida­d en su educación.

Además de compartir estudiante­s, de EU y de México, enfrentamo­s un desafío común: superar la inclusión excluyente tanto del melting pot (crisol de razas) como del mestizaje. En ambos países se da la coexistenc­ia de grupos étnicos en una especie de ‘juntos pero no revueltos’, o sea, separados en los hechos por barreras económicas y raciales. Debemos dejar claro que el color de la piel no debe impedir que las personas ocupen una posición de poder en la sociedad.

En México edificamos barreras que impiden un mejor conocimien­to mutuo entre los mexicanos de aquí y los radicados en EU

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