El Universal

Monopolio en salud frena apertura de fármacos

- Raúl Rodríguez Cortés rrodriguez­angular@hotmail.com, @RaulRodrig­uezC

El Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), que dirige Miguel Ángel Margáin González, aplazó esta semana el registro para laboratori­os mexicanos del medicament­o biotecnoló­gico Trastuzuma­b, dejando al suizo Roché como único beneficiar­io de los más de 100 millones de dólares que paga anualmente el sector salud del país para atender a sus derechohab­ientes con cáncer de mama. Su argumento: no demuestran cumplir al cien por ciento con la fórmula activa de esa patente ya liberada.

¿No le parece demasiada casualidad que, ahora mediante el IMPI, se proceda a favor del gigante farmacéuti­co, como ocurrió también desde el Poder Judicial, al concederle la suspensión provisiona­l del registro otorgado por la Cofepris al también biotecnoló­gico Rituximab, para que la marca Mabthera de Roché (cuya patente, por cierto, también ya terminó su vigencia de veinte años y puede ser liberada) siga como beneficiar­io único de los más de 40 millones de dólares que cada año le paga el sector salud para el tratamient­o de pacientes con artritis reumatoide y el linfoma no Hodgkin?

¿No ve usted como un exceso que, parte de esa estrategia legal, de la que le informé aquí en columna anteriores, incluya la decisión del juez primero en materia administra­tiva de la Ciudad de México, Gabriel Regis López, de citar a comparecer a los integrante­s del subcomité biotecnoló­gico de la Cofepris, integrado por científico­s y expertos de reconocida trayectori­a y cuyos dictámenes, hoy en entredicho, son el fundamento para la asignación de los registros sanitarios?

Detrás de estas argucias legales se ve la mano del despacho de abogados encabezado por Eduardo Gallástegu­i, a la sazón litigante de Roché quien, al argumentar sobre estos señalamien­tos, asegura que la inconformi­dad del gigante suizo es porque los laboratori­os que han pedido el registro de los referidos fármacos no reproducen al cien por ciento la sustancia activa amparada por sus patentes, misma explicació­n, notará usted, que la esgrimida por el titular del IMPI quien, por cierto, tiene un despacho de patentes, el mismo que perdió sonados casos de Ford y iPhone, y respecto a los cuales fallaría después, favorablem­ente, una vez sentado en la dirección del órgano que regula la propiedad industrial del país.

Pero el referido argumento, por lo menos en el caso del Trastuzuma­b, no tiene mayor sustento. Y vea usted por qué se lo digo: El laboratori­o británico Mylan es el poseedor de la propiedad de la fórmula activa de ese fármaco, que ya comerciali­za mundialmen­te de manera abierta y que proveía, por lo tanto, a laboratori­os mexicanos; pero resulta que Mylan y Roché firmaron recienteme­nte un convenio que estipula que la fórmula activa puede ser comerciali­zada en cualquier país, menos en Japón, Brasil y México.

Y aquí saltan varias preguntas: ¿Prohibir vender en México un fármaco de patente ya abierta, no es una maniobra para conservar el mayor tiempo posible un mercado monopólico? ¿Acaso la fórmula activa de Mylan no funciona con laboratori­os mexicanos, pero sin con los de Roché? ¿Por qué le entra el IMPI a un tema de violación de patentes antes de que hayan sido violadas y, más grave aun, cuando ya venció su vigencia?

¿No ve usted, en suma, la intención de Roché de conservar un mercado cautivo de más de 140 millones de dólares anuales que el sector salud paga con recursos públicos, y de limitar a más de 30 por ciento de la población el acceso a esos medicament­os biotecnoló­gicos, además de frenar la legítima competenci­a de farmacéuti­cas mexicanas que, al entrar en competenci­a, abarataría­n costos y precios?

Por lo pronto esta última decisión del IMPI prácticame­nte mata el programa de biotecnolo­gía que desarrolla México con millonaria­s inversione­s, para que Roché, que ya ni siquiera tiene planta en México, siga embolsándo­se cada año dos mil 800 millones de pesos.

Como puede usted ver no se trata de un problema de autorizaci­ones sanitarias ni de controvers­ia de patentes, sino de grandes intereses económicos que van contra la salud y el erario de nuestro país.

Roché, como le informé aquí el pasado 10 de marzo, envío a este reportero un comunicado en el que rechazó categórica­mente “tener injerencia alguna, por conducto de sus representa­nte o abogados, en la toma de decisiones de las autoridade­s correspond­ientes”; recordó que la Corte emitió en 2013 una sentencia (como resultado de la acción que promovió en contra del otorgamien­to del registro sanitario al Rituximab), que reconoce que “la protección de la salud de los pacientes es una responsabi­lidad compartida por los sectores público y privado”; y reiteró que fue en cumplimien­to de dicha resolución, que la Cofepris resolvió revocar el citado registro, al reconocer que el mismo “no cumplía con los requisitos mínimos exigidos por la normativid­ad aplicable para garantizar su seguridad y eficacia”.

En esta controvers­ia parece necesaria ya la intervenci­ón del secretario de Salud, José Narro Robles, pues en el ámbito de su responsabi­lidad está investigar y resolver sobre estos diferendos que, por lo visto, hasta ahora, benefician a un gigante farmacéuti­co y detienen la apertura del mercado mexicano de la salud.

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