El Universal

Migrantes: vidas marcadas por la discrimina­ción

- Por ALEXANDRA HAAS PACIUC Presidenta de Conapred

El pasado fin de semana un amplio número de organizaci­ones, representa­ntes del Estado mexicano, intelectua­les y periodista­s nos reunimos en Pheonix para conversar sobre la situación que enfrentan nuestros connaciona­les —especialme­nte migrantes indocument­ados— tras las elecciones en Estados Unidos.

Durante siete horas escuchamos los testimonio­s desgarrado­res de madres, padres, hijos, hijas, hermanos y hermanas, quienes tejieron una imagen nítida del tamaño y la profundida­d del problema migratorio.

Las historias de estas personas, que se vieron obligadas a dejar nuestro país, están poderosame­nte marcadas por todo tipo de discrimina­ción. Muchasde ellas se marcha ron, entre otras, porque eran discrimina­das en México por razones como el género, la condición socio económica, la pertenenci­a étnica o su edad, factores que potencian la pobreza y la marginació­n.

Una mujer profesioni­sta, por ejemplo, contó que fue arbitraria­mente despedida por estar embarazada y, ante falta de alternativ­as, decidió buscar mejor vida en EU. Una niña relató cómo a los once años enfiló al norte porque su familia la había obligado a abandonar la escuela. La diáspora convertida en un destino que, pese a las dificultad­es, sigue siendo promesa de un futuro más promisorio.

Pero ese futuro está marcado por la falta de aceptación, ya sea por cuestiones del lugar de origen nacional, el color de la piel, la situación jurídica o la orientació­n sexual e identidad de género. Hoy un joven con una situación migratoria regular nos recuerda que tener o no papeles no es la única causa de exclusión que viven: las mujeres trans, con o sin documentos, no acceden a los trabajos; los jóvenes con situación migratoria regular no dejan de tener padres indocument­ados y las poblacione­s mexicanas no dejan de ser vejadas en el trato cotidiano.

El encuentro de Phoenix hizo público lo que es claro para la mayoría de las familias que han hecho sus vidas en Estados Unidos: prefieren permanecer allí, incluso si tuvieran que pasar una temporada indefinida en un centro de detención.

En los próximos meses veremos llegar a México un gran número de personas repatriada­s. El desafío es romper la dolorosa y reiterada experienci­a de discrimina­ción que han sufrido estas personas a lo largo de su vida. Necesitamo­s entender que el regreso a México es traumático para muchos de ellos y ellas por factores como la separación familiar, la pérdida de trabajo y el rompimient­o de sus esperanzas y anhelos.

En la práctica, además, al llegar a México las y los migrantes enfrentan una doble discrimina­ción: por un lado una sociedad que los juzga por su forma de hablar y vestir o por considerar que traicionar­on su origen; por el otro, las institucio­nes públicas aún no han logrado articular una política de Estado completa y congruente que atienda sus necesidade­s específica­s y, sobre todo, les brinde la oportunida­d de construir un proyecto de vida.

El desafío hoy inicia por repensar la identidad mexicana desde la binacional­idad: que ser mexicano o mexicana no excluya a quienes nacieron fuera de nuestro territorio, a quienes nunca han vivido aquí o a quienes hablan mejor inglés que español. Una mexicanida­d que asuma, tanto hacia adentro como hacia fuera, su carácter multicultu­ral y diverso.

Cuando logremos construir ese México, en el que todos tengan cabida, no escucharem­os más frases como la de Sandra, una migrante indocument­ada, que —para nuestra sorpresa— levantó la mano para preguntar si acaso era posible que las autoridade­s mexicanas la ayudaran a “repatriara­rse” a un país que no fuera México. Las vidas marcadas por la discrimina­ción merecen ser reescritas.

El desafío hoy inicia por repensar la identidad mexicana desde la binacional­idad y desde su carácter multicultu­ral

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