El Universal

Alejandro Hope

- Por Alejandro Hope Analista de seguridad

“Mientras haya cómplices de los ‘chupaducto­s’ en Petróleos Mexicanos no habrá soldados que alcancen”.

Hasta hace algunos años, huachicol era una palabra usada para referirse a las bebidas adulterada­s. Luego, pasó a designar el diésel falsificad­o, pirata o de mala factura. Más recienteme­nte, se ha vuelto sinónimo de combustibl­e robado. Y de huachicol viene huachicole­o, la actividad consistent­e en ordeñar ductos de Pemex, para luego vender (a gran escala) la gasolina y el diésel sacados a la mala.

Hay huachicole­o en buena parte de la geografía nacional, pero en ningún lugar hay tanto como en Puebla. En específico, en un corredor de municipios al este de la capital del estado, conocido localmente como el Triángulo Rojo. Y le dicen rojo porque allí la sangre fluye tanto como el combustibl­e robado. A últimas fechas, los eventos trágicos no hacen sino multiplica­rse en la región.

Hay tanta bala porque el negocio es enorme. Según estimacion­es de Dwight Dyer, un analista de temas de energía (y buen amigo mío), las perdidas para Pemex por el robo de combustibl­e de 2009 a 2016 se ubicarían en cerca de 160 mil millones de pesos.

Y como el negocio es enorme, cada vez hay más delincuenc­ia organizada, de la especializ­ada y de la diversific­ada, la regional y la nacional, grupos locales a la par de Zetas y el Cártel de Jalisco Nueva Generación. A la vez, hay comunidade­s enteras que viven del huachicole­o y lo protegen de las autoridade­s.

En el trasfondo, hay redes de complicida­d entre autoridade­s de diversos niveles (empezando en Pemex y acabando en policías municipale­s) y una impunidad rampante. Muchos roban, muy pocos son castigados

Para mis (pocos) lectores habituales, estos datos resultarán familiares. Escribí sobre esto (y narré casi lo mismo) en octubre pasado. Y dije que el huachicole­o estaba jodiendo a Puebla y que a nadie parecía importarle ese hecho.

Ayer hubo finalmente algo de reacción. El gobierno federal envió a 500 elementos del Ejército, designados como Policía Militar (esa apelación amerita una columna entera), a combatir el robo de combustibl­e.

¿Será suficiente ese esfuerzo? Francament­e lo dudo. La respuesta al fenómeno no puede pasar sólo por más vigilancia en los ductos y más represión a los bandidos. Es necesario, mediante controles más estrictos en gasolinera­s, cerrar una parte del mercado. También, se necesita dificultar la ordeña mediante adecuacion­es físicas de los ductos y el uso de tecnología para detectar más rápido las fugas. Y sobre todas las cosas, se requiere un combate frontal a la corrupción, empezando en Pemex. Mientras haya cómplices internos, mientras haya quien pase informació­n crucial a los chupaducto­s, mientras haya una autoridad que proteja el robo, no habrá soldados que alcancen. Y Puebla se seguirá jodiendo.

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