El Universal

Día del Ejército

- Por MARGARITA ZAVALA Abogada

Ayer se celebró el Día del Ejército, una de las institucio­nes más sólidas por su disciplina, entrega y profesiona­lismo, y también por el afecto y admiración sinceros que el pueblo siente por sus soldados. Son mujeres y hombres que diariament­e se superan para servir a la sociedad. Hablo de quienes arriesgan a diario la vida en labores de seguridad, pero también de médicos, ingenieros, enfermeras, en fin, de todos los que portan el uniforme militar.

He visitado a soldados heridos en cumplimien­to del deber y los he visto asumir con entereza su recuperaci­ón y anhelar su regreso al servicio. He abrazado a los deudos de los soldados caídos. Y ellos me han transmitid­o, en medio del dolor, su orgullo por el amor a México que llevó hasta el sacrificio a uno de sus seres queridos. Y lo digo claro, para que nadie se confunda: ni el Ejército ni la Armada están o deben estar por encima de la Constituci­ón o de la ley. Pero insultar a nuestros militares y acusarlos sin pruebas como propaganda política ofende la labor que realizan al servicio de México. Quien piense así no es digno de ser Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.

Y es que lamentable­mente, el debate sobre la seguridad está lleno de mentiras, verdades a medias, consignas falaces y agendas de poder. Quienes nada más critican a las Fuerzas Armadas callan la raíz de nuestros problemas: México sufre no sólo por la violencia de unos criminales contra otros, sino porque crecen las regiones del país donde el secuestro, la extorsión, el cobro de piso y el crimen común afectan a familias inocentes.

Lo más grave es que no pocas veces quienes son responsabl­es de la seguridad de las familias —policías y ministerio­s públicos, particular­mente locales— no están al servicio de los ciudadanos, sino de los delincuent­es. Hay en distintas regiones una “captura del Estado” por parte del crimen. Ante ese abandono, afortunada­mente el Ejército ha estado ahí para proteger a los ciudadanos, arrojados a las manos de los delincuent­es por sus gobernante­s.

Para resolver el problema hay que tener una estrategia integral, que implica no sólo enfrentar a los delincuent­es —de ahí la importanci­a de la Fuerzas Armadas— sino también reconstrui­r las institucio­nes y fortalecer el tejido social a través de educación, salud y empleo. A quienes proponen que el Ejército regrese a sus cuarteles, y que basta poner más escuelas, yo les pregunto: mientras se forman esas generacion­es con buenos mexicanos, ¿quién va a proteger a las familias que están a merced de los delincuent­es?

Comparto la idea de que la presencia del Ejército no debe ser permanente. Pero entonces, ¿quién y cómo lo va a sustituir en las labores de seguridad? Quiero que México cuente con institucio­nes de seguridad y de justicia fuertes. Quiero que haya policías profesiona­les, honestas y bien equipadas para defender la seguridad de los ciudadanos. Esa es la clave, y en esa materia ha fallado el gobierno: han abandonado las institucio­nes de policía y de justicia, han relajado los parámetros de control de confianza y han reducido presupuest­os para la renovación de policías. Eso ha prolongado la presencia del Ejército en apoyo a la ciudadanía. No hay país que haya logrado contener a la criminalid­ad sin fiscalías profesiona­les, sin jueces honestos, sin policías capaces. Sólo así podremos ver a los delincuent­es en la cárcel, a los ciudadanos en la calles y a los soldados regresar victorioso­s a sus cuarteles. Mi compromiso es con los derechos humanos, la ley y la justicia y por eso estoy convencida de que debemos limpiar las institucio­nes de la corrupción y la impunidad. También en los hogares y las escuelas, debemos fortalecer a nuestra sociedad con valores, educación y oportunida­des para los jóvenes.

Tengo la certeza de que, en unos años más, estaremos celebrando el Día del Ejército en un México que recuperó con enormes esfuerzos la seguridad y la paz. Y esto habrá sido posible gracias a la entrega de los soldados y marinos de México.

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