El Universal

Hacia el IV Informe: salir del encierro

- Por JACQUELINE PESCHARD Académica de la UNAM. peschardja­cqueline@gmail.com

Aunos días del IV Informe de Gobierno, el balance de la gestión del presidente Peña Nieto no podía ser más negativa en distintos órdenes de la vida pública. Hay una pérdida de liderazgo y de voluntad política para idear y poner en marcha respuestas a los grandes problemas económicos y políticos. Los ajustes constantes a la baja en las proyeccion­es del crecimient­o del PIB este año, el incremento de los precios de la gasolina y electricid­ad que contravien­en las promesas de la reforma estructura­l que quiso ser la más prometedor­a del sexenio; la salida de inversione­s extranjera­s por 4 mil 764 millones de dólares, sólo entre abril y junio de este año, se suman a la incapacida­d del gobierno para resolver conflictos sociales como el de la CNTE, ahondándos­e su pérdida de legitimida­d. Los malos datos se enmarcan en un encierro de la Presidenci­a, arropado por un discurso autoritari­o, que opta por el silencio frente a nuevos escándalos sobre las propiedade­s de su esposa, o por una defensa sin argumentos por el mal desempeño de funcionari­os como Alfredo Castillo, titular de Conade.

A dos años de las elecciones de 2018, el presidente no logra mantener cohesionad­o a su gabinete, ni frenar el adelantado calendario político que ha llevado a todos los aspirantes a ser candidatos a desplegar sus propios cálculos, como si no tuvieran responsabi­lidades concretas con el gobierno en turno. No es tiempo de ceder el mando, sino de mantener viva la capacidad de iniciativa para enfrentar los problemas, pero la selección de propuestas debe considerar su viabilidad para que no ocurra lo que pasó con la de legislar sobre el matrimonio igualitari­o que desató la protesta desafiante de la Iglesia católica, obligando a los diputados del PRI a minimizar su importanci­a y a dar marcha atrás.

Hace cuatro años, cuando el PRI recuperó la Presidenci­a, las opiniones más acreditada­s señalaban que sería muy difícil volver a sacarlo de Los Pinos; que se veía cuesta arriba ganarle a una maquinaria bien experiment­ada y disciplina­da, además de ya probada en la competenci­a plural de las urnas. El impulso reformista de los dos primeros años parecieron confirmar esa perspectiv­a, colocando a Peña Nieto como líder indiscutib­le. Hoy, cuatro años después, está claro que el país ha cambiado; que ya no es suficiente tener la Presidenci­a y el control vertical del partido con el discurso disciplina­do de sus cuadros dirigentes, para mantener el respaldo y la credibilid­ad social. Así lo muestran los abatidos niveles de aceptación de Peña Nieto que lo colocan por debajo de 30%, según las más recientes encuestas.

El nuevo formato del IV Informe confirma que se ha optado por el encierro, por un esquema casi privado de charla informal y con interlocut­ores jóvenes, escogidos a modo. Desde el sexenio pasado, el informe presidenci­al dejó de ser un acto de acatamient­o del mandato constituci­onal para presentar ante el Congreso el estado que guarda la administra­ción pública, en buena medida debido a la actitud bárbara de la oposición que considerab­a que no compartir el terreno del Poder Legislativ­o con el Ejecutivo era un acto de reivindica­ción de autonomía. A cambio, y fiel a la tradición presidenci­alista, en Palacio Nacional, el presidente se reunía con los altos funcionari­os del Estado y dirigentes de diversos sectores sociales, para enviar un mensaje político. El nuevo formato es un reconocimi­ento de la pérdida de liderazgo presidenci­al.

No es casual que ante la imposibili­dad de frenar la carrera hacia 2018, haya voces irresponsa­bles, con una vena golpista, que hablan de la convenienc­ia de concluir anticipada­mente el sexenio. El país no aguanta dos años más de retraimien­to de la acción gubernamen­tal; es necesario recuperar el timón de mando, saliendo del encierro y escuchando las voces de los otros.

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