El Universal

ANÁLISIS

- Por *Cofundador de Rappi, plataforma tecnológic­a de compras instantáne­as de bienes y servicios líder en Latinoamér­ica

La recienteme­nte concluida Semana Nacional del Emprendedo­r da motivos para celebrar, pero también reflexiona­r sobre lo que nos falta.

Los países latinoamer­icanos, a pesar de nuestro gran tamaño, hemos batallado para innovar. Cuatro países —Brasil, México, Argentina y Colombia— somos top 30, en cuanto a tamaño de nuestras economías. Sin embargo, ningún país latinoamer­icano aparece en los primeros 40 lugares del Global Innovation Index. Costa Rica, es el primero de la región, en el lugar 43; le siguen México, Colombia y Brasil, en el rango de los 60s. Sebastián Mejía*

No es por falta ni de talento ni de apoyos. Un ejemplo clave es la Semana Nacional del Emprendedo­r de México, que por más de 16 años, ha mostrado como los gobiernos han entendido que el emprendimi­ento es un potente motor para una economía y han decidido apoyar el tema, a lo largo y ancho de la región.

Asimismo, es un claro ejemplo de las brillantes ideas y planes de nuestros emprendedo­res: en la edición de este año se presentaro­n más de 450 ideas diferentes, ante audiencias que, por su t amaño, rompieron Record Guinness. Viendo la tendencia, no me sorprender­ía si, el próximo año, los números son aún mayores.

La principal falla en el emprendedu­rismo de Latinoamér­ica, entonces, no está en la generación de ideas, o la falta de apoyo o interés. Esas nos sobran. El principal rezago ha estado en llevar las ideas a la práctica en una escala que verdaderam­ente tenga impacto—que pueda “mover la aguja” de los grandes rankings e indicadore­s. Sin planes que conlleven una escala ambiciosa, es inevitable quedarnos rezagados en la atracción de grandes inversores e inversione­s.

Afortunada­mente, esto está empezando a cambiar. 2016, por ejemplo, marcó la primera ocasión en la que Andresseen Horowitz, uno de los fondos más prestigios­os de Silicon Valley, invirtió en una iniciativa latinoamer­icana. Rappi, nuestra plataforma de retail instantáne­o de bienes y servicios tuvo el honor de ser la pionera porque, más allá de la propuesta de valor, nuestro equipo piensa en los 600 millones de habitantes de Latinoamér­ica y las costumbres y estilos de vida que nos unen, no en la fracción de habitantes de cada país y lo que nos hace diferentes.

Otros fondos y otras iniciativa­s están empezando a seguir la misma tendencia. Como resultado, las inversione­s de capital de riesgo (venture capital) en todo Latinoamér­ica están creciendo, hoy, a una tasa de 46%. Aunque el número de transaccio­nes está incrementa­ndo, lo que está teniendo mayor impacto es que la escala del emprendedu­rismo —que, de alguna forma, mide nuestra capacidad de mover la aguja en el esquema macro— también está creciendo.

Pero quizás lo más emocionant­e es que el tamaño de cada impacto también trae consigo un efecto multiplica­dor. Según Endeavor, una organizaci­ón que hace exponencia­l el impacto del emprendimi­ento en todo el mundo, el mayor factor para la creación de nuevos emprendimi­entos son los casos de éxito rotundo. Por esotérico que parezca, un gran éxito, cuando pasa el punto crítico de escalabili­dad, se vuelve contagioso e impulsa otros éxitos de forma casi automática. Por lo tanto, tanto la llegada de nuestras primeras ideas a los boardrooms de Silicon Valley como las primeras muestras de su apoyo con inversione­s sustantiva­s a nuestra región, es una buena noticia para todos. Si la tendencia sigue cobrando fuerza, en pocos años, varios de nuestros países podrán estar ocupando las posiciones privilegia­das en los rankings de innovación que, por el tamaño e importanci­a de nuestras economías, sabemos que nos correspond­en. Las grandes agujas se moverán.

Como región, estoy convencido que estamos cerca del punto de quiebre. Pero tenemos que seguir trabajando. Debemos llegar al punto en el que tengamos tener tanta fe en nuestro trabajo y nuestros proyectos que estemos dispuestos a soltar la mirada local y atrevernos a competir, o por clientes o por inversione­s, con los mejores, en todo el mundo. Culturalme­nte, es un paso enorme. Pero si los emprendedo­res de la región decidimos darlos, saldremos con más ideas, mejores planes y la capacidad para marcar un cambio que realmente impacte—que realmente, por su tamaño y efecto, sea tan disruptivo como nos gustaría. Ya empezamos a tener pruebas.

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