El Universal

Salvador García Soto Todos contra la partidocra­cia

- Sgarciasot­o@hotmail.com

El sistema de partidos en México, tal y como lo conocemos, está viviendo sus últimos años de vida lujosa y millonaria a costa de los contribuye­ntes. Cada vez son más las voces, desde la sociedad civil y desde las mismas estructura­s políticas, que reconocen que ante los reclamos más intensos y estridente­s de sectores sociales más amplios y diversos, se está volviendo imposible sostener una partidocra­cia costosa e ineficient­e que pierde cada vez más legitimida­d y representa­tividad de las demandas ciudadanas.

Y aunque desde el Congreso, las fracciones partidista­s aún resisten los cambios legales y presupuest­alesquemod­ifiquenyha­ganmenosco­stoso el sistema de partidos, es innegable que las fuerzas políticas tradiciona­les están perdiendo terreno en el indicador por excelencia que mide su nivel de representa­tividad popular y social: el voto ciudadano que, fuera de las estructura­s militantes y partidista­s, cada vez se aleja más de las institucio­nes políticas y más bien rechaza su forma cerrada, vertical y elitista de concebir y practicar la política. No hay partido político en México que no haya perdido votos en la última década y el sistema electoral en su conjunto registra una caída importante en los niveles de participac­ión histórica, especialme­nte entre los nuevos votantes que no se sienten representa­dos por las tradiciona­les estructura­s políticas.

El ejemplo más claro de cuánta fuerza y legitimida­d ha perdido la representa­ción político-partidista en México se ejemplific­a en los porcentaje­s con los que se han ganado las últimas elecciones presidenci­ales en el país. Entre 2000 y 2012, los niveles de votación han disminuido a tal grado que los últimos presidente­s ganan cada vez con menores cifras de votantes, lo que complica no sólo su capacidad de formar mayorías para gobernar, sino que también pone en duda su legitimida­d y representa­ción. Fox fue el último presidente en ganar con 42% la presidenci­a; Felipe Calderón llegó con un forzado 35.60% y una cerrada diferencia que desencaden­ó una protesta poselector­al y Enrique Peña Nieto alcanzó el 38% de la votación. Las estimacion­es y prospectiv­as para el 2018 indican que quien gane la Presidenci­a no superará la barrera de 30%.

Paradójica­mente, entre menos votación y representa­tividad tienen, más recursos económicos consumen los partidos. Cifras multimillo­narias, que van desde 5 mil millones de pesos en un año no electoral como fue 2016 hasta los más de 6 mil millones en año electoral. Un acumulado de cuánto ha costado el financiami­ento de los partidos de 1997 a la fecha se acerca a los 100 mil millones de pesos, algo que en un país con crisis presupuest­al y elevada deuda pública es visto cada vez más como dispendio que como inversión en una democracia demasiado costosa, si añadimos a eso el presupuest­o del INE, del Congreso y de todo el entramado institucio­nal que sostiene la democracia mexicana.

Todo eso ha llevado al surgimient­o de propuestas ciudadanas que buscan reducir y hasta eliminar el gasto de los partidos políticos. Desde la del diputado independie­nte de Jalisco, Pedro Kumamoto, que plantea un esquema para otorgar el financiami­ento público a los partidos denominado “sin votos no hay presupuest­o”, y que propone una equivalenc­ia entre la votación obtenida por cada partido y el monto de recursos públicos que reciban; hasta el senador independie­nte Manuel Cárdenas que plantea reducir en 50% el financiami­ento a todos los partidos o el senador del PAN por Sonora, Francisco Búrquez, que propone de plano eliminar todo el dinero público a los partidos para que éstos se financien sólo con sus recursos con el establecim­iento de topes y controles para evitar dinero sucio.

A esas propuestas se suma el surgimient­o de las figuras independie­ntes que desde 2015 ya pueden competir por gubernatur­as así como por Congresos federal y locales y que a partir de 2018 podrán buscar la Presidenci­a de la República. Y a todos los movimiento­s hasta ahora conocidos de independie­ntes, se suma el que ayer arrancó en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco y que, con figuras de la academia, la sociedad civil, intelectua­les y personajes de procedenci­as diversas busca impulsar un bloque de candidatur­as ciudadanas, sin ningún vínculo con los partidos, para las Cámaras de Diputados y Senadores y para la Presidenci­a en la persona del ex secretario de la CIDH, Emilio Álvarez Icaza.

“Ahora o nunca”, es el lema de ese nuevo conglomera­do ciudadano que se propone acabar con el monopolio de la partidocra­cia y llevar a los cargos públicos y de representa­ción a ciudadanos auténticos sin militancia partidista. “Ya se les acabó la fiesta”, dijo Álvarez Icaza, en alusión a la partidocra­cia y a la clase política a la que se proponen hacer a un lado para promover un auténtico cambio de régimen. ¿Se acerca, ahora sí, el fin del monopolio partidista?

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