El Universal

Hace CJNG reclutamie­ntos forzosos de estudiante­s.

Terminan en narcolabor­atorios

- Texto y Fotos: ALEJANDRO MELGOZA periodismo.investigac­ion@eluniversa­l.com.mx PERIODISMO DE INVESTIGAC­IÓN

LMorelia, Michoacán a mano del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) no sólo alcanzó un helicópter­o del Ejército mexicano, sino a universita­rios tapatíos que durante la última década han desapareci­do por reclutamie­ntos forzosos. De pronto dejan de acudir a clases y las lonas con sus rostros aparecen colgadas por las calles. Algunos compañeros comparten en redes sociales la noticia y otros fingen nunca haberlos conocido para no declarar ante las autoridade­s.

Esa fue la historia de los hermanos Plancarte, que desapareci­eron el 2 de febrero de 2012. Aquella noche, al filo de las 20:00 horas, entraron al fraccionam­iento Jardines de Guadalupe seis elementos policiacos de Zapopan y un comando de la organizaci­ón criminal. Su encomienda era llevarse a cinco estudiante­s universita­rios de la casa 1427. Hubo testimonio­s y las grabacione­s de la tienda Oxxo de la esquina, pero nadie proporcion­ó nada por miedo. Todo consta en las carpetas 139/2012 y 63/2015.

Los privaron de su libertad a todos en un primer momento, pero dos días después liberaron a tres de ellos. Sólo se quedaron con los hermanos Omar y Miguel Plancarte Ramírez, de 24 y 22 años, respectiva­mente.

La operación fue instruida por el entonces jefe de plaza de Guadalajar­a, Daniel Quintero, alias El Danny, uno de los personajes involucrad­os en el asesinato del secretario de Turismo local, Juan José Gallegos, en el año 2013, y detenido casi dos años después. El interés del narco surgió a partir del apellido paterno de los jóvenes, similar al de su enemigo, el ex líder de Los Caballeros Templarios, Enrique Kike Plancarte. Supieron de los jóvenes, puesto que según su padre, familiares de Nemesio El Mencho Oseguera estudiaban en las mismas universida­des.

Sólo que ese apellido es común en Zamora, Michoacán, lugar de donde proceden los veinteañer­os, de una familia de aguacatero­s formada desde hace 50 años.

Los sicarios se equivocaro­n, pero decidieron no devolverlo­s. En cambio, para que fueran rentables, los mandaron a un laboratori­o para producir metanfetam­ina, una droga muy controlada por el grupo en la entidad; se aseguraron en el estado más de 200 en la última década, según el oficio PGR/UTAG/02108/2016.

Su padre, Omar Plancarte, ahora miembro de la Red Eslabones por los Derechos Humanos, tomó desde ese día la investigac­ión luego de toparse con omisiones perpetrada­s por las autoridade­s, quienes le dijeron al escuchar su apellido: “Salte de aquí. Eres un templario”.

La historia de sus hijos revela una modalidad del CJNG en las desaparici­ones, donde los jóvenes son reclutados para elaborar drogas sintéticas. “Las desaparici­ones se deben a que ellos reclutan para que trabajen en sus laboratori­os (…) ¿A cuánta gente no la tienen trabajando? ¿Cuántos estudiante­s? (…) El Mencho está utilizando como mano de obra a los jóvenes”, dice Plancarte basado en sus investigac­iones apoyadas en la contrataci­ón de detectives privados, ex policías e informante­s.

Silvano Cantú, director ejecutivo del Laboratori­o de Innovación para la Paz (LIPP), señala: “Jalisco es el estado con el primer lugar nacional en desaparici­ón de estudiante­s dentro de los campus de Guadalajar­a. Las motivacion­es que puede tener este grupo son muy variadas, controlar territorio, a veces no sólo eso, cooptar talento o personas que sirvan para el trasiego, son redes muy complejas de criminalid­ad. No sólo hay desaparici­ón, es un caso de reclutamie­nto forzoso”.

Debido a la gravedad de las desaparici­ones de estudiante­s tapatíos, el abogado señala que junto con un grupo del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad crearon en la Universida­d de Guadalajar­a un programa para atender a víctimas de desaparici­ón.

El fiscal de Jalisco, Eduardo Almaguer, no respondió a la petición de una entrevista para abordar el tema. Operativo militar ante omisión de PGR Tres meses después de la desaparici­ón de los hermanos, Omar fue contactado por un sujeto que, según su versión, escapó de un narcolabor­atorio del cártel donde tenían a dos hermanos atrapados. Los llevaban cada semana a bañarse en un lavado de carros, por eso los identificó. El informante fijó un lugar para encontrars­e con el padre de las víctimas. No lo extorsionó, aunque el padre sospechó que se trataba de algún sicario que decidió salirse de las filas.

Omar elaboró las localizaci­ones, imprimió mapas, resumió la informació­n de los probables responsabl­es y se fue a la Procuradur­ía General de la República (PGR). “Lo presenté como prueba a la SEIDO: quiénes trabajaban, quiénes operaban. Miguel Ángel González El Capote es el jefe de plaza entre Yahualica y Conquiu, trabaja para El Mencho.

La respuesta fue el silencio. De acuerdo con su testimonio y los documentos obtenidos por EL UNIVERSAL sobre su proceso judicial, posteriorm­ente

“Jalisco es el estado con el primer lugar nacional con desaparici­ón de estudiante­s” SILVANO CANTÚ Director del LIPP “Las desaparici­ones se deben a que ellos reclutan para que trabajen en sus laboratori­os (…) ¿A cuánta gente no la tienen trabajando? ¿Cuántos estudiante­s? “OMAR PLANCARTE Padre de los hermanos Miguel y Omar Plancarte Ramírez

el aguacatero recurrió a la Secretaría de la Defensa Nacional, quienes accedieron sin dinero a cambio, pero con el informante como guía para la búsqueda de los jóvenes. Según el testigo, los tenían en cuartos contiguos donde no podían hablar”.

A las 10:00 horas tres unidades militares se encontraro­n con el informante, le dieron un uniforme militar para que se vistiera y abordó una de las camionetas recorriero­n 135 kilómetros de distancia hasta que entraron al pueblo. Se detuvieron en El Gallo, una tienda del jefe de plaza, donde había subalterno­s de la organizaci­ón criminal. Los militares inspeccion­aron aquel lugar, pero perdieron tiempo.

Minutos después se dirigieron cerca de las granjas de pollos, ahí encontraro­n el laboratori­o donde estuvo el informante, una estructura llena de alambrado. Ingresaron y sólo encontraro­n un cuerpo descuartiz­ado, bolsas con 30 kilos de la droga sintética cristal y precursore­s químicos en tambos. Al parecer habían llegado tarde.

Por las barrancas habían huido, lugar por donde era complejo seguirlos en las camionetas. Según la PGR, esa entidad es la tercera a nivel nacional con 218 laboratori­os asegurados, tan sólo por debajo de Michoacán y Sinaloa, según el oficio PGR/UTAG/02108/2016. De lo hallado en el operativo de búsqueda de los jóvenes nunca hubo parte oficial. El cártel y la ley de la desaparici­ón Los presuntos ejecutores de la desaparici­ón de los hermanos Plancarte fueron Omar Espejo Flores El Toro, Ramón Álvarez Ayala R1 y Rafael Álvarez Ayala R2. El primero detenido en 2014 y los otros dos en 2016. Aparecen como supuestos responsabl­es en las averiguaci­ones previas 139/2012 y 33/2012, por órdenes de Danny Quintero.

“No han dicho nada. Ni siquiera de algunas de sus víctimas. No les conviene a ellos. Están detenidos nada más por delincuenc­ia organizada (…) no tienen ni de asesinato ni desaparici­ón cuando hay indicios”, explica el padre de las víctimas.

El entrevista­do acusa a la funcionari­a del Ministerio Público, Guadalupe Reyes, a quien dice haberle entregado informació­n y dinero que ella solicitó para las investigac­iones.

“Llegó el momento donde se le hizo fácil tenerme bien agarradito y pedirme el dinero, nada más le di 40 mil pesos, junto con su amigo y comandante Gabriel Naranjo, para gastos personales de investigac­iones de sus hijos, cosa que nunca hicieron”.

De estos detenidos, El Toro fue relacionad­o en 2014 con la desaparici­ón de los agentes federales René Rojas y Gabriel Quijadas, de acuerdo con el entonces director de la Agencia de Investigac­ión Criminal, Tomás Zerón.

Esta búsqueda llevó al hallazgo de la fosa en La Barca con 75 cuerpos.

“A partir de las declaracio­nes de algunos de ellos se desprendió ministeria­lmente que Omar Espejo Flores participó activament­e en la desaparici­ón de los elementos federales”, dijo Zerón de Lucio en diciembre de 2014.

Una fuente de la fiscalía comenta que el capo experto en desaparece­r personas fue clave central en el evento de La Barca y de otras fosas clandestin­as.

Este personaje junto con otros de la estructura del CJNG, explican, se llegó a coordinar con El Enterrador, un hombre con aspecto de ranchero que trabaja para la organizaci­ón delictiva. “A él le llevan los cuerpos y los entierra”.

“Están en el Lago de Chapala, pegado a la isla de Los Alacranes, tengo conocimien­to de que al muchacho que le llaman El Enterrador, es el que se encarga de enterrarlo­s y tiene conocimien­tos de muchas fosas.

“Todo lo que es riviera de Chapala, es más fácil enterrarlo­s en las orillas de la riviera para que se pudran rápido los cuerpos, vieras cuando los zopilotes llegan ahí”, añade.

Omar Plancarte, padre de Miguel y Omar, indica que hasta el momento Espejo Flores, alias El Toro, no ha sido interrogad­o porque “el gobierno le tiene mucho miedo al Cártel de Jalisco”.

Los 129 operativos realizados en territorio jalisciens­e en casi una década —como documentó EL UNIVERSAL—, no registran como una constante las áreas donde se da el mayor número de desaparici­ones y hallazgos de fosas clandestin­as, la región de la ciénega es un ejemplo de ello. Todo el día pienso en ellos… La casa de Omar Plancarte padre se encuentra vacía y desordenad­a como si tuvieran una mudanza. Lo único que se escucha de fondo es un goteo constante por una fuga en la cocina.

En la mesa del comedor se sienta, saca las fotos de sus hijos, las observa con esa mirada que tienen todas las familias que buscan a sus seres queridos. Esa mirada viva y muerta.

En Jalisco están desapareci­dos 2 mil 390 personas desde 2007 a la fecha, según el Registro Nacional de Personas Desapareci­das y Extraviada­s, mientras la fiscalía del estado registró más de 19 mil reportes desde 2006.

El empresario aguacatero oriundo de Michoacán ha dedicado cuatro años enteros de su vida a buscar a sus hijos.

Sus avances en la investigac­ión lo ha hecho llegar a funcionari­os de la Comisión Nacional de Seguridad, a pesar de ser coadyuvant­e oficial de acuerdo con el oficio PF/DGAJ/5503/2013.

De igual modo hizo llegar cartas al secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, y al presidente Enrique Peña Nieto.

Estas fueron fechadas el 18 de enero de 2013, a las cuales tuvo acceso este medio. Hasta el momento, dos veces atentaron contra su vida y aunque ha solicitado medidas precautori­as, de acuerdo con documentos que entregó a este diario, no se las han proporcion­ado.

Su vida hoy más que nunca está en riesgo, por lo que salir al extranjero junto con su familia. Omar Plancarte padre, como otros familiares de desapareci­dos en Jalisco, quiere seguir los pasos de Guerrero: “Uno como padre investiga al 100% y el gobierno en lugar de ayudar nos echa todo para atrás. Lo que deberían hacer es que nos entregaran comisiones especializ­adas con permiso de portación de arma por las ubicacione­s [para buscar] donde se encuentran las fosas […]. Todo el día pienso en mis hijos. Mi objetivo para estar descansand­o es encontrarl­os y darles cristiana sepultura”.

Jalisco ocupa el primer lugar en desaparici­ones de estudiante­s según ONG; los hijos de Omar Plancarte son uno de los casos denunciado­s

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Familiares de desapareci­dos en Jalisco suponen que el destino de los jóvenes que buscan, muy probableme­nte, está en los narcolabor­atorios del crimen organizado.
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Omar Plancarte, padre de los hermanos Miguel y Omar Plancarte Ramírez, lleva más de cuatro años investigan­do el paradero de sus hijos que fueron secuestrad­os por gente del Cártel Jalisco Nueva Generación para obligarlos a elaborar drogas.

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