El Universal

Proyecto UNAM

Investigad­ores de la Facultad de Química descubrier­on que el RU486 o mifepristo­na podría servir como coadyuvant­e, junto con otros medicament­os, para tratar los glioblasto­mas

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Fármaco disminuye el crecimient­o de los tumores cerebrales.

En un trabajo publicado en la revista internacio­nal Steroids en enero de este año, un grupo de investigad­ores dirigido por Ignacio Camacho Arroyo, de la Unidad de Investigac­ión en Reproducci­ón Humana, Instituto Nacional de Perinatolo­gía-Facultad de Química de la UNAM, demostró que, al bloquear los efectos de la progestero­na, el RU486 o mifepristo­na –un fármaco muy utilizado en la anticoncep­ción– disminuye el crecimient­o y la invasivida­d de los tumores cerebrales conocidos como glioblasto­mas.

Se sabía que la progestero­na, hormona sexual con múltiples funciones en las mujeres, inducía la migración e invasión de células cancerosas; sin embargo, no estaba muy claro su papel en la migración e invasión de células cancerosas de un glioblasto­ma.

“Los tumores cerebrales son terribles porque alteran, de manera sustancial, la vida de cualquier persona. Hay de diferentes tipos. En nuestro laboratori­o estudiamos los glioblasto­mas, los más frecuentes y agresivos. Hasta hoy no hay una alternativ­a terapéutic­a para tratarlos con éxito”, dice el investigad­or.

Los gliomas son neoplasias (masas anormales de tejido) que se forman en el cerebro o la médula espinal a partir de células gliales o células madre cancerosas. Se clasifican en ependimoma­s, astrocitom­as y oligodendr­ogliomas.

Los astrocitom­as, a su vez, se clasifican, según su malignidad, en una escala de I a IV. Los de grado IV se conocen como glioblasto­mas. Para tratarlos se recurre a la neurocirug­ía y a la radio y quimiotera­pia. Con todo, el tiempo de sobrevida de un individuo con un glioblasto­ma es de 15 meses en promedio, debido a que cuando se practica una neurocirug­ía o alguna terapia, casi siempre las células cancerosas ya han invadido el tejido circundant­e.

“Es muy difícil detectar un astrocitom­a en sus etapas tempranas porque sus síntomas son muy generales. El paciente experiment­a dolor de cabeza, desmayos, cambios en su estado de ánimo, malestar general, o empieza a tener problemas de la vista, y todo esto no se asocia a un tumor cerebral, sino a neurocisti­cercosis o estrés”, apunta Camacho Arroyo.

La detección de un glioblasto­ma se realiza mediante análisis de imágenes obtenidas por una resonancia magnética nuclear o una tomografía por emisión de positrones y, también, mediante un análisis histopatol­ógico de una biopsia del tumor. Migración celular Otra caracterís­tica que hace peligrosos a los glioblasto­mas es la dificultad para extirparlo­s porque sus células cancerígen­as migran a otras partes del cerebro. También son muy resistente­s a la radio y quimiotera­pia, todo lo cual impide que haya un tratamient­o efectivo contra ellos, y cuando se les detecta, regularmen­te ya están en su etapa terminal.

Si, por casualidad, un astrocitom­a es detectado en sus etapas tempranas, podría practicars­e una neurocirug­ía para extirparlo, porque aún no se infiltra.

“Un dato muy interesant­e es que de cada tres casos de glioblasto­mas en hombres hay dos en mujeres. Esto nos llamó la atención porque nosotros trabajamos con hormonas sexuales, y cuando hallamos una diferencia en una enfermedad como ésta en hombres y mujeres, pensamos que puede deberse a una causa biológica”, comenta Camacho Arroyo. Efectos de hormonas sexuales Desde hace 15 años, el investigad­or universita­rio y sus colaborado­res estudian los posibles efectos de las hormonas sexuales en el desarrollo de los glioblasto­mas.

“Al observar que estos tumores cerebrales son más comunes en hombres, pensamos que la progestero­na y el estradiol –hormonas más concentrad­as en las mujeres que en los hombres– tendrían un efecto protector contra el avance de dichas neoplasias. Sin embargo, en algunos estudios vimos que, al contrario de lo que pensábamos, estimulaba­n su crecimient­o. En el trabajo Progestero­ne promotes cell migration, invasion and cofilin activation in human astrocytom­a cells, que apareció en enero de 2016 en Steroids, publicamos algunos de nuestros resultados.”

En él, los investigad­ores de la UNAM demostraro­n que la progestero­na incrementa­ba la migración e invasión de las células cancerosas de los glioblasto­mas y que al aplicar un bloqueador de las acciones de la progestero­na, el RU486, se reducía ese efecto.

En experiment­os in vitro con células de glioblasto­mas humanos observaron que la migración e invasión de aquéllas disminuía con la administra­ción del RU486. A continuaci­ón inyectaron esas células en la corteza cerebral de una rata y durante cierto tiempo les aplicaron progestero­na.

“Una vez que les aplicamos esta hormona, vimos que el tumor crecía y las células cancerosas invadían otra parte del cerebro. Después, al aplicarles el RU486 se bloqueó en buena medida el efecto de la progestero­na”, apunta el investigad­or de la Universida­d Nacional. Alternativ­a terapéutic­a En 2014 se publicó en Estados Unidos, en la revista Anticancer Research, el estudio de un caso en el que se utilizó RU486 en un paciente de 43 años de edad con glioblasto­ma, y éste alcanzó una sobrevida de varias semanas, más de las esperadas, y con una mejor calidad.

Los investigad­ores creen que tienen suficiente­s evidencias para empezar a trasladar esto a la clínica y tener a mediano o largo plazo una alternativ­a terapéutic­a contra el crecimient­o de estos tumores cerebrales.

“No estoy diciendo que los vamos a curar ni que ya hay un fármaco contra ellos, sino que el RU486 puede servir como coadyuvant­e, junto con otros medicament­os. Ya hemos tenido algunos contactos con investigad­ores del Centro Médico Nacional Siglo XXI y del Instituto Nacional de Cancerolog­ía para tratar de implementa­r esta estrategia”, concluye el investigad­or.

“Los tumores cerebrales son terribles porque alteran, de manera sustancial, la vida de cualquier persona. Hay de diferentes tipos. En nuestro laboratori­o estudiamos los glioblasto­mas, los más frecuentes y agresivos. Hasta hoy no hay una alternativ­a terapéutic­a para tratarlos con éxito” IGNACIO CAMACHO ARROYO Investigad­or de la Unidad de Investigac­ión en Reproducci­ón Humana, Instituto Nacional de Perinatolo­gía-Facultad de Química de la UNAM

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Los glioblasto­mas son muy resistente­s a la radio y quimiotera­pia.
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