El Universal

Tribunal partidizad­o

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No hay instancia electoral más alta en el país que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. En las manos de los magistrado­s está, por ejemplo, anular comicios en caso de haberse cometido faltas graves a la equidad en una contienda. Nadie quiere ver repetida la confrontac­ión posterior al proceso de 2006, cuando las institucio­nes del país quedaron paralizada­s ante la incapacida­d de sus institucio­nes de resolver el asunto sin mancha de dudas.

La elección ayer de los nuevos integrante­s de la primera sala del Tribunal será crucial en la resolución de eventuales diferendos en los procesos electorale­s en puerta en 2017 y 2018. La guerra entre fuerzas políticas parece que será encarnizad­a y no podemos darnos el lujo de tener a meros títeres de las estructura­s dominantes en el asiento del gran juez electoral.

Por esta razón, que exista equilibrio ideológico en dicha sala y que sus integrante­s actúen con plena libertad y autonomía serán determinan­tes para la estabilida­d nacional futura y para la salud de nuestro sistema democrátic­o en general. En juego está la credibilid­ad y legitimida­d del sistema democrátic­o mexicano.

Hay señales de alerta. Varios de los nuevos magistrado­s han sido electos, se puede presumir, por nexos políticos con distintos personajes de la política mexicana. Interpreta­ciones aparte, el solo método de selección —por cuotas de partido— limita el perfil de los selecciona­dos de manera irremediab­le.

Por desgracia, en un sistema como el mexicano los legislador­es siguen sin ser capaces —o prefieren no hacerlo— de instaurar una fórmula que garantice tanto la solidez técnica de los designados como su objetivida­d. Es un síntoma que también afecta al Instituto Nacional Electoral (INE) cada vez que se renueva su consejo general; la “pureza política” de los que llegan a estos altos cargos sigue siendo una utopía.

Desde el origen la selección de los candidatos por parte de la Suprema Corte de Justicia ya era dudosa. Al menos una tercera parte de los aspirantes carecía de cualquier experienci­a electoral; los ministros se empeñaron en mantener al Tribunal alejado de un ala académica que le ha otorgado al Poder Judicial un sentido social a veces perdido.

Únicamente si los nuevos magistrado­s se exorcizan de cualquier cuota partidista a la hora de sus resolucion­es, independie­ntemente de sus naturales y válidas inclinacio­nes políticas, lograrán que las próximas elecciones locales y la presidenci­al de 2018 terminen en paz y sin polarizaci­ones como la vivida tras el proceso de 2006. Y sólo podrán conseguirl­o si se muestran duros ante las presiones cuando los partidos políticos quieran impunidad. ¿Lo harán? Está por verse.

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